May
Homilía III Domingo de Pascua
Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)
“ Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Mucho se ha escrito a lo largo del tiempo sobre este pasaje del Evangelio. Ello se debe a que constituye una verdadera y propia catequesis para los cristianos de segunda generación; para los cristianos que ya no conocieron al Jesús histórico y que se preguntaban cómo podían reconocerlo ahora, en su realidad eclesial del momento.
Estamos llamados a una historia de encuentro personal con Jesús Resucitado.
El camino entre Jerusalén y Emaús no es sólo un camino físico, es el camino de nuestra vida cristiana, es el camino donde nos encontramos con Jesús. Es el camino donde Jesús se hace presente sin que sepamos cómo ni cuándo ni de qué manera, pero siempre con un mismo fin: darnos la vida eterna y abrirnos, si nos dejamos, los ojos. Este encuentro es único e irrepetible para todos nosotros. Si nos fijamos en los evangelios que hacen referencia a las apariciones de Jesús Resucitado cada uno narra una modalidad diversa de encuentro: ángeles, la apariencia de jardinero, un simple viajero más… pero en todos Jesús regala dos cosas a sus encontrados: la paz y el don de la fe. Hay muchos tipos de encuentro, tantos como personas, pero un único regalo: la vida en Cristo Resucitado.
Jesús escucha y dialoga.
Es curiosa la actitud de Jesús Resucitado en el Evangelio de este domingo: se acerca, se hace el encontradizo y escucha a los peregrinos. Todo un Dios, antes de revelar el mensaje profundo de las Escrituras a los hombres y de abrirles los ojos, lo primero que hace es escuchar, preguntar, interesarse por la historia del hombre. Antes de hablar de Dios tenemos que escuchar qué es lo que dice la gente de Dios, cuales son sus temores, sus penas, sus lugares oscuros donde Dios se puede hacer presente. Ahí es donde la predicación del Resucitado tendrá su fuerza y su sentido.
Pero, en definitiva: ¿en qué momento nos encontramos nosotros de este camino de Emaús?
En el evangelio se nos muestran tres características de los hombres que se han encontrado con el Jesús Resucitado, de los hombres nuevos, de los hombres de la nueva Creación. Estas tres características nos pueden ayudar a situarnos en el punto donde nos encontramos de nuestra vida cristiana, de nuestro camino de Emaús particular:
1. «tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron…» La Eucaristía es un lugar privilegiado de encuentro con el Resucitado. En el memorial de su Pasión y Resurrección se leen las Escrituras teniendo como punto de fuga su Persona y se parte el pan que es su Cuerpo. La Eucaristía es el momento de encuentro entre los cristianos y de estos con Cristo, es el momento en que la comunidad cristiana proclama su fe. La dimensión necesariamente personal del encuentro con Cristo, de la que antes hablábamos, y la dimensión comunitaria de celebrar la fe no son contradictorias, son complementarias. La fe, la apertura de los ojos a la Verdad, es un acto personal que se vive en comunidad.
2. «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Otro de los lugares privilegiados del encuentro con el Resucitado es la Escritura. Siempre los evangelistas nos remarcan esta verdad, la verdad de cómo Cristo ha venido al mundo según las Escrituras y ha cumplido todo lo que ellas decían sobre Él. El misterio del Cristo Resucitado ya se encontraba en las Escrituras aunque velado. Es por ello que ahora que se nos ha desvelado vemos su profunda verdad y se nos puede enardecer el corazón.
3. «Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén» El encuentro con el Jesús Resucitado es un cambio de 180 grados en nuestras vidas. Los discípulos de Emaús dan media vuelta en su camino y vuelven a Jerusalén. Dejan la paz de la pequeña villa por la inseguridad de la ciudad. Vuelven a los lugares donde han sufrido la muerte de Cristo y donde seguro tenían miedo a que a ellos también les sucediera algo parecido. Pero Cristo Resucitado les hace desaparecer los miedos y volver hacia lo que huyen. Y esta vuelta tiene un fin muy simple: anunciar al Cristo, compartirlo, dar testimonio.
Podemos decir que si aún no vemos a Cristo Resucitado en la Escritura, no se nos llena de fuego nuestro corazón al oír su Palabra y no somos capaces de enfrentar nuestra vida con el Resucitado como centro y mensaje, aún estamos en nuestro propio camino de Emaús. Esto no quiere ser un motivo de desaliento, sino el constatar una oportunidad, la oportunidad que nos ofrece, nunca sabemos cómo, Cristo de hacerse el encontradizo en nuestras vidas y caminar a nuestro lado hasta donde nosotros le invitemos a quedarse.
Porque tal y como se cantó la noche de Pascua, iluminado nuestro templo sólo con la luz del Resucitado y rodeados por la tiniebla del camino: «Nihil enim nobis nasci profuit, nisi redimi profuisset»: ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados?