Ene
Homilía II Domingo de Navidad
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Eclesiástico 24,1-4. 12-16)
Marco: Este fragmento forma parte de un bloque consagrado a la excelencia y postulados sociales de la Sabiduría. Y más en concreto a la sabiduría en Israel y sus frutos.
Reflexiones.
1ª) ¡La sabiduría se gloría en medio de su pueblo!
La sabiduría hace su propio elogio, se gloría en medio de su pueblo. Dios envía su Sabiduría, que actúa especialmente por medio de los profetas, para que sea el faro de su pueblo en el camino de la salvación. No es don personal o privado, sino un don para toda la comunidad de los elegidos. Dios ha querido realizar su salvación a través de un pueblo y para este pueblo envía la Sabiduría como un faro iluminador. Entonces y ahora seguimos necesitando la Sabiduría de Dios que es a la vez un don y una experiencia.
2ª) ¡La Sabiduría colaboradora del Creador del universo!
Entonces el Creador del Universo me ordenó, el Creador estableció mi morada: Habita en Jacob, sea Israel tu heredad. La Sabiduría era el Arquitecto de la Creación. Dios miraba a su Sabiduría-Palabra cuando creaba el mundo. Por medio de ella fue creado todo y sin ella nada se hizo. Estuvo presente en la historia. Y está ahora presente en Jesús de Nazaret "de modo corporal". En este Domingo intermedio se nos invita a reflexionar detenida y reposadamente en la maravilla de la Encarnación: presencia de la Sabiduría-Palabra de Dios en un Niño indefenso, débil, pero "templo personal de la sabiduría". Contemplando limpiamente la creación contemplamos la Sabiduría de Dios. Los ecologistas son invitados a contemplar este acontecimiento para que su encuentro con la naturaleza sea más pleno, más limpio y más auténtico al descubrir que es la plasmación amorosa y sabia de un proyecto de Dios. Esta fuerza motriz empujaría a todos a contemplar y respetar la naturaleza como un precioso don y un espejo de esa Sabiduría amorosa de Dios.
3ª) ¡Echó raíces en un pueblo glorioso!
Eché raíces en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad. La presencia de la Sabiduría-Palabra no es temporal ni intermitente. Es más bien estable y permanente. La imagen "echar raíces" sugiere esta seguridad y continuidad. Habita en medio del pueblo y para siempre. El pueblo de Israel pudo gozar de este don. Y ahora, en nuestro tiempo en que todo parece provisional recibimos un mensaje consolador y exigente que denuncia y urge. La Sabiduría echa raíces profundas en la Iglesia y en los creyentes. Podemos recurrir a ella en los avatares y situaciones difíciles y complejas de la vida. Está ahí, cerca, caminando codo a codo con nosotros. Es necesario abrirse, hacerle espacio, habituarse a contemplarla. Ella no se va y es siempre luz. Y nuestro mundo la necesita.
Segunda lectura: (Efesios 1,3-6.15-18)
Marco: Es la introducción a la carta a los Efesios en que se desarrolla el misterio de Cristo y de la Iglesia.
Reflexiones
1ª) ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo!
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales en el cielo. La bendición es un elemento esencial de la historia de la salvación: la bendición a nuestros primeros padres: "creced y multiplicaos"; la bendición a Noé: "no enviaré más diluvios sobre la tierra"; la bendición a Abrahám: "en ti serán bendecidas todas las familias de los pueblos"; la bendición a Judá: "de ti haré surgir a quien ostente el cetro de mando"; la bendición a David: "te haré una dinastía eterna". Nuestro Dios es un Dios de bendición y de paz. Y lo sigue siendo. El mundo no es objeto de maldición. Hoy sigue vigente la bendición de Dios. Los creyentes somos convocados a ser testigos de esta bendición y expresarla con la vida y la palabra. La bendición produce el fruto de la felicidad y del gozo que tanto necesitan los hombres de nuestro tiempo que se sienten vacíos y atenazados por la ansiedad. Dios está ahí hecho bendición para todos en Jesús que se hizo hombre real para estar en medio de los hombres de todos los tiempos. Y esto es posible por el misterio pascual, por eso no se puede vivir la Navidad sin la Pascua y el don del Espíritu.
