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Homilía Domingo de Resurrección
Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)
“ Entró… vio y creyó ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Nosotros hemos comido y bebido con él después de su resurrección
El libro de los Hechos de los apóstoles nos ofrece un bellísimo testimonio de cómo vivieron los primeros cristianos su fe en Jesús resucitado. En efecto, la comunidad de los discípulos es la comunidad del resucitado. Solo desde la experiencia pascual se puede atisbar lo que fueron estas primeras comunidades que salieron a dar testimonio de Cristo resucitado de entre los muertos. Ellos son testigos verdaderos del acontecimiento que anuncian.
Lucas le da una importancia capital al relato de la conversión de Pedro -tradicionalmente llamado la conversión de Cornelio-. Sí, es Pedro el que se convierte y no el pagano Cornelio. El testimonio de la conversión de Pedro, que llega a comprender que Dios no hace acepción de personas y que el Buena Noticia del Evangelio es para todo el mundo, es pieza fundamental para comprender la apertura de la comunidad a los paganos. Durante la predicación de Pedro se derrama el Espíritu Santo sobre todos los presentes, es un verdadero “pentecostés” para los paganos.
La experiencia pascual fue la que hizo comprender a Pedro y a la comunidad que el Evangelio era para todos; lo mismo, nosotros hoy, necesitamos experimentar la fuerza del resucitado para anunciar y compartir nuestra fe con todos. La fe en Cristo resucitado no se puede guardar entre cuatro paredes, o solamente para mi grupo o movimiento: hay que compartirla, anunciarla a los cuatro vientos.
¡Las mismas palabras de Pedro hoy se hacen realidad y ojalá seamos conscientes de ello, nosotros también comemos y bebemos con Jesús resucitado! De manera especial hoy, y en todas las eucaristías que celebramos.
Entró… vio y creyó
Una de las opciones que nos ofrece la liturgia es el relato de la experiencia de María Magdalena junto a la de Pedro y el discípulo amado. María Magdalena fue la primera en descubrir que el cuerpo del Señor Jesús ya no estaba en la tumba y fue presurosa a anunciar a los demás discípulos: se convierte así en “apostola apostolorum” (apóstol de los apóstoles).
Los relatos no nos cuentan cómo sucedió la resurrección de Jesús, son parcos, con pocos detalles, más bien dejan entrever entre las limitaciones de la palabra, el acontecimiento que desborda toda experiencia humana: la resurrección. Los relatos de resurrección contienen signos y señales que invitan a la fe, no son evidencias tangibles, pero dejan entrever lo sucedido: la tumba no está vacía, más bien, está abierta y llena de signos.
Es necesario “entrar” en la experiencia del misterio, en la celebración de aquello que creemos para poder “ver” con nuevos ojos y creer verdaderamente. Nosotros también, al igual que los discípulos “no entendemos las Escrituras”. Por eso necesitamos reconocer humildemente que necesitamos que el mismo resucitado nos explique, nos abra al sentido de lo que significa la resurrección. Necesitamos más familiaridad con la Palabra.
La resurrección de Jesús es la fuerza y el poder que nos hace capaces de ser evangelizadores y testigos de la presencia de Dios en medio de nosotros. La alegría de la Pascua debe ser la fortaleza para todo el año, para cada día. No en vano el Papa Francisco denominó a su primer documento: la alegría del Evangelio… (Evangelii Gaudium). En la Iglesia, necesitamos dar testimonio de la alegría del Evangelio, de la alegría de la Pascua, de la alegría de sabernos amados y redimidos por un Dios que nos ama infinitamente.
¿Cómo estoy viviendo la Pascua? ¿Puedo experimentar la alegría pascual? ¿me siento testigo de la resurrección o aun no asumo mi identidad discipular más profunda?
¡Feliz Pascua de resurrección! ¡Y que se note!