Ene
Homilía El Bautismo del Señor
“ Tu eres mi Hijo amado, en ti me complazco ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Volver a Jesús en la Epifanía de su Bautismo. Revelación de su divinidad
a) La manifestación de la naturaleza divina del Niño a los Magos, significa que cada persona está llamada a la unión divina, porque Cristo es un ser humano como nosotros.
b) La manifestación de la naturaleza divina de Jesús a los judíos, cuando en su Bautismo se oye la voz de lo alto, representa nuestra llamada al Amor divino
c) La manifestación de la naturaleza divina de Jesús a sus apóstoles en las Bodas de Caná, significa las nupcias de Cristo con su comunidad
d) La Manifestación de Dios en la Misión de Jesús y la nuestra, está en hacer bien.
Jesús baja de Nazaret (norte) al Jordán (sur) para ser bautizado
Jesús baja desde el norte, Galilea, al sur, al Jordán, para acercarse al pueblo y entrar en contacto con el mundo judío, después de su larga estancia en Nazaret, más cerca de los paganos.
Juan lo bautiza. Aparentemente, es uno más de los peregrinos del arrepentimiento que concretan con ese gesto del agua, su compromiso de cambiar de vida. Esto no vale para Jesús, pero sí deja que el agua de conversión, recubra toda su humanidad. Lleva a cabo este acto por nosotros. Con esta solidaridad se une a nosotros, a fin de que nosotros unidos a él, podamos sumergirnos en la vida divina.
El bautismo le sirve a Jesús para madurar y mostrar su profunda identidad. Los cielos que se rasgan dan a entender que ya no están sellados. El episodio deja claro que el motor de toda su vida fue el Espíritu. ¿Qué pudo pasar? La experiencia de la paternidad de Dios, su profunda conexión con El y la cercanía del Espíritu, son las líneas maestras de su trayectoria humana. Fiel al Espíritu, da un cambio radical en su vida y se dispone a predicar el Reino de Dios. Desde ese momento, abandona otra actividad y dedica su tiempo a la Predicación del Reino y Hacer el bien
Descubrimiento de la plena identidad de Jesús y de la nuestra
Tres testimonios del evangelio de hoy certifican la identidad de Jesús: las palabras del Bautista: El que viene es más fuerte que yo. Y os bautizará con Espíritu Santo; la presencia del Espíritu, El Espíritu baja sobre él como una paloma; y las palabras del Padre Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.
Al recibir el bautismo, expresaba Jesús su solidaridad con la humanidad como verdadero hombre, pero faltaba la otra dimensión de su identidad, la de verdadero Dios, que se le reconoce ahora oficialmente, en este escenario trinitario. Dios Padre proclama a Jesús como su Hijo amado, con el que tiene un entendimiento pleno. Así se afirma su naturaleza divina.
La comprensión de la identidad de Jesús está enriquecida por la presencia del Espíritu que desciende sobre El y está presente de manera definitiva. Dado que el Padre identifica a Jesús como su Hijo, el Espíritu no es otro que el Espíritu divino. El Bautismo de Jesús equivale a la inauguración oficial de su Misión, con el crisma de la autoridad plena, garantizada por la presencia del Espíritu y el testimonio afectuoso del Padre.
El Bautismo del Espíritu y nuestra identidad de hijos de Dios
Jesús recibe y se deja llevar por el Espíritu de Dios: En los evangelios es constante la referencia al Espíritu para explicar lo que es Jesús: “Concebido por el Espíritu”.” Nacido del Espíritu Santo”. “Desciende sobre él el Espíritu Santo”.” Ungido con la fuerza del Espíritu”. “Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”. “El Espíritu es el que da vida. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”
El Bautismo es el verdadero nacimiento de Jesús. En él recibió el Espíritu Santo no para sí mismo, sino para bautizar con él a sus seguidores. Es suyo, y está en él, y por medio de él se da a todos, para la construcción del Reino. En adelante, todo lo que diga y haga será la manifestación continuada de la obra de Dios que experimentó en sí mismo. Dejándose llevar por el Espíritu, comienza su misión y nos marca el camino de nuestra plenitud. Así, por la fe en El, como Señor y Salvador, nos sumerge en su Espíritu bienhechor, nos coloca como hijos y hermanos dentro de la familia de Dios y recibimos fuerza, poder y audacia para llevar a cabo su obra, pasando como El, “haciendo el bien y curando a los oprimidos”.
Conclusión: ¡Volver a Jesús, porque Él es más fuerte que yo!
Dejar el primer sitio a Jesús, como Juan, es el compromiso continuo de todo cristiano.
¿Por qué hay que dejar a Jesús el primer puesto? Porque posee una relación única con el Espíritu y con el Padre. Su bautismo nos muestra su identidad y clarifica la nuestra. Por eso deja que el “agua de conversión”, empape su humanidad. Y con esta solidaridad, se une a nosotros a fin de que nosotros unidos a él, podamos sumergirnos en la vida divina
¿Qué tenemos que hacer como seguidores suyos? ¡Convertíos y bautizaos! Volveos a Jesús, creed en él y sumergíos en su persona, su vida y misión. Su bautismo, como el nuestro, es un bautismo en el Espíritu, con el que el Padre, nos acoge como hijos. Entrar en la vida de Jesús, es entrar en la vida Trinitaria.
¿Qué bien puedo hacer yo hoy? La presencia de Jesús, y el don del Espíritu Santo, constituyen dos condiciones para que también nuestra vida pueda ser una respuesta fiel al Padre, que quiere la felicidad de todos sus hijos. ¿Cómo puedo yo pasar haciendo el bien? ¿A quién?
Padre, necesitamos otro año más y toda la vida, para comprender y apreciar nuestra dignidad de hijos, que nos has comunicado por tu Hijo, predilecto y colmado del Espíritu Santo. De su dignidad deriva la nuestra.