Dic
Homilía II Domingo de Adviento
Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
“ ¿Y si Dios no fuera fiel? ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Equidad para el pobre
Brotará un renuevo del tronco de Jesé. Con Isaías contemplamos la esperanza de que nacerá algo distinto y nuevo, que no sea destrucción y guerras. Nuestro Dios no va a crear bajo la destrucción, al contrario, construirá un equilibrio diferente de las cosas, donde la armonía sea la nota dominante.
Por eso, no será un Dios lejano sino encarnado, conocedor directo de la situación del pobre, pues defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre. Lo hará a través de su siervo al que ceñirán la justicia y la fidelidad por medio del Espíritu. Será un tiempo en el que se habitará con armonía (el lobo con el cordero). La esperanza del pueblo de Israel parece añorar un estado de gracia paradisíaco. Donde todo se ganó y donde todo se perdió.
Cristo es servidor de judíos y paganos
A veces, casi sin darnos cuenta, partimos del convencimiento interior de que Dios no puede estar con nuestro enemigo, con el que nos despierta animadversión u odio. Creemos que la maldad que vemos en el otro no la puede sustentar o acompañar Dios. Pero Dios no participa de nuestros odios y guerras. San Pablo nos muestra dos magnitudes irreconciliables: judíos y paganos, de mentalidades opuestas. Y presenta a Cristo como servidor de ambos pueblos. Esa guerra no es de Dios, ni de Cristo, de ella debemos salir para comprender qué tipo de servicio no ha hecho Cristo con su redención.
De las antiguas Escrituras podemos mantener la esperanza, para aprender la paciencia y el consuelo. La paciencia porque Dios mantiene su promesa y no es la desesperación el lenguaje de Dios ni la forma de la espera de un cristiano. Nos ofrece el consuelo porque no cabe desesperación en la actitud cristiana.
Del servicio de Cristo se desprende el vivir unánimes y a una sola voz alabar a Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. La acogida mutua es el lenguaje nuevo que aleja toda animadversión.
¿Quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
Juan el Bautista, nos anuncia la llegada del Reino de Dios, de quien viene a bautizar con Espíritu y fuego. Es curiosa la actitud de algunos saduceos allí presente, que no estaban allí para bautizarse por convencimiento sino por pura prevención, no fuera cierto lo que predicara el bautista. Por eso, se le exige los frutos de la conversión. La fe no es un vestido que me ponga, no es para oportunistas, ha de haber una experiencia real de la necesidad de Dios. Una vuelta atrás de los pasos vividos para ver qué nuevo rumbo tomar, y la razón por la cual tomo dicho rumbo: Cristo.
Juan predica en el desierto, lejos del ruido, pero también lejos de los lugares establecidos aparentemente religiosos. Lejos de los que entienden que Dios no puede ser de otra manera que la imagen propia y personal que yo tenga. Lejos de lo oficial. Va al desierto donde todo ha de ser nuevo para el camino. La imagen de Dios en Cristo ha de ser algo limpio, no puede confundirse con lo de siempre.