Ago
Homilía XVIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)
“ Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Tema general: el milagro del maná en el desierto como anticipo y anuncio de Jesús verdadero maná como Sabiduría del Padre que aporta la vida a la humanidad.
Primera lectura: Exodo 16,2-4.12-15.
Marco: en el relato del Exodo, los capítulos 16-18 describen la primera fase de la travesía por el desierto hasta las laderas del Sinaí. En este itinerario aparece el tema del maná como respuesta a las protestas y murmuraciones del pueblo. El maná aparece como un signo de la solicitud de Dios y, también, como una prueba que garantiza la misión de Moisés como enviado de Dios, profeta y libertador.
Reflexiones:
1ª: ¡El maná, una prueba para el pueblo!
Yo haré llover pan del cielo... lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. El desierto es presentado en el Libro del Exodo como un realidad ambivalente: por una parte, es el lugar de las revelaciones de Dios, de la cercanía de Dios, de la providencia solícita con su pueblo. Pero, por otra, es el lugar de los enfrentamientos con Moisés el enviado de Dios, el lugar de las carencias, de las añoranzas dirigiendo la mirada hacia atrás. Es un lugar donde la conquista de la libertad es peligrosamente puesta en entredicho. Este acontecimiento del maná es uno de tantos momentos en que aflora esta realidad en forma de murmuraciones contra Moisés y contra el propio Dios. El camino hacia la conquista de la libertad y la entrada en la tierra prometida es largo y dificultoso. Las narraciones épicas el Exodo no esconden esta realidad. Forma parte de la historia de la salvación. La aceptación del plan de Dios conllevó mucha oposición. En realidad no era fácil la tarea. Pero la libertad tiene siempre un precio. Dios sabe muy bien a donde quiere conducir a su pueblo y para qué. Por eso su proyecto se realizará en contra de todas las oposiciones. Aunque el relato recuerda cómo Dios condesciende una y otra vez ante la rudeza de su pueblo. Dios no impone, sino más bien exhorta, amonesta, solicita. Quiere y espera del hombre una respuesta libre y amorosa. Más tarde se hizo del desierto un lugar preferido porque en él se experimentó la cercanía de Dios y en él se estipuló la Alianza. Por eso el signo del maná es presentado por el autor del Libro del Éxodo como una prueba. Dios quiere de su pueblo algo mucho más importante, como es el establecer con él una alianza definitiva (tema de los capítulos 19 y siguientes). Pero todo esto lleva un riesgo que el pueblo no está dispuesto a aceptar. Tiene una visión demasiado concreta y materialista de la vida. Entender la fe como encuentro personal con el Dios providente y solícito no era tarea fácil. El camino de la fe está sembrado de pruebas y debates. Es necesario abrirse totalmente al Dios que sólo busca, en su encuentro con el hombre, humanizar y abrir caminos de esperanza para el hombre mismo.
Segunda lectura: Efesios: 4,17.20-24.
Marco: Segunda parte del capítulo 4 cuyo tema es la vida nueva en Cristo.
Reflexiones:
1ª: ¡Fuerza renovadora de la fe en Jesús¡
Dejad que el Espíritu renueve vuestra mentalidad y vestíos de la nueva condición humana. La verdad que el creyente recibe con la fe cristiana no le aleja del mundo, sino que le capacita para interpretar el mundo y la historia desde otros presupuestos, desde otra visión y desde otro horizonte. La esperanza cristiana no exime al hombre de su compromiso temporal, pero le ofrece la clave de interpretarlo y asumirlo desde la fe. Ofrece a este hombre otro modo de entender el cotidiano vivir. La fe proporciona al hombre una nueva condición humana porque tiene fuerza humanizadora. El autor de esta carta recuerda a los efesios que el cambio para ver y entender el mundo de una forma nueva es una gracia, por unas lado, y una urgencia que el propio mundo necesita, por otro. Por lo que podemos leer en las cartas paulinas, sabemos que los creyentes siguen viviendo en sus casas en medio de los ciudadanos con lo que convivían antes. El Evangelio les ha proporcionado un cambio de mentalidad, no de domicilio. Y ese cambio de mentalidad favorece y posibilita la verdadera humanización del mundo. El autor de la carta remite al proyecto original de Dios sobre el hombre: es su imagen. Cristo Jesús ofrece al hombre el reencuentro con su origen, siempre según el modo de entender al hombre la Escritura. Dicho en términos un poco más técnicos quiere decir que la obra escatológica de Cristo conecta con la protología o proyecto original de Dios.