2ª) ¡Hijos adoptivos de Dios por Jesucristo!
Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo, conforme a su agrado; para alabanza de la gloria de su gracia. Esta parte de la Carta a los Efesios es un himno que repetimos con frecuencia en la Oración de Vísperas. Y contiene una serie de pasos que recogen el proyecto de Dios sobre los hombres realizado en Jesús: elección, predestinación, redención, adopción filial. ¡Somos hijos adoptivos de Dios! Dios ya no contempla al hombre directamente, sino a través de su Hijo. Con lo que el hombre puede vivir en la segura esperanza y confianza filial de que siempre será contemplado amorosamente por Dios. En nuestro mundo es necesario insistir en esta realidad. El hombre moderno, en todos los niveles, se siente excesivamente seguro en sí mismo y a la vez experimenta la profunda fragilidad que le rodea. Los creyentes somos invitados a trasladar al hombre de hoy, también a todos los niveles y en todas las situaciones, esta seguridad. Precisamente porque es imagen de Dios en Cristo Jesús el hombre posee tantas posibilidades que las ciencias le ayudan a descubrir. El verdadero creyente se alegra y celebra todos los inventos de los hombres que promueven la paz y el bienestar de todos.
3ª) ¡No ceso de dar gracia en mi oración!
Yo que he oído hablar de vuestra fe en Cristo, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración. Pablo y su redactor-colaborador al escribir esta Carta, abre su corazón en la acción de gracias por estas maravillas de la gratuidad de Dios. El Apóstol nos invita en este Domingo a prorrumpir en la acción de gracias por las celebraciones que estamos realizando. No son realidades del pasado; se hacen eficaces ahora, en este momento de nuestra historia. Esto significa la celebración sacramental del acontecimiento del pasado llevado a su plenitud en la Pascua y el don del Espíritu. Hoy también debemos prorrumpir en una gozosa y profunda acción de gracias.
Evangelio: (Juan 1,1-18)
Marco: Es el prólogo del Evangelio según san Juan en el que se recogen gran parte de los temas que desarrolla en el cuerpo de su escrito. Está estructurado en la forma que los semitas llaman quiasmo: todo está en función de un centro que se resalta especialmente. En este caso son las palabras: los que acogen la Palabra adquieren el derecho-poder de llegar a ser hijos de Dios (vv. 12-13). El prólogo es una síntesis de las actuaciones de la Palabra. La Palabra se hizo historia (hombre) para que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios.
Reflexiones
1ª) !La Palabra del Padre dirige la historia de los hombres!
La Palabra estaba junto a Dios... Por medio de ella se hizo todo... Era la Luz verdadera que alumbra a todo hombre... Al mundo vino y en el mundo estaba. El relato de la creación (Gn 1) nos enseña que Dios lo hizo todo por la Palabra y el Espíritu. La Palabra que existía más allá del "principio", es decir, más allá del tiempo. En nuestro lenguaje es lo mismo que decir que era eterna. Los hebreos acostumbran a pasar de lo concreto a lo universal por abstracción temporal, es decir, retrocediendo hasta un punto en el que comienza el tiempo. Lo que hay más allá de este comienzo temporal es lo eterno y los trascendente. La Palabra pertenece a la eternidad y estaba al lado de Dios y era Dios verdadero. Es Dios y es Creador. Esta presencia de la Palabra en la creación entera ha dejado su huella, su presencia misteriosa sin confundirse en su naturaleza con ella. El evangelista de su presencia en la historia de todos los hombres sin excepción, porque todos existen y son hombres por la Palabra y el Espíritu. Toda la humanidad es invitada en el acontecimiento del Nacimiento de Jesús a contemplar en aquel niño el sentido profundo de su propio ser. La Iglesia quiere que el día de Navidad dirijamos una mirada respetuosa y amable a la creación. Se nos puede antojar algo desconcertante: ¡Ese niño es la Palabra eterna de Dios por la que lo creó todo! desconcertante pero cierto. El creyente ha de ser un testigo de estas profundas experiencias entre los hombres. Se invita a los creyentes a mirar de otro modo a los hombres procedan de donde procedan. ¡Qué distinta sería nuestra Navidad si no nos perdiéramos en ruidos y superficialidades y entraremos en la hondura del acontecimiento real!
