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Homilía Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Y yo dije: Heme aquí, Señor, envíame. ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
En todo proceso humano y religioso siempre la iniciativa es de Dios, ya que, nos habla con su Palabra: Jesucristo. Nosotros tenemos dos opciones, escuchar lo que nos dice la Palabra de Dios o no escucharla; oírla, simplemente. Si la escuchamos y nos aventuramos a confiar en ella, a pesar de nuestras resistencias, se produce en nosotros una transformación. Y esta transformación, que siempre está llena de Felicidad, nos lleva a comunicar esa experiencia que hemos tenido, a predicar, a compartir la Felicidad que tenemos a los otros.
Este proceso, lo encontramos como constante en la 1ª lectura y en el Evangelio. En la carta a los cristianos de la ciudad de Corinto, Pablo nos habla no tanto del proceso, de la forma, sino del contenido de esa forma, de esa Palabra de Dios: Jesucristo.
Veámoslo:
La Palabra de Dios
La Palabra de Dios es la Palabra con mayor munición de Felicidad jamás dicha. Es, además, una palabra peculiar, singular. ¿Por qué? Porque es una palabra humana escrita con trazo divino. Dios dice, habla, pronuncia una palabra, palabra que es divina y que nosotros no comprendemos. A día de hoy, no hay una gramática ni un diccionario que sea español-lenguaje divino, lenguaje divino-español. Ahora bien, Dios si conoce el lenguaje humano y, por ello, es Él el que se adapta a nosotros pronunciando una palabra que nosotros entendamos. Esta gramática o diccionario que Dios escribe es la gramática del Amor. Y está la conoce cualquier hombre de cualquier cultura. Porque la munición con la que está cargada esta Palabra, la violencia del Amor, es la Felicidad.
Hacernos conscientes de que la iniciativa es de Dios.
De todo lo dicho anteriormente, nos podemos dar cuenta que es Dios quien tiene que acercarse primero para que podamos entenderlo. Si Dios no pronuncia una palabra en lenguaje humano es imposible que lo podamos entender, porque su lenguaje es totalmente distinto a nosotros. Pero nos podemos preguntar: ¿y que necesidad tiene Dios de comunicarse con nosotros? La necesidad que tiene Dios es de comunicarse con el ser humano porque es su hechura, porque salió de sus manos, salió de su seno, porque somos sus hijos. Y al igual que una madre que pelea por sus hijos hasta el final para que sean felices, Dios pelea hasta el final por nosotros pertrechado con su Palabra, Jesucristo, que es una Palabra de Amor (como toda palabra de una madre que es siempre una palabra de amor), porque su única necesidad es la Felicidad de sus hijos.
Pero que necesita de nuestra colaboración: Escucha.
Ahora bien, Dios no violenta, no amenaza, siempre anda con libertad. Por eso, Dios requiere de nuestra colaboración para que podamos ser felices. Si nosotros no queremos ser felices, Dios no puede hacer nada.
Y es justo aquí, cuando no queremos escuchar, donde el lenguaje de Dios y el lenguaje humano se diferencian totalmente. Y esta diferencia consiste en que Dios quiere la Felicidad de sus hijos, pero sus hijos tienen otros intereses (dinero, poder…). No tenemos los mismos intereses, caminamos por sendas distintas, hablamos lenguajes distintos. Por eso, si queremos que nuestra vida desborde felicidad, hemos de escuchar qué y quién es la Felicidad.
Por eso, la escucha de la Palabra de Dios se convierte en el paso previo, en la antesala de una “comilona con los amigos” que siempre está llena de alegría, felicidad, vida, gozo…
Provocando una transformación
Y cuando escuchamos la Palabra de Dios, vemos a lo lejos nuestra Felicidad, la Vida que nos espera, si decidimos, al fín, ponernos a caminar hacia ella, si decidimos optar por el camino de la Vida y no de la muerte…
La decisión, de optar por lo que hemos palpado al escuchar la Palabra de Dios, no depende de Dios, depende de cada uno de nosotros. Somos nosotros los que con nuestra libertad decidimos cada día en cada decisión, relación, trabajo… dejarnos llevar por nosotros mismos, por nuestros intereses (camino de la muerte) o por optar por la Vida, por la Felicidad, el camino de Dios, como el profeta en la 1ª lectura o Pedro en el evangelio. Al final son ellos los que deciden; podría Pedro, perfectamente, no haber echado las redes a la mar como su experiencia de la noche le decía; pero al final, confío y echó las redes y la pesca fue abundante, la felicidad fue abundante.
Más aún. Si optamos por la Vida, en cada paso al frente que damos por este camino, vamos degustando poco a poco la Felicidad, nos vamos haciendo más conscientes de los felices que somos. Esto es una transformación; o lo que en lenguaje bíblico se llama conversión. Pero personalmente, me gusta más el término transformación porque implica la dinámica de Dios, que es procesual, lenta, paso a paso, y no violenta, brusca, arrebatándonos de golpe nuestra identidad. Las conversiones son transformaciones.
Que nos lleva a predicar lo que hemos vivido.
La consecuencia lógica… todos la hemos experimentado alguna vez. Cuando somos felices lo queremos compartir. La felicidad interior siempre busca recursos para salir hacia el exterior. Es como el agua subterránea; siempre busca cauces, manantiales por los que salir al exterior. Y cuando salimos hacia el exterior, es decir, cuando comunicamos, cuando hacemos partícipes a los otros de la felicidad que somos, los otros perciben a lo lejos, de forma diferida, una Luz: la luz de Dios, la Palabra de Dios. Es como si nuestra vida hablará de Dios, es como si nos convirtiéramos en palabra de Dios.
En definitiva, nuestra predicación, nuestra vida, es palabra de Dios.