Abr
Homilía Domingo de Pascua en la Resurrección del señor Vigilia Pascual y Misa del día
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ ¡Aleluya! Cristo, el Señor, ha resucitado ¡Aleluya!. ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Vigilia Pascual
Felicidades: sólo Jesús es el Señor.
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. Así de sencillo. Así de grande.
Hermanos, hermanas: de todo corazón, felicidades. Celebramos con especial gratitud, entrañable cariño y profunda alegría la resurrección de Jesús. Ésta es, en efecto, la noche grande de la Pascua; grande porque sobre ella se apoya toda nuestra vida cristiana; grande porque en ella culmina toda esa historia de salvación rememorada en los relatos de la creación, de Abraham, del éxodo, de los profetas...; grande porque celebra el compromiso definitivo de Dios con los deseos de plenitud y de felicidad que pueblan los corazones de sus hijos; grande porque en ella sabemos que Jesús y sólo Jesús es el Señor.
Es verdad que muchos otros aspiran a serlo tiranizando a sus hermanos, disponiendo caprichosamente de sus vidas, sirviéndose de ellos, manipulándolos. Son los que dominan y oprimen a las naciones, como decía Jesús, pero también los que dominan y oprimen a sus familias, a sus vecinos, a sus compañeros, a sus comunidades religiosas, a sus empleados y un largo etcétera. Resulta ser, bien mirado, que tenemos muchos candidatos a ser señores, pero resultan ser, bien mirados, pretenciosos que se lleva el viento. No saben que la única forma de ser verdaderamente grande es dar la vida por los suyos.
Ésta es la buena noticia: sólo Jesús es el Señor. El que quiere cerca a los niños, el que se sienta a las mesas de los pecadores, el que acoge a los extranjeros, el que tiende su mano a la mujer abatida, el que prefiere a los pobres, el que escucha a la madre desconsolada, el que toca a los leprosos, el que enseña que Dios es Padre, el que declara que la persona es más importante que las instituciones religiosas, el que lava los pies de sus discípulos, el justo torturado, el crucificado, el que al caer de la tarde nos examinará del amor..., ése es el Señor, el Señor de la Iglesia y el Señor de la historia; un Señor como Dios manda, y nunca mejor dicho. Ése es Jesús, nuestro hermano.
La noche del “ya”.
Ésta es la noche del “ya”, una palabra pequeñita, de sólo dos letras, pero todo un adverbio: complementa la significación del verbo, de un adjetivo, de otro adverbio y de ciertas secuencias. “Ya” expresa novedad, cambio, modificación. Es una palabrita valiente, que sabe ponerse en pie, mirar hacia el pasado y hacia el futuro y declarar que, en adelante, nada volverá a ser igual.
De la resurrección de Jesús en adelante nada vuelve a ser igual. En esta noche sabemos y celebramos que el tesoro de Jesús –la humanidad de hermanos y hermanas o el Reino de Dios, como decía él– cuenta con el aval del propio Dios. Sabemos y celebramos, más aún, ese Reino ha empezado a estar entre nosotros y que crece, además, como el grano de mostaza. El futuro del mundo no es otro que el Reino de Dios, su paternidad, nuestra fraternidad. La mujer de futuro es la hermana. El varón del futuro es el hermano.
Atención, no vamos tampoco a incurrir en triunfalismos ingenuos. Bien sabemos que existen y seguirán existiendo muchas violencias, calumnias, inhumanidades, desamores, crucifixiones... Seguirá habiendo muchas noches oscuras, pero la fe pascual nos permite confiar en que también en ellas Dios sabrá actuar y estar a la altura de su compromiso. Y es que las grandes intervenciones de Dios en la historia de la humanidad –que es, por eso mismo, historia de salvación– han tenido lugar de noche. Aún tendremos que atravesar muchas noches, pero el futuro pertenece a la fraternidad.