2ª) ¡La palabra habitó en el pueblo de Israel!
Vino a su casa y los suyos no la recibieron. El Génesis (12.2-3) recuerda que Dios llamó a Abraham para una gran misión. Con Abraham nace un nuevo pueblo, el pueblo de Dios. Este pueblo se constituye por una palabra expresada en promesa y alianza; se consolida en el desierto por una palabra-alianza; sigue su proceso hacia el futuro alimentado por una palabra-promesa mesiánica; y nunca le faltó la presencia de los pregoneros que fueron los profetas encargados de actualizar y enriquecer la presencia de la palabra en Israel. Sabemos que la historia de la salvación fue una constante dialéctica de fidelidad a su palabra (Dios) y rechazo de la misma (pueblo). Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero Dios sigue adelante con su proyecto. Y hoy celebramos en el sacramento la presencia definitiva de esta palabra. El evangelista sintetiza en una sola frase toda la historia de la salvación recogida en los libros del Antiguo Testamento. La historia de la salvación se escribió para nuestra enseñanza. Todas estas cosas que les sucedieron a ellos eran como ejemplo para nosotros y se han escrito para escarmiento nuestro, que hemos llegado a la plenitud de los tiempos (1Cor 10,11). Los creyentes podemos entrar en diálogo con la Palabra más directamente por la presencia humana en Jesús. Nuestro mundo necesita esa palabra de aliento, de humanización y dignificación. Una palabra que le abra al horizonte que Dios ha preparado para los hombres. Nos urge hacerla presente, tangible, creíble. Y esto es tarea de los discípulos de Jesús hoy.
3ª) ¡La Palabra se hizo hombre-historia!
La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros. El evangelista piensa en la vida de los nómadas que se desplazan según las exigencias de sus rebaños levantando y plantando la tienda siempre que sea necesario. La palabra eterna de Dios habita entre los hombres como en una tienda. No significa que su presencia sea sólo temporal. Significa que está siempre en movimiento. Que la Encarnación, el Nacimiento de la Palabra se ha realizado para llevar al hombre a la meta final. Pero para ello ha asumido nuestra propia naturaleza en todo menos en el pecado (Hb 4,15). Las expresiones del evangelista sugieren, dentro del marco de la antropología hebrea, que la Palabra se ha hecho hombre con toda su capacidad de sufrimiento, de comunicación y de solidaridad. Y este pensamiento es importante para el enfoque de nuestra vida. La celebración de la Navidad nos permite actualizar hoy aquel gesto incomprensible pero verdadero. En nuestra peregrinación por este mundo alguien camina junto al hombre, junto a todo hombre. El creyente es llamado para hacer visible esta verdad tan necesaria para el hombre.
4ª) ¡La acogida de la Palabra nos da derecho a ser hijos de Dios!
Pero a cuantos la recibieron, les da poder-derecho para ser hijo de Dios. Todo el proceso de la Palabra eterna en la creación, en la historia de los hombres, en la historia de Israel y en la Encarnación tienen una finalidad que a los que la reciben les da poder-derecho a ser hijos de Dios. Esta es la gran novedad de la Encarnación en el pensamiento del evangelista. Dios ha revelado su Palabra y la ha enviado al mundo para nuestra salvación. La salvación de los hombres, el reencuentro con Dios que le permitirá conseguir su plena humanización y su dinámica comunión con los demás, ha sido la finalidad de todos los dones de Dios. Especialmente del don de la Encarnación y presencia de la Palabra en un hombre. Así cierra el evangelista su relato: Esto ha sido escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis en él vida eterna (Jn 20,31). El hombre, además de ser imagen de Dios por la presencia de la Palabra y del Espíritu, es su propio hijo adoptivo con todos los derechos: Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rm 8,17). Esta es la verdadera Navidad. Somos invitados a disfrutarla profundamente, a compartirla generosamente, a actualizarla constantemente en el medio vital que nos ha tocado en suerte vivir. Esta estilo de vivir Navidad es el que necesita el hombre de hoy en realidad, aunque no lo acabe de comprender. Y nosotros, como los pastores, somos invitados a comunicar a todo el mundo lo que hemos visto (creído) y experimentado.