Abr
Homilía Viernes Santo
Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)
“ Sus heridas nos han curado… ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Mi siervo tendrá éxito…
Impresionante este cuarto canto del siervo de Yahweh del profeta Isaías. La profecía, a la luz del Espíritu que la inspira, trasciende los siglos y expresa en la letra lo que acontece en la pasión del Señor. El Siervo entregado, “triturado por nuestros crímenes, sin figura, despreciado, varón de dolores, maltratado, arrancado de la tierra de los vivos, sepultado con los malvados”, nos ha curado con sus heridas. Este acontecimiento “asombrará a muchos pueblos” y éste que carga sobre sí “todos nuestros crímenes”, éste que “toma el pecado de muchos e intercede por los pecadores”, justificará a muchos y será rehabilitado por la mano poderosa de Dios: “prolongará sus años, su alma verá la luz”. La entrega radical y extrema de este Siervo, Jesucristo, tendrá “éxito”: el fruto de la salvación y redención. Esas heridas abiertas asumen todo aquello del ser humano y de la historia que debe ser redimido. De esas heridas brotará salud, carne sana bien cicatrizada con el bálsamo de la misericordia divina, que hace resurgir de la muerte una vida nueva.
A tus manos encomiendo mi espíritu…
El Salmo 30 son las palabras de Jesús en la Cruz. En medio del dolor atroz y de la ignominia que supone ser crucificado, Jesús expresa su absoluta confianza en Dios. Su fuerza, en ese momento trascendental de su vida, está en la confianza en el Padre. En estas manos paternales, Jesús descansa y encomienda su espíritu que está exhalando por momentos. Esas manos divinas todo lo crearon por amor y ahora todo lo recrean por la fuerza de ese mismo amor, manifestado sin igual, en la entrega del Hijo amado. Burlado, olvidado como a un muerto, desechado como cacharro inútil, el Hijo obediente confía en el Padre: “Tu eres mi Dios, en tu mano están mis azares…” El salmista presta sus palabras al Salvador que se dirige a Dios con esa fe que consuela, fortalece y sabe esperar.
Mantengamos firme la confesión de fe…
Viendo a Cristo expirar, mantengamos firme la confesión de nuestra fe. Secundamos esta exhortación del autor de la carta a los Hebreos que confiesa a Cristo como sumo sacerdote compasivo, igual en todo a nosotros menos en el pecado, que con su ofrenda ha atravesado el Cielo abriendo para nosotros la fuente de la gracia que todo lo lava y purifica. Su obediencia, hasta asumir el sufrimiento, ha sido causa de salvación para nosotros que en nuestra desobediencia andábamos perdidos y descarriados. Sigamos el camino que nos traza el Crucificado hacia la vida eterna. Jesús es nuestro consuelo y esperanza. Mirándolo siempre a Él, al que atravesaron, nuestra vida fluye y nuestra fe se fortalece aún en medio de los problemas y las dificultades.
Todo está consumado…
El relato de la Pasión según San Juan, centro de la Liturgia de la Palabra en la celebración del Viernes Santo, sobrecoge. Las últimas palabras de Jesús en la Cruz son el sello de su obra redentora: “todo está consumado”. Todo se ha cumplido, el amor de Dios ha llegado hasta su extremo más insospechado y el pecado y la muerte han sido vencidos en el trono del amor que es la Cruz de Cristo, trono de gloria y de victoria. Lo que comienza en un huerto, Getsemaní, concluye en otro, el del sepulcro, anunciando una vida nueva que surge y nace para nosotros. Nos quedamos con Juan y con María, nuestra preciada herencia que “tomamos como propia”, esperando con ansia ese nuevo nacimiento. Unidos a Ella, imagen perfecta de la Iglesia madre y esposa, acogemos el cuerpo roto de Jesús, ese “grano de trigo hollado” a punto de ser sepultado, y nos fundimos en un abrazo de amor con Él. Sus brazos rígidos, para siempre abiertos, jamás se cerrarán para nosotros, serán expresión de acogida permanente.