Ago
Homilía Transfiguración del Señor
Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
“ Se transfiguró en presencia de ellos ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Daniel 7,9-10.13-14 o 1Pe 1.16-19)
Marco: Dn 7 contiene una serie de visiones (las cuatro bestias, visión del Anciano y del Hijo del hombre) de carácter marcadamente escatológico*. El libro de Daniel no es un libro profético sino más bien apocalíptico*. Por tanto, han de tenerse en cuenta las características del género apocalíptico y sus ideas maestras: la referencia al futuro como momento de la total victoria de Dios, la esperanza en la resurrección y en el juicio final.
Reflexiones
1ª) ¡El escenario solemne y majestuoso que prepara la presentación del Hijo del hombre!
Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó... Miles y miles le servían. Toda esta escenificación es propia y característica del género literario apocalíptico. Todo se prepara para un gran acto de coronación. A este lenguaje nos tiene habituado el libro del Apocalipsis. Ambas obras pertenecen al mismo ambiente literario, aunque con sensibles diferencias teológicas: una pertenece al Antiguo Testamento y la otra al Nuevo, por tanto la perspectiva es sustancialmente distinta, porque media entre ellas la persona y la misión de Jesús. La sesión tiene dos finalidades: la coronación del Hijo del hombre y la designación de esta figura como juez universal. Esto viene expresado por la frase: Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Se trata de los libros donde se contienen las acciones de los hombres que han de ser juzgados. Toda esta escenificación final de gloria es presentada para alentar la esperanza de los perseguidos. Porque la apocalíptica surge en un tiempo de persecuciones a fin de alentar y consolar a los mártires en sus dificultades. Por eso una de las claves de la apocalíptica es la esperanza.
2ª) ¡Los poderes del Hijo del hombre!
Vi venir una especie de hombre entre las nubes del cielo... A él se le dio poder honor y reino... Su reino no acabará. La misteriosa figura del Hijo del hombre tiene sus orígenes en ambientes extrabíblicos, aunque con algunas raíces bíblicas. El influjo viene de otras formas religiosas que Israel asimila e integra en su propia tradición. La primera aparición de esta figura en terreno judío la encontramos en el libro de Henoc, también apocalíptico y fechado hacia el s. III a.C. El Libro de Daniel sigue la misma línea que Henoc, con significativas variantes. Esta figura del Hijo del hombre aglutina en torno a sí una forma de la esperanza judía sensiblemente alejada de la presentación oficial centrada en un Mesías nacional y terreno. La figura del Hijo del hombre eleva la esperanza a un plano trascendente y escatológico*. En Jesús se encontrarán fundidas las dos figuras. La figura del Hijo del hombre está relacionada con la resurrección y con el juicio. Por eso recibe todo poder, honor y gloria y su reino es eterno y no se acabará.
Segunda lectura: (2Pe 1,16-19)
Marco: Esta carta, escrita hacia el año 80, tiene un carácter marcadamente escatológico. Se escribió con la finalidad de advertir a los creyentes sobre los excesos que se propagaban en la comunidad acerca del fin de los tiempos.
Reflexiones
1ª) ¡La Transfiguración, primicia y anticipo de lo que será la segunda venida del Señor!
Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo no nos fundábamos en invenciones fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. El autor de esta carta tiene que enfrentarse a doctrinas extrañas sobre la segunda venida del Señor que se han infiltrado en la comunidad y ponen en peligro la pureza de la fe cristiana. Estas doctrinas mezclan varios elementos extraños, siendo de notar la comprensión gnóstica de la vida creyente. El autor trata de reconducir la cuestión y hace referencia al acontecimiento de la transfiguración. Y se presenta como testigo fiable de lo que escribe porque él tuvo la dicha de estar presente en el acontecimiento. El autor reproduce el texto de los evangelios sinópticos. Sólo hay una forma adecuada de entender el futuro, a saber, apoyarse en aquellas primicias. Estos textos nos ayudan a interpretar corrientes apocalípticas y escatologistas que no cesan de surgir en la Iglesia. La segunda venida es el final de un trayecto y de un itinerario para cuyo recorrido Jesús es el camino. La Iglesia debe estar alerta y en vigilancia contra los brotes de una falsa espera del fin. No se sabe el día ni la hora. El Señor volverá, pero más tarde. Mientras tanto es necesario mantener firme el testimonio apostólico y una vida animada por el aguante y la esperanza.
2ª) ¡La Palabra, luz que ilumina el itinerario hasta la segunda venida!
