Dom
7
Oct
2012

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

El fragmento del Evangelio según San Marcos que se proclama este domingo puede crearnos confusión y hacer que nuestra atención se centre, como ya hemos indicado anteriormente, tan sólo en las palabras de Jesús referentes al matrimonio que tantas veces hemos escuchado: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Sin embargo tenemos que superar está tentación volviendo a leer y así comprendiendo mejor su enseñanza. Así veremos como en realidad es mucho más profunda e interpelante.

1. En primer lugar tenemos que afirmar que su enseñanza sobre este tema no es un “meteorito” dentro de su mensaje, dentro de su predicación del Reino de Dios. Si leemos hasta el final el fragmento propuesto por la liturgia vemos como a continuación aparecen otros pequeños protagonistas: los niños. ¿Puede ser que haya conexión entre su enseñaza sobre los esposos y su afirmación sobre los niños? Verdaderamente la hay. Si de alguien es el Reino de los Cielos es de los pobres, de los desvalidos, de los que nadie quiere, de los repudiados. Un niño en Israel, debido a una tasa de natalidad infinitamente superior a la nuestra, no contaba para nada; y mucho menos una mujer repudiada, acto en el que ella no tenía voz ni voto. Jesús ante todo defiende al pobre y le concede la mayor dignidad: la de ser herederos de Dios. Por ello la defensa del matrimonio no se tiene que entender, en primera y única instancia, como un mandamiento moral, sino como una consecuencia del mensaje y defensa de los pobres y desvalidos por parte de Cristo.

2. También es importante ver cual es el razonamiento de Dios a la hora de crear a la mujer en la primera lectura: no es bueno que el hombre esté sólo y además necesita alguien como él que le ayude. La soledad y la insolidaridad son dos problemas tan actuales que parece mentira que ya sean detectados como tal desde la creación. Lo que a veces intentamos ver como una virtud (la independencia total y la capacidad de hacer todo sin necesidad de nadie) es visto en la Biblia como uno de las peores maldiciones que podrían haber recaído sobre el primer hombre. Y por ello Dios crea al hombre y a la mujer, dos seres iguales pero diferentes, complementarios y que se necesitan el uno al otro para la felicidad. Muchas veces me pregunto si realmente somos conscientes de que sólo está en nuestra mano el solucionar estos problemas. Sólo un hombre es capaz de ayudar a otro hombre y de curar su soledad. La tecnología no es la solución, los falsos dioses del dinero y el poder tampoco. Mucho menos las ideologías. Las lecturas de este domingo nos lo dejan muy claro que la solidaridad no es una idea sino algo que nos implica: la única ayuda y compañía del hombre viene del hombre que le complementa.

3. Entrando dentro del discurso sobre el matrimonio es muy interesante la frase que se escucha en la primera lectura y que se nos repite en el evangelio: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”. El matrimonio es un lugar sagrado, la pareja es un lugar íntimo que exige el abandono de la casa de los progenitores y el abandono de uno mismo. En mi corta experiencia como predicador de bodas está es una de las ideas que siempre me ha gustado repetir: el matrimonio puede y debe escuchar todos los consejos de sus padres, hermanos y amigos, pero siempre tiene que tener presente que su unión es sagrada y que nadie tiene derecho a interferir en ella. Si el matrimonio está llamado a ser imagen del amor de Jesús a su Iglesia ¿quién osará inmiscuirse en dicho relación de amor? Jesús hace partir a los esposos de las mismas condiciones de renuncia, porque todo camino de seguimiento implica esa renuncia. Es curioso ver que palabras semejantes escuchábamos ya hace ya algunos domingos cuando el Mesías afirmaba que para seguirle hay que abandonar padre, madre y hermanos. Caminar es renunciar para obtener un bien mayor. Así el matrimonio no es sólo un estado de vida sino un camino en el cual, como en Emaús, se hace presente Jesús.

4. Por último tenemos que afrontar las palabras sobre la indisolubilidad del matrimonio dichas por el Hijo del hombre. Pero no veamos a Jesús en ellas como un abogado o juez que discierne entre dos legislaciones (la del Génesis o la de Moisés) sino como lo que era para sus coetáneos: un Rabí, un maestro de la Escritura. Jesús a la malicia de los fariseos responde, tal y como ha hecho otras muchas veces, con su propia medicina. Ellos que son los estudiosos de la Palabra de Dios y que la utilizan en sus razonamientos son contestados con esa misma Palabra. El plan originario de Dios era uno y conciso, la voluntad primera de Dios es la que recuerda Jesús hoy, ese es el deseo fundacional del Padre a la hora de dar al hombre una compañera; y por cierto va mucho más allá del tema del repudio. La unión de los esposos es entre seres iguales en dignidad porque los dos son creados por Dios, entre ellos el cuidado y el amor común no es una virtud sino un fin natural ya que son una misma carne, los dos renunciarán a lo que han sido, a sus orígenes para crear una nueva historia juntos, y sobretodo serán bendición de Dios en medio del pueblo. Es necesario que muchas veces nos preguntamos sobre cuál es este plan primero de Dios, en nuestro mundo, en nuestra vida, en nuestra relación con Él, para poder entender nuestro papel en la vida. Tantas veces hacemos como Moisés poniendo “paños calientes” a nuestra dureza de corazón que al final pensamos que esa es la voluntad de Dios. Volver al plan primero de Dios es volver a su deseo de plenitud para el hombre, a su signo constructor de la persona. Es en cierta manera, utilizando la metáfora del matrimonio tan presente hoy, volver al primer amor.

Por todo ello no nos puede extrañar que los propios discípulos continuaran preguntando a Jesús sobre esta cuestión como explica Mateo. Y no nos puede extrañar que también nosotros nos preguntemos como transmitir este mensaje a nuestros matrimonios actuales. Como transmitir que el matrimonio cristiano no es una pesada carga para valientes o insensatos, sino el reflejo y el lenguaje en la tierra de una del acto más hermoso y cumbre de la creación. Sino somos capaces de vivir así nuestro Primer Amor (la llamada de Dios) difícilmente seremos capaces de vivir cualquier tipo de amor.

Pero no podríamos acabar estas palabras sin hacer mención a que hoy se celebra la Virgen del Rosario, patrona de la Orden de Predicadores. Bajo su amparo nos gustaría poner todos los matrimonios cristianos, todas las familias cristianas, todos los esposos cristinas. María fue también una mujer casada, y por ello quizás ella, mejor que el sacerdote predicador, pueda entender y ayudar a los esposos en su camino común hacia Dios.