Dom
6
Mar
2011

Homilía IX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el Reino de los Cielos

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • "Os pongo delante bendición y maldición".

Se refiere al tema de la toma de decisiones, de plena actualidad hoy. No sólo en la vida pública, económica, familiar, sino también en la vida personal. Es fundamental tener conciencia del bien y del mal, de lo correcto y de lo que es incorrecto. Debería ser un aprendizaje continuo, desde la primera infancia. El no hacerlo es edificar sobre arena; es dejar la vida humana sin fundamento.

El problema hoy son las medias-tintas, la indiferencia; pasar del tema, ignorar las responsabilidades. Delante de cada hombre o mujer está lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal. Afecta a nuestra vida y también a toda comunidad, a toda familia, a todo pueblo.

Todos tenemos responsabilidades. En la vida humana necesariamente tenemos que tomar decisiones y no siempre son agradables (a nadie le gusta que le quiten una pierna, pero a veces es necesario para seguir viviendo). El camino es elegir y elegir bien. Es camino de bendición.

  • "Todos invitados a la salvación"

La segunda lectura plantea el tema de la gratuidad, lo más serio y positivo del cristianismo. Porque amar y perdonar para el cristiano es lo más duro, pero también lo más gratificante. Por pura gratuidad nos redimió, nos perdonó, nos salva. No por las obras de la ley sino gratuitamente, por la bondad y misericordia de Dios.

Aquí estamos hablando de calidad y no de cantidad. No consiste en hacer mucho, sino en la bondad de Dios que hay en nosotros. Esa bondad es la que edifica sobre piedra. Es calidad de vida humana y espiritual. Así es la misericordia de Dios.

Quizás tengamos que insistir: "por pura gracia". Si hemos recibido gratis, también debemos darnos y dar en gratuidad. Este el nervio del mensaje: reconciliados gratuitamente en virtud de la redención de Jesús. Todos somos iguales ante Dios y todos formamos un sólo pueblo, una sola Iglesia.

  • "El que escucha mis palabras y las pone en práctica....".

En el evangelio aparecen tres momentos, como tres pasos en la enseñanza de Jesús a sus discípulos. Son válidos para todos nosotros:

1. Lo que le agrada, lo que es la voluntad de Dios para cada ser humano, para la comunidad humana es todo lo que construye, todo lo que es positivo, todo crecimiento en orden al bien. Su fundamento es Cristo: es la verdad, la bondad, el gozo y la belleza.Este es el deseo de Dios para cada uno de sus hijos, para la familia humana. Es un deseo razonable. No son prácticas raras. Es la búsqueda del bien para sus hijos. ¿Quién no desea esto?.

2. Es un deseo condicionado. Nos ha dado la libertad. Es la aventura del sí o de decir no, de la aceptación del camino. La aventura de confiar en Dios "porque si El no construye la ciudad, en vano trabajan los albañiles". En nosotros hay una responsabilidad: entrar o no entrar en la dinámica de Jesús, construir con El, por El y para El. El peligro real es usar mal nuestra libertad. Un padre lo ve con claridad en sus hijos. Una esposa lo ve con claridad en su esposo. El esposo también ve la rectitud-bondad o desvarío de la esposa.

3. De ahí la necesidad de caminar en humildad. Llamados a participar de la salvación de Dios, llamados a ser piedras vivas en la construcción del bien y de la concordia humana, se nos pide congruencia, verdad, honradez. Instrumentos del Bien Común de la mano del Creador. Con humildad, buscar el bien por encima de todo. Sabiendo que en cada momento, en cada realidad, delante de nosotros están el bien y el mal. El creyente, el hijo de Dios, humildemente y por la gracia de Dios, debe optar por el Bien y proyectar su fe en favor de los hermanos.

  • "Por sus frutos los conoceréis"

Lo importante es cuando cada uno de nosotros, el creyente, sale a la calle. Nos hemos fortalecido con la Palabra, con la participación en la Cena del Señor. Tenemos que seguir siendo la misma "persona": sólo "por sus frutos los conoceréis". No se trata de cosas extraordinarias. No es nada raro lo que creemos y vivimos.

1. Confiar: El creyente es una persona que confía en la Palabra y confía en el gran anuncio de hoy: salvados, redimidos por la Sangre de Cristo.

2. Se nos dice "que se note". Sobre todo por nuestras obras, buenas obras. Hay como urgencia en promover la justicia en el mundo. La obra grande de la justicia es la paz. Paz en nuestras vidas, hombres y mujeres con paz y hacedores de la paz.  Urge la coherencia. Lo que hemos oído y visto hay que vivirlo y decirlo. Nuestro mundo necesita un baño de coherencia, de honradez. La verdad nos hará libres. No somos libres si no tenemos coherencia: lo que creemos hay que vivirlo y manifestarlo.

3. El creyente y la comunidad de creyentes tenemos que tomar decisiones: "por sus frutos los conoceréis". A los primeros cristianos se les notaba: tomaron decisiones y fueron testigos de Jesús resucitado.

4. Todo es más fácil dándonos la mano, engarzados, formando comunidad. Es bueno recordar lo que nos decía el Papa Benedicto XVI en Fátima el año pasado, 2010:
"Se ha puesto una confianza tal vez excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero qué pasaría si la sal se volviera insípida?”.

Los ataques al Papa y a la Iglesia no sólo vienen de afuera, sino que los sufrimientos de la Iglesia muchos proceden precisamente de dentro.  Los seres humanos tenemos una tendencia natural a mirar y juzgar al otro. Hablamos de construir un mundo mejor -con sólidos cimientos-, y es loable, pero el punto de partida es nuestra propia persona, la salud interior, lo que voy construyendo de cristiano en mi vida. No vale sólo decir "que otros lo hagan", "que los otros cambien", eso pertenece a su libertad que debo respetar. Hoy se me invita a mí a la gran tarea que tengo que realizar "desde dentro", desde mi interioridad, desde mi salud espiritual. A ella puede y debería colaborar, ciertamente la Comunidad, la Parroquia, cada uno de los que formamos la Iglesia.

Nadie crece sin nido. La anidación es fundamental. Por libre poco podemos. Salvados, ciertamente, pero esto tiene un camino: en racimo, en la Iglesia.