Mar
Homilía IX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)
“ El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el Reino de los Cielos ”
Comentario bíblico
de Fray Miguel de Burgos Núñez - (1944-2019)
I.a Lectura (Deuteronomio 11,18.26-32): Los mandamientos deben experimentarse como bendición y no como maldición
Ya sabemos cómo las filacterias (tefilín, en hebreo) son llevadas por los judíos ortodoxos; ahora cuando van al muro de las lamentaciones para orar (no las deben llevar los sábados y en las grandes fiestas, sino en los días ordinarios). Y es de aquí y de textos como Ex 13,9.16;Dt 6,6 de donde procede esta tradición. Los varones, cuando ya han llegado a la mayoría de edad a los 13 años y son"hijos del mandamiento" (por la ceremonia del Bar Mitzva), están llamados a leer los mandamientos y a llevarlos a la práctica.
El problema es que esto se quede en lo externo, como sucede muy frecuentemente en el ámbito de toda institución religiosa, por lo menos para judíos y cristianos. El texto del Deuteronomio, no obstante, nos invita a otra cosa, a vivir los mandamientos de Dios como bendición. El peligro de una religión de la exterioridad ya no seduce. Y debemos reconocer de que a pesar del v. 18, el texto de hoy quiere que vivamos una religión de experiencia interior, de conciencia profunda: ahí es donde se entienden los mandamientos como bendición de Dios para vivir en consecuencia, sin buscar "ídolos" que roben el corazón.
II.a Lectura (Romanos 3,21-28): La justicia salvífica de Dios
Henos aquí ante uno de los textos germinales de la carta a los Romanos y de la teología de Pablo. Con Rom 5 se abre una sección muy específica de esta carta paulina; una sección que llegará hasta el final de Rom 8, el corazón de la misma. En nuestro texto, los términos de la "justicia" (dikaiosine) y de la "fe" (pistis) son elementos angulares de esta sección primera. Se habla de la justicia divina que nos salva por medio de la fe que ponemos en Cristo. Es la tesis decisiva del apóstol para proclamar el evangelio en el mundo pagano, sin necesidad de recurrir a la ley del AT. Pero debemos hacer notar que los términos por sí mismos, es decir, hablar de justicia y de fe, sin tener en cuenta a Cristo no serviría de nada. Pablo, pues, revoluciona su judaísmo hasta los tuétanos: ya no es necesaria la ley para salvarse. Dios ha empezado un camino nuevo y decisivo para que la gracia borre el pecado, puesto que el pecado domina el mundo y Dios no quiere otra cosa que la salvación de toda la humanidad.
El apóstol implica, por igual a Dios y al Cristo en la iniciativa de la salvación. Entonces ¿qué puede hacer el ser humano? Creer, o lo que es lo mismo, confiar en Cristo, en su palabra, en su vida, en su entrega amorosa. Y aunque Pablo se ha valido de las expresiones sacrificiales (que muchas veces no han empobrecido o desviado teológicamente esta cuestión) de cómo Dios "ha entregado" a su Hijo a la muerte, la verdad de todo ello es que se desmonta una concepción religiosa que deja todo a la iniciativa divina y a la misma "fidelidad de Jesús", tanto a Dios como a sus henuanos los hombres. Así es como se expresa el apóstol que antes de su conversión había confiado tanto en la ley. Eso, pues, significa cambiar la ley por la gracia como decisión divina, que él apoya en la misma ley y en los profetas; es decir, en su manera de interpretar el AT y la religión de sus antepasados de una forma nueva.
Evangelio (Mateo 7,21-27): El Reino y la voluntad de Dios
Nuestro texto tiene dos partes bien diferencias: 1) los vv 21-23 y 2) los vv. 24-27. Aunque estamos frente a un texto de Q (cf Lc 13,26 y especialmente Lc 6,47-49), reconoceremos inmediatamente que la primera parte (vv. 21-23) tiene conexión con el juicio de la naciones de Mt 25, donde el Hijo del hombre aparece como juez de las naciones. Lc 13,26 es una variante, desde luego, que nos presenta a itinerantes que comieron con Jesús, pero el sentido escatológico es el mismo. En el caso de decir "Señor, Señor" y no hacer nada tiene un contexto previo que se refería a los falsos profetas ("por sus frutos los conoceréis"), pero que ahora se aplica en general a la comunidad y en este sentido lo debemos interpretar. Esto vale no solamente como criterio ético de comportamiento, sino también como realidad personal que debe empapar la vida de los seguidores de Jesús. El compromiso cristiano, como el de cual-quier religión, es un imponderable. No se puede entender una religión desde la pasividad del culto, o de la defensa ideológica de doctrinas que no llegan ni cambian el corazón. En ese caso cualquier cristiano sería como uno de esos falsos profetas de los que nos habla el contexto de Mt 6.
A continuación, el texto de hoy, nos ofrece esa doble parábola de los cimientos: una en sentido positivo y la otra en sentido negativo, o lo que es lo mismo edificar sobre roca y edificar sobre arena. Se piensa que el texto de Mateo, más semítico en sus expre-siones, podría estar más cerca del tenor original de las palabras de Jesús. Tenemos ejemplos de este tipo entre los rabinos, en su aplicación de estudiar la Torá, la ley, y ponerla en práctica en sus preceptos. En el caso de esta doble parábola del evangelio, conservada sin duda en los círculos de Q, la referencia, es "mis palabras", es decir, las de Jesús. Así se pone fin el famoso Sermón de la Montaña en Mateo (lo mismo sucede en Lc 47-49 en el sermón del llano) y así cobra sentido esta parábola en su doble versión de roca y arena. Esta conclusión, pues, viene como anillo al dedo para pasar del escuchar a Jesús a actuar en la vida de cada día.
La ortopraxis del judaísmo se refleja en esta formulación, no cabe duda. En el ámbito de la comunidad cristiana se asume de la misma manera, aunque ahora sabemos que ya no se trata de la ley y sus preceptos lo que tenemos que poner en práctica, sino las palabras de Jesús e incluso el "imitar su vida" en el seguimiento. Esta diferencia, en este caso, no se percibe tan claramente. Deberíamos pasar a Pablo para poder percatarnos de esta divergencia y especialmente si tenemos en cuenta Rom 7 cuando desarrolla su tesis teológica y ética de que la Ley solamente te exige su cumplimiento sin darte fuerzas ní permitir excusas. Por el contrario en el ámbito cristiano debemos contar con "la gracia" en el caso de que no se pueda poner en práctica lo que Dios pide. Esa es la diferencia que, sin duda, debemos resaltar entre la ortopraxis judía y la ortopraxis cristiana. Y aunque eso no rebaje la exigencia y el compromiso sí podemos afirmar que se ha dado un cambio decisivo en el planteamiento religioso del cristianismo respecto del judaísmo; se ha dado a luz una nueva era, la de la gracia y el don frente al mérito desproporcionado.