Jun
Homilía X Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)
“ Dios ha visitado a su pueblo ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios ha visitado a su pueblo
El milagro que ha hecho Jesús, ante sus discípulos, el gentío que va con ellos, y la multitud que acompañaba el féretro, es un signo clamoroso del reinado de Dios, que devuelve la vida a un joven, pero que llega también para una mujer viuda, desvalida, que había perdido su última esperanza. Nada hay imposible para Dios, pues tiene poder sobre la misma muerte. Jesús manifiesta el poder y la misericordia de Dios resucitando al hijo de la viuda, y lo hace por su propio poder: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”; y a la madre desconsolada devolviéndole la esperanza: devuelto su hijo a la vida, “se lo entregó a su madre.
Ni se queda ahí el efecto de la acción milagrosa de Jesús. “Todos, sobrecogidos, daban a gloria a Dios: un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. Los milagros del Evangelio no son nunca reclamos publicitarios, nunca los hace como exhibición. Exige la fe en los interesados, buena voluntad y deseos de encontrar a Dios. Esta finalidad de hacer nacer o aumentar la fe, es el telón de fondo la actividad prodigiosa de Jesús. Con sus milagros quiere eliminar las miserias de los hombres devolviéndoles la salud, la vida, pero también y sobre todo quería darles a entender que había venido a traerles la salvación. Su finalidad no era suprimir la muerte, sino vencerla. El mensaje de Cristo es anunciar una vida sin fin. En Jesús Dios ha visitado y redimido a su pueblo. Es lo que sintieron los que presenciaron la acción milagrosa que a todos exaltó y llevó a proclamar que Dios estaba con ellos.
Se dignó revelar a su Hijo en mi, dice Pablo, para que yo lo anunciara a los gentiles (Testimonio de Pablo a los Gálatas).
La aparición de Cristo a Pablo, sobre el camino de Damasco, implica su conversión, la vida de Jesús resucitado sale a su encuentro. Pablo queda transformado radicalmente y comienza una nueva vida, no como la del hijo de la viuda de Naím ni la de Lázaro a quien Jesús devolvió la vida. No se trata de la recuperación de un muerto, sino de la total transformación en Dios. No es una vuelta a la vida terrena, sino de pasar la vida bienaventurada al lado de Dios, a una vida transformada que sobrepasa todos los esquemas humanos: la vida nueva en Jesús resucitado.
Ese es el Evangelio que Pablo ha recibido del mismo Cristo, con el encargo de anunciarlo a los gentiles, a los de lejos. Los muertos resucitan y la experiencia de la Resurrección de Cristo es para Pablo garantía de nuestra resurrección. Cristo ha resucitado de entre los muertos, “como primicias de los que duermen” y por eso nosotros resucitaremos con él.
Nosotros somos también, como Pablo, de los que creen sin haber visto.
El encuentro de Pablo con Jesús resucitado en el camino de Damasco tiene lugar en nosotros en el momento del bautismo que nos hace vivir una “vida nueva”, aquí y ahora en nuestro mundo, y nos da la seguridad de que “el que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a nuestros cuerpos mortales” (Rom 8, 11).
Desde la dicha de creer en Jesús resucitado sin haberlo visto (Jn 19,29), llevemos a los que no creen ni esperan un poco de luz, de vida nueva, de amor, solidaridad y comprensión. Como Jesús, permanezcamos siempre cerca de los que sufren y sienten dolor, de los pobres y de los abandonados.