
Abr
Homilía V Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
“ Anda, y no peques más ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Los textos de estos días son ricos en su contenido y mensaje. En el evangelio de este domingo hay tela por donde cortar, como reza un dicho popular: la situación de la mujer en la Palestina del siglo I, su pecado, las implicaciones del mismo, la ausencia del adúltero, el rigorismo moral, la misericordia, la cuaresma, etc. Selecciono tres aspectos que nos ayuden en nuestro itinerario cuaresmal y que nos hagan apropiarnos del espíritu de este domingo. Estas son: primero, de la maldad del corazón. Segundo, — «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Y, tercero, —«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
La maldad del corazón
En Jesús encontramos la fuerza liberadora de Dios. Palabras y hechos dan cuenta de la irrupción del Reino de Dios en nuestra historia por su presencia. Pero no todos los de su época lo supieron reconocer. De aquí que más que estar pendientes de la sabiduría que trasmitían sus palabras, y de aprender de las mismas, los escribas y fariseos se cierran a ellas. E, irónicamente, le llaman “Maestro”. La intención malsana llega a ser manifiesta por el narrador: “Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.” La situación es dramática hasta el extremo, y como si presente nos hallásemos, podemos visualizar lo que acontece.
El mal, el pecado, nos endurece el corazón. Ya en el segundo domingo de Cuaresma la voz del cielo nos recordaba: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo» (Lc 9,35). Con certeza Isaías expresa que cada mañana el Señor nos espabila el oído para escucharle (Cf. Is 50,5). La Cuaresma es el tiempo en que Dios nos lleva al desierto y nos habla al corazón (Cf. Os 2,16) para convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne (Cf. Ez 11,19). Tal y como recoge en su canción Cesáreo Gabarain: “Dios no quiere la muerte del pecador sino que viva, que se convierta”.
El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra
Ante la exposición del caso por los acusadores, la severidad de la sentencia exigida, la humillación a la que está siendo sometida la mujer... la tensión, Jesús mantiene la calma, se toma su tiempo en su reflexión al escribir en el suelo y mira más allá del propio acontecimiento. Sin duda alguna, el pecado de adulterio es grave y delante de la intención manifiesta, la misericordia abre un nuevo camino, una nueva oportunidad de vida para la pecadora. Frente a la insistencia judía, Jesús apela a la conciencia de los acusadores: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
Esta frase ha calado en la sabiduría popular. Nos lleva a considerar la naturaleza de los juicios y la hipocresía con la que en muchas ocasiones coqueteamos en nuestras interacciones humanas. El juicio, en tal sentido, divide y lleva al resentimiento. Tratar de comprender, antes de enjuiciar, por su parte, conduce a la empatía, al perdón y a la reconciliación. La reacción de los interlocutores no se hace esperar:” Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos”.
Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más
Al igual que la mujer adúltera, Jesús nos mira con ojos de misericordia frente a nuestros pecados. Es muy llamativo que Jesús perdona a esta mujer sin ninguna exigencia o condición. Será el amor de sentirse perdonada y acogida por Dios la que le lleve a la auténtica conversión del corazón.
En el tiempo de cuaresma se propicia el sacramento de la reconciliación. Dios nos espera con los brazos abiertos como al hijo pródigo para perdonarnos y restablecer los lazos de comunión con Él, con nosotros, con la Iglesia. Muchas veces la tendencia en la vida es a que si se está en situación de pecado me alejo de Dios, abandono la oración, no participo de la celebración dominical…. Se pone distancia entre el Creador, lo creado y las criaturas. A veces sin caer en la cuenta de que se abre más la brecha de la ruptura de la comunión con Dios, caminamos de espaldas a Él.
A propósito de esta situación existencial, el Maestro Eckhart recoge una interesante reflexión en su libro Conversaciones de discernimiento
“Y cuanto más grave uno mismo considere el pecado, tanto más dispuesto estará Dios a perdonarlo y visitar al alma expulsando el pecado; porque cada uno se esfuerza más que nada por quitarse aquello que le resulta más repugnante. Y cuanto mayores y más graves sean los pecados tan infinitamente más le gustara a Dios perdonarlos y hacerlo con mayor rapidez, porque le repugnan”. Con tal de que el arrepentimiento sea perfecto, como ilustra el Maestro de escuela y de vida. O como bien lo ilustra Pablo en la segunda lectura. “Con tal de ganar a Cristo y existir en él”.
Dios nos llena de oportunidades, abre siempre para nosotros un horizonte mayor. En efecto, esta es nuestra experiencia al salir de cada confesión en la que Dios nos dirige la palabra y nos exhorta: —«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
O, si también se quiere, en la sugerente imagen que nos deja el salmista en su oración:
“Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas”.
Por eso, cada uno de nosotros puede dar testimonio de esta consolación en su vida. Y seguir cantando con el salmista “El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”.
¿Cómo te sitúas ante el pecado de los demás? ¿Sueles condenar, enjuiciar, sin misericordia? ¿Guardas piedras para arrojarlas cuando se te presenta la menor oportunidad de la crítica con cizaña?
¿Me acerco al sacramento de la reconciliación cada vez que rompo la comunión con Dios? ¿O tiendo en mi situación de pecado a apartarme de Dios y de la Iglesia?
¿Manifiesto la alegría de Dios en mi vida? ¿Doy testimonio de la misericordia que Dios ha tenido conmigo y con mis hermanos?