Ago
Homilía XIX Domingo del Tiempo Ordinario.
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el hijo del hombre. ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Ofrecemos hoy las pautas del XIX Domingo del T.O. y las pautas de Santo Domingo de Guzmán, celebrado como solemnidad en la Orden de Predicadores.
XIX Domingo del Tiempo Ordinario
Estamos en un momento de grave crisis de esperanza. Las dificultades económicas dejan ver la debilidad de nuestro sistema, y el cambio acelerado de costumbres nos produce vértigo. Nos preguntamos si existe un fundamento seguro sobre el que apoyar nuestra vida y nuestras certezas.
Las utopías han caído. Queramos o no, formamos parte de una cultura postmoderna en la que sentimos que nos tenemos que bastar a nosotros mismos y quedarnos en el aquí y ahora, confiando que la suerte nos depare formar parte del grupo de los de arriba y no caer, por desgracia, en el abismo de los de abajo: enfermos, pobres, ancianos, marginados, arruinados, etc.
¿Qué hacer frente a este vendaval de desesperanza? Las lecturas de hoy nos hablan de crisis y de superación de esa crisis.
El libro de Éxodo nos remite al tiempo de la persecución de los israelitas en Egipto. Una situación de genocidio sin salida. Pero Dios salió a su encuentro, los liberó y, con ello, les dio razones para permanecer juntos y confiar en El.
También el autor de la Carta a los Hebreos, al poner el ejemplo de Abrahán, nos lo muestra como “hombre de la fe y la esperanza”: Abrahán no pone su seguridad en el pasado (volver a su tierra), ni en su presente (vivir errante), ni en su futuro humano (Isaac su hijo), sino sólo en Dios, su promesa y su palabra.
En definitiva, la crisis de esperanza y la crisis de seguridad, que es su fundamento, sólo se solucionarán pasando de las expectativas humanas más o menos fundadas, a la confianza en el Dios del Reino.
En el evangelio, Jesús, señala los modos y maneras de esta confianza: no dejarse llevar por la angustia de la escasez futura y, por lo tanto, no acumular. Vivir la vida como un servicio a los demás, como el administrador que se sabe que no es dueño de sus bienes y que tiene que utilizarlos en beneficio de otros, y, en tercer lugar, vivir como aquel que sabe que va a venir su Señor a pedirle cuentas según la responsabilidad confiada.
En definitiva, y como gran mensaje en estos tiempos de inseguridad, miedo al futuro y repliegue sobre nosotros mismos, optar por una esperanza ilusionada, responsable y servidora fundada en la gran promesa: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.
Solemnidad de Santo Domingo de Guzmán
En junio de 1206 llegaban a la ciudad de Montpellier Diego de Acebes, Domingo y su cortejo, de vuelta de su misión diplomática y su paso por Roma y Cister. Este viaje les habría seguramente ensanchado las perspectivas nacionales, culturales y eclesiales de su Castilla natal.
En la ciudad francesa se encontraron con una reunión de los legados del papa que evaluaban los frutos de su misión. El desánimo se abatía sobre ellos por tres razones fundamentales: la complejidad de la tarea encomendada; la poca acogida de sus esfuerzos por sus destinatarios y la ineficacia de los métodos jurídicos, diplomáticos y pastorales empleados.
El “negotium fidei et pacis” de la Narbonense incluía problemas como la inseguridad ciudadana, los nuevos problemas económicos, los nuevos retos culturales, las herejías importadas de Oriente y, como una consecuencia no deseada de los intentos de la reforma gregoriana de un cambio radical en la conducta de “la cabeza y los miembros” de la Iglesia, una crítica consciente y feroz contra los modos de vida del clero alto y bajo y, como efecto positivo , un ansia y sueño de “volver al Evangelio” como modo de vida y de pastoral que inspiraba a los nuevos movimientos religiosos.
La solución dada por Diego y secundada por Domingo fue triple: Escuchar lo que tenían de verdad las ideas y prácticas de los oponentes; volver al Evangelio no sólo en doctrina, sino en modo de vida y de pastoral y, de este modo, constituirse en alternativa de una Iglesia feudalizada y sin repuesta a lo nuevo, pero sin romper la comunión con ella, al contrario: actuando de fermento en la masa.
Las opciones de base, que después fueron explicitadas prácticamente en las Constituciones de la Orden y teóricamente por Santo Tomás y su sistema, fueron:
1) La fe en que el Dios creador es el Dios salvador. No hay contraposición, como pensaban los cátaros, entre naturaleza y gracia. El compromiso por lo humano es opción por Dios y viceversa.
2) Confianza en el hombre y sus instrumentos intelectuales para alcanzar la verdad objetiva, vivir de acuerdo con ella, y la necesidad del esfuerzo de todos para alcanzarla. Frente a fideísmos o agnosticismos, toda verdad, diga quien la diga, es del Espíritu Santo. Necesidad de la libertad de la propia conciencia para un obrar moral. El bien común como referencia moral, La vida humana como proyecto: el movimiento de la criatura inteligente, amante y libre hacia Dios.
3) La importancia de los “lugares” (físicos, ideológicos y sociales) desde donde se cree, se piensa, se vive, se convive y se predica): ciudades, mendicidad, comunidad, universidad, misión ad gentes.
Hoy nos encontramos en una situación parecida a la que provocaba el desánimo de los legados papales en 1206. Una historia reciente que no ha ocurrido según nuestros análisis y expectativas, un secularismo globalizador y consumista galopante que, como nuevo catarismo, se aleja del hombre y la mujer reales para proponer la salvación únicamente para los “perfectos” (jóvenes, ricos, sanos, bellos y consumistas); una Iglesia que tiene nostalgia de la situación de cristiandad y que se ve retada por nuevas forma de pensar, actuar, sentir y creer y por nuevos problemas no contemplados hasta ahora dentro de su seno (opinión pública en la Iglesia, papel de la mujer, magisterio y conciencia, etc.). Estamos en una situación de intemperie que nos produce unos sentimientos de confusión, de vértigo, de inutilidad, de mucho stress y poco gozo contemplativo. Incluso de culpabilidad ¿qué hemos hecho mal para que lo esperado del Vaticano II haya producido, en apariencia, el resultado precisamente contrario?
Y sin embargo, ¿no será este un tiempo de gracia que nos permite y hace posible lo que llamamos fe, esperanza, ágape, comunidad cristiana y misión al modo de los apóstoles? ¿No nos está exigiendo escucha, aprendizaje y vuelta al Evangelio? ¿La caída de las expectativas no es la posibilidad de la esperanza-confianza en el Dios siempre más grande?
Es curioso que, según parece, los resultados de la decisión de Montpellier fueron, en sentido cuantitativo, más bien escasos. Diego se tuvo que volver a Osma, un legado fue asesinado, comenzó la cruzada contra los albigenses, Domingo pasó 10 años solo, las conversiones fueron pocas y, algunos años más tarde la Orden en Toulouse estaba orgullosa de su papel en la Inquisición, olvidando su espíritu de diálogo y aprendizaje del contrario.
Pero, por otro lado, la decisión de Montpellier es la que hizo posible que hoy nosotros estemos aquí y que nos preguntemos por estas cosas.