Ago
Homilía Santo Domingo de Guzmán
Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)
“ Mira: yo pongo mis palabras en tu boca ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
“Te constituí profeta de las naciones”
Lo relatado por Jeremías sobre su vocación, coincide con lo contado por la beata Juana de Aza, la madre de Santo Domingo de Guzmán, sobre la vocación de su hijo. Estando embaraza de él, le vio en sueños como un cachorro que llevaba una tea ardiendo para incendiar el mundo con el fuego de la predicación del evangelio. “Antes de haberte formado yo en el vientre materno, te conocía, y, antes que nacieses, te tenía consagrado: yo te constituí profeta de las naciones”.
También las palabras de Pablo a Timoteo se cumplen en la vida de Santo Domingo. La predicación de la Palabra fue lo primero para él, que proclamó a “tiempo y a destiempo”. Nada, ni nadie en los momentos convulsos que le tocó vivir le echó para atrás. Algunos de sus contemporáneos “apartaron sus oídos de la verdad y se volvieron a las fábulas”, a las fábulas de las herejías del siglo XIII. Santo Domingo “con prudencia, soportando sufrimientos”, siempre realizó “la función de evangelizador” tratando de llevarles a la verdad del evangelio proclamado por Jesús. Santo Domingo tuvo una predilección especial por los pecadores, por aquellas personas que se desviaban del camino que lleva a la vida. Una de sus expresiones repetidas: “¿Qué será de los pobres pecadores?”, y de esta compasión hacia ellos le brotaba su apasionado deseo de llevarles a la “vida y vida abundante”, ofreciéndoles la buena noticia de Jesús de Nazaret.
Fundador de la Orden de Frailes Predicadores y de las Dominicas Contemplativas
Su pasión por la Verdad, por la Palabra, le llevó a fundar la Orden de Frailes Predicadores, los dominicos, para que continuasen la tarea de la predicación del evangelio, sabiendo que es el mejor regalo que se puede ofrecer a cualquier persona de cualquier tiempo.
Su conocimiento de las “cosas de Dios” le llevó a fundar también la Orden de las Dominicas Contemplativas para que ayudasen a sus hermanos dominicos con su oración, con su intercesión a Dios en su tarea evangelizadora. Bien sabía Santo Domingo que “Pablo plantó, Apolo regó, pero el que da el crecimiento es Dios”.
En la misma línea inculcó a sus frailes la unión de la contemplación y de la predicación. El necesario contacto con Dios, a través de la oración, del diálogo con Dios, de la búsqueda de la Verdad de Dios y de la verdad de los hombres a través del estudio para desembocar en la predicación del evangelio: “Contemplar y dar a los demás lo contemplado”. Viviendo todo ello desde la fraternidad de la vida comunitaria.
“Contigo estoy yo”
Viendo la intensa vida de Santo Domingo y todo lo que realizó en ella, nos preguntamos cuál es el secreto que encierra. La respuesta es sencilla, no hay ningún secreto especial y oculto. Su secreto es el secreto de los santos, el secreto de todo buen cristiano. Santo Domingo se creyó de arriba a abajo las palabras y las promesas de Jesús y las vivió y en ellas apoyó toda su existencia: “Sin mí no podéis hacer nada”. “Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”. “Contigo estoy yo”, “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Por eso, en sus largas horas de oración, acudía a la fuente de donde mana el agua viva, y fraguando una intensa amistad con su Maestro y Señor, encontraba la fuerza suficiente para cumplir su mandato de extender su buena noticia: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.