Tercera lectura: 6,24-35.
Marco: seguimos leyendo el capítulo 6 de Juan cuyo tema general insiste en Jesús como el verdadero Pan vivificante. El trasfondo de la discusión que se entabla entre Jesús y los judíos es el maná de que habla la primera lectura. Esta primera parte del discurso entiende y desarrolla el tema de que Jesús es el Pan vivificante como Sabiduría y Palabra de Dios que se recibe mediante una adhesión personal.
Reflexiones:
1ª:¡Creed en el Enviado de Dios porque es portador de vida!
Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado. Jesús les acaba de reprochar que le buscan no porque hayan visto el signo, sino porque comieron pan hasta saciarse. En estas afirmaciones del evangelista se deja traslucir cómo entiende él los signos. Aunque son realidades en sí mismas, tienen una significación en función de la propia misión y persona de Jesús. En la comprensión de Juan, Jesús es la Palabra que ha venido a este mundo para dar vida a la humanidad. Los signos son un punto de partida. Pero los judíos no entienden. Una característica del estilo narrativo de la escuela joánica es utilizar frecuentemente el así llamado malentendido, es decir, que se establece un doble plano en las conversaciones de Jesús con sus interlocutores y la comprensión se hace muy difícil. El malentendido de sus interlocutores queda expresado en la frase: Señor, danos siempre de ese pan, es decir, el multiplicado, el que dura para siempre, el que continúa el milagro del maná; pero el pan que ofrece Jesús que es él mismo. No es fácil transcender la materialidad y entrar en el misterio de Jesús. Los judíos, en este caso, piensan en la multiplicación de los panes como una evocación del milagro del maná en el desierto y, en su lógica, estiman que Jesús sería un nuevo Moisés que debería cumplir la promesa y, por tanto, debería repetir y prolongar el milagro del maná. Pero Jesús quiere llevarles a otro plano: él viene a restaurar la vida humana según el plan de Dios. Es necesario e imprescindible el compromiso temporal de los creyentes (signo) porque es el punto de partida visible, porque es la traducción del amor sincero de Dios, aunque no es un fin en sí mismo sino una condición para conducir al hombre a otras realidades más permanentes. El compromiso temporal y la solidaridad son necesarios e imprescindibles, como nos recuerda el propio Juan en su primera Carta: Hijos míos, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad. Pero, para un creyente en Jesús, no son un fin en sí mismos, sino camino y expresión del auténtico amor cristiano..
2ª:¡Es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo!
Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Acaban de recordar los interlocutores que los padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo. La respuesta de Jesús es presentada por el evangelista Juan en la forma de un midrás. es decir, una interpretación actualizante de la Escritura con aplicación al momento actual. Es conveniente transcribir el midrás completo para saborear su sentido, ya que en el texto actual está partido por un nuevo redactor que revisó el evangelio joánico. Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”. Jesús les replicó: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo... Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivificante que ha bajado del cielo (vv. 31-33.48-51) Observemos la fuerza de la argumentación de Jesús: Moisés no os dio pan del cielo, es el Padre el que da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que da la vida al mundo. Obsérvese el tiempo de los verbos: cuando habla de Moisés se afirma “no dio” y cuando se habla del Padre “da” (ahora) en Jesús el “verdadero” pan del cielo. La continuación lógica de este texto está en los versículos 49-51 (continuación lógica del midrás): los padres comieron el maná pero murieron; el que come del pan ofrecido por Jesús, que es él mismo, vivirá para siempre. Está en juego el don más preciado del hombre que es la vida. El signo distintivo es la vida para siempre. Del cielo no puede bajar la muerte, porque en el cielo no hay muerte. Del cielo sólo baja la vida, porque en el cielo solo hay vida. Por tanto, sólo Jesús ha bajado del cielo porque El aporta la vida al mundo. El maná era sólo una imagen, una prefiguración, pero no procedía del cielo. Jesús-maná sí aporta la vida. Y lo hace en virtud de su cualidad de Sabiduría del Padre tal como aparece en la expresión genuinamente sapiencial “el que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí no pasará nunca sed”. Jesús-Sabiduría del Padre es la respuesta a los anhelos más profundos del hombre en su proyecto de vida.