Dom
6
Oct
2019

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

Auméntanos la fe

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?

Seguro que muchas veces nos hemos enfrentado a la situación que está atravesando el profeta Habacuc. Miramos alrededor y solo vemos injusticias, inequidades, la maldad impera y la injusticia es quien se lleva el gato al agua. Mientras tanto, quienes intentan vivir con justicia, tratar bien a quienes les rodean y ser justos en sus vidas solo reciben palos. Entonces nos paramos y agarrándonos la cabeza en un gesto de impotencia gritamos, por si alguien nos escucha: “¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Te gritaré: "Violencia", sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?”.

Pero el profeta recibe una respuesta de Yahvé, su Dios. “Tranquilo, Habacuc. La solución va a llegar. No todavía, pero ya se está cociendo”, le dice: “la visión espera su momento, se acerca su término y no fallará”. Y le confirma: “El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe”. Y le pide, anótalo para que quede por escrito, para que se sepa para siempre. Esto pasará.

La pregunta por la injusticia y el mal es común al ser humano y tan antigua como la vida. Preguntarse, por tanto, es lícito. Lo que no está claro siempre es de dónde vendrá la respuesta y cuál será su naturaleza. Las personas creyentes clamamos a Dios, a veces, no para que nos responda sino para que solucione nuestros problemas. Y parece que, tanto el texto del profeta Habacuc como la lectura del evangelio de este día nos dicen que la solución no es esa. No es Dios quien va a actuar por nosotros. Su mano está dispuesta a ponerse de nuestro lado, pero solo si recordamos que nuestra tarea no puede hacerla nadie.

“Si tuvierais fe como un granito de mostaza...”. No es Jesús quien nos soluciona la vida. Somos nosotros quienes tenemos que acercarnos a la morera y cambiarla, quienes estamos llamados a transformar la realidad, a trabajar frente a las injusticias, a cambiar el paisaje con nuestro esfuerzo. Con su apoyo, con su Luz, con su fuerza, y en comunidad -si tuvierais VOSOTROS, dice el texto-, pero sin olvidar que la tarea es nuestra.

Reaviva el don de Dios

En su segunda carta a Timoteo, Pablo le habla como un padre y un acompañante de los de ahora. De esos que han aprendido que se consigue bastante más con un refuerzo positivo que con uno negativo. Y por eso le recuerda y nos recuerda, qué debemos hacer para poder seguir en este camino de la fe que, a veces, se nos hace cuesta arriba si nos vemos envueltos en dificultades, injusticias o problemas.

Los verbos empleados en el texto son de lo más explícitos: reaviva, no te avergüences, toma parte, ten delante, vive, con fe y amor, guarda. Son todo verbos que llaman a la acción, a no esperar que nos llegue la salvación, sino a trabajar por ella. Y el texto es tan rico que quizás solo es necesario hacer una lectura detenida y detallada, y alguna que otra glosa:

“No te avergüences de dar testimonio...”, aunque habrá momentos de esos también.

“Toma parte en los duros trabajos del Evangelio...”, porque a veces se harán duros, claro que sí.

“Ten delante la visión que yo te di... y vive con fe y amor en Cristo Jesús”, y como dice el anuncio: “What else?” (¿Qué más?).

Todo ello, sin descuidar que no hemos recibido un espíritu cualquiera, sino uno que nos envía con fuerza: “Porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio”.

¡Qué preciosidad!, ¿no?

Y para terminar, un último deseo de padre que casi parece despedirse: “Guarda este precioso depósito con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”.