La victoria de Jesús es ya nuestra victoria. Él es desde ahora lo que todos estamos llamados a ser y un día seremos: plenitud de vida, comunidad de hermanos en Dios.
Fray Javier Martínez Real
San Gerónimo - Rep. Dominicana
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Misa del día
La Iglesia del Resucitado
1. En el evangelio de este domingo se nos presenta una situación curiosa. Dos discípulos, Pedro y Juan, salen corriendo al sepulcro de Jesús tras la noticia que les da María Magadalena que el sepulcro está vacío. En vez de ir juntos, uno de ellos, Juan, corre más que el otro. Llega antes al sepulcro y sin embargo no entra, dejando que sea Pedro, el que ha llegado el último, el que entre el primero. Pero el primero en entrar no se percata de lo que allí ha ocurrido hasta que Juan, entra y entiende lo ocurrido.
2. Para comprender esta escena curiosa tenemos que pensar la situación de las comunidades cristianas a finales del siglo I, que es cuando se escribe el evangelio de Juan. Los grupos iniciales de seguidores de Jesús habían crecido en número y comenzaban a desarrollar formas organizativas. Algunas personas comienzan a detentar la autoridad en la comunidad, los Apóstoles, y se introducen ministerios y funciones. Una excepción era la comunidad de Juan en la que se escribe este evangelio. En esta comunidad más que de la autoridad de los Apóstoles se hablaba de la importancia del discipulado. Todos los bautizados son discípulos. y el discipulado no se sustenta en la autoridad sino en el amor a Jesucristo.
3. Muchos ejemplos traslucen el ideal igualitario de las comunidades de Juan en la que el amor es el criterio decisivo para la vida cristiana. Uno de los más llamativos es que es este evangelio en el que hay más presencia de mujeres a las que además se las adjudica un puesto destacado. En el evangelio de Juan, una mujer, María de Magdala, es la primera que ve al resucitado y es la encargada de anunciar la resurrección a los discípulos.
4. El evangelio de este domingo nos transmite una idea muy importante para la vida cristiana. Es la siguiente. En la vida de la iglesia es importante la organización y el servicio de la autoridad, que en este evangelio está representado por la figura de Pedro. Pero más decisivo que la organización es el servicio y el amor, que está representado en la figura de Juan “el discípulo amado”.
5. El amor es el que hace correr a Juan más deprisa hacia el sepulcro. Y el amor es el que le ilumina para que entienda que las vendas por el suelo son un signo de la resurrección. Pedro, que entró el primero, pudo ver también las vendas por el suelo y sin embargo no le dio importancia.
6. Aunque las estructuras no sean lo principal en la iglesia el evangelio de Juan no las menosprecia. Juan, que llegó primero al sepulcro deja entrar primero a Pedro. De este modo expresa su respeto y consideración a quien detenta la autoridad en la Iglesia.
7. Este evangelio nos recuerda que la iglesia del resucitado no surge donde la organización se impone sobre la vida y el amor. Pero tampoco surge donde se desprecia y olvida la necesidad de formas organizativas. La iglesia del resucitado surge allí donde el amor y la vida inspiran y animan la organización. Nuestra Iglesia será la Iglesia del resucitado si todos sabemos poner vitalidad y la fuerza del amor en nuestra fe.
8. No es la buena organización, los medios técnicos, lo que garantiza el buen funcionamiento de la Iglesia. Todo ello es necesario pero la Iglesia del resucitado está allí donde los cristianos abrimos a otros a la esperanza. Está allí donde los cristianos tenemos el valor y la fuerza de apostar por un mundo en el que no se margine a nadie. La Iglesia del resucitado está allí donde los cristianos corren a servir a los otros, sobre todo a los más necesitados. La Iglesia del resucitado está allí donde los cristianos ayudamos a otros a quitarse las vendas: las de los ojos que impiden ver y las de las heridas del amor. La Iglesia del resucitado, en definitiva, está allí donde el amor vence sobre el mal.