Hacéis bien en prestar atención a la palabra de los profetas, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día. La Iglesia dispone de los medios necesarios y suficientes para apoyar y asegurar la esperanza de los creyentes en medio de las dificultades. Posee la palabra firme de los profetas y del Evangelio que son como una lámpara que conduce e ilumina en medio de los avatares de este mundo. El autor de la carta recoge, de esta manera, un elemento esencial del acontecimiento de la transfiguración, es decir, la invitación urgente a escuchar a Jesús. Es necesaria la escucha de la Palabra que habla de los acontecimientos que sucederán en Jerusalén: la muerte y la resurrección de Jesús. La Iglesia posee esta palabra firme del testimonio profético y apostólico, que la acompañará todos los días hasta la vuelta del Señor. Y recibe el encargo de interpretarla y de escudriñar correctamente los signos de los tiempos en cada etapa del camino hacia la salvación. La Palabra de Dios ha sido entregada a la Iglesia en su totalidad. Pero, a la vez, se necesita la correcta interpretación, ya que es una palabra proferida bajo la acción del Espíritu Santo. Esta tarea le compete al magisterio que escucha, acoge y vive la Palabra y luego la expone al conjunto del pueblo de Dios como un servicio a Jesús y a la Iglesia. De tal manera que son todos los carismas de enseñanza, los que se ponen en juego para ofrecer una interpretación correcta y adecuada de la Palabra para la propia vida de la Iglesia y para iluminación de los hombres.
Evangelio: (Mt 17,1-9)
Marco: Este acontecimiento pertenece a lo que nosotros llamamos triple tradición, es decir, un acontecimiento del que nos dan testimonio los tres evangelistas. Todos los acontecimientos de la vida de Jesús son fiables, pero los que recogen los tres evangelistas gozan todavía de mayor valor. Y los tres, enmarcan este acontecimiento después de la confesión de Pedro en Cesarea y el primer gran anuncio de Jesús de su Pasión. Este anuncio, provocó en Pedro el rechazo asustado por el escándalo de la cruz.
Reflexión
¡Entre la cruz y la gloria!
Ya el marco en que los evangelistas colocan este acontecimiento nos permite descubrir su primer valor para el anuncio y la predicación en este domingo. La radicalidad de las palabras de Jesús es de una autenticidad indiscutible. Se enseña habitualmente que las palabras de seguimiento son de las más auténticas y las menos discutidas de las que pronunció Jesús. Jamás ningún maestro de su tiempo ni después tampoco se atrevió formular tal invitación: quien quiera ser discípulo debe negarse a sí mismo y ponerse en marcha detrás de mí. Pero en líneas anteriores, ha revelado sin ambages su destino, que por cierto sólo fue captado en su primera parte, es decir, la que habla de sufrimientos, traiciones, humillaciones y muerte. Jesús habló también de resurrección, de vida, de gloria. Pero los discípulos no entendieron y Pedro se escandaliza. ¡Jesús avalado por dos grandes profetas: Moisés y Elías!. Mateo nos invita a contemplar a Jesús como un nuevo Moisés, que se encuentra con Dios en un nuevo Sinaí, también en medio de una nube y rodeado de luz. Moisés y Elías tienen relación importante con el Sinaí, y los dos representan lo mejor del profetismo.
Personifican la Ley y los Profetas donde se encuentra la esencia de la revelación veterotestamentaria de la voluntad de Dios. Y también Mateo nos ha advertido ya (5,17ss) que Jesús ha venido a dar cumplimiento (histórico-salvífico) a la Ley. Y en otro momento de su ministerio nos dijo que toda la ley y los profetas se sintetizan en su nuevo mandamiento de amor a Dios y al prójimo (Mt 22,40). ¡Jesús, el Hijo predilecto del Padre!. La voz celeste procedente del Padre es una solemne declaración: Jesús es su Hijo amado, en quien se complace. La revelación nos remite a otro acontecimiento central en la vida de Jesús que es su bautismo (otro elemento importante para centrar bien el sentido de la cuaresma: tiempo de preparación y experiencia bautismal). ¡Dichosos los que escuchan la Palabra de Jesús!.
El "escuchadle" de este fragmento centra la atención del lector. Se le invita a que entienda todo el conjunto orientado a este centro. Jesús está dotado de las cualidades de quien puede revelar la última voluntad de Dios en favor de los hombres. Viene a proclamar la soberanía y del amor de Dios. El hombre no tiene otra alternativa, si se quiere poner en marcha hacia la verdadera salvación: escuchar la palabra de Éste de quien dan testimonio la ley y los profetas y que, por lo tanto, está por encima de la ley y de los profetas. Sólo Él tiene la definitiva palabra de salvación. La mediación es la Palabra del Hijo de Dios, del nuevo Moisés y del Nuevo y definitivo profeta. Estamos invitados a encontrarnos con la palabra de Dios, una palabra viva y eficaz como espada de doble filo que ilumina, denuncia, sana, exhorta y da vida conduciendo al hombre a su más íntima realidad y libertad. Es necesario "escuchar" al definitivo enviado por Dios.