Dom
30
Dic
2012

Homilía La Sagrada Familia

¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?

Introducción

Somos familia de Dios. Dios ha saltado todas las barreras para unirnos a El. No somos siervos sino hijos en el Hijo y coherederos. Jesús ha nacido como uno de nosotros para que nadie arrebate ni profane jamás la identidad y dignidad humana. En el Hijo de Dios la filiación entraña fraternidad. Estamos emparentados en nuestro destino. Ese es el horizonte de nuestras relaciones. Ya no estamos solos sino caminando hacia el Padre, con Cristo y su Espíritu, miembros de Su cuerpo, parte de su familia hacia el Reino. Quien lo olvida, olvida qué es ser verdaderamente humano.

Cuando muchos se empeñan en hacernos creer que el hombre es lobo para el hombre, los cristianos decimos. ¡No!. Porque según aprendemos de Jesucristo, “el hombre es hermano para el hombre”. Y si no lo es, puede llegar a serlo. La familia humana es don y tarea para cada ser humano.

La fiesta de la Sagrada Familia nos ayuda a ensanchar el valor de la familia. A extender la solidaridad propia del vínculo familiar a cualquiera que sea nuestro prójimo. Podemos comenzar cambiando el modo de mirar a quienes tenemos al lado, sea quien sea, venga de donde venga. No mirarlo como rival o amenaza, sino como una persona amada por Dios, por la que Cristo ha venido a dar su vida; una persona con una historia -en ocasiones dolorosa- , un rostro donde ver el de Cristo. La Navidad se juega en el modo de mirar y actuar desde la fraternidad cristiana que nos vincula con todos al servicio de la dignidad y alegría de todos.