Vie
8
Ago
2014

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)

Vosotros sois la luz del mundo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Luz de la Iglesia, doctor de la Verdad

En los textos que nos propone la liturgia romana para esta celebración se recogen los aspectos principales de la figura de Santo Domingo. En la Primera Lectura, tomada del libro de Isaías (52, 7-10), diríase que el profeta contempla los pasos de un “predicador” que recorre buena parte de la Europa del siglo XIII anunciando la paz y la comunión entre los diferentes pueblos y familias enfrentados, y defendiendo, por otra parte, la verdad del Evangelio empañada por algunos herejes del ámbito de las sectas de cátaros y albigenses. Los amaneceres luminosos de los campos de la vieja Castilla, que había contemplado nuestro santo desde su infancia, le hacen descubrir por contraste las oscuridades y sombras en que se debatían estas sectas.

Domingo vive con todo su realismo el misterio de la humanidad de Cristo —en particular su Pasión y muerte— y ello le permite enfrentarse a las oscuras doctrinas de estos herejes que consideraban el mundo dividido en dos sectores irreconciliables: los “mundanos”, “materialistas” y “pecadores” por un lado, y los “espirituales”, “iluminados” y “místicos” por otro. Al igual que el mensajero de Isaías, también Domingo de Guzmán “anuncia la Buena Nueva”, “pregona la victoria de nuestro Dios”, y canta y grita por los senderos de Europa: “¡Tu Dios es el Rey que vuelve y consuela a su pueblo y rescata la ciudad santa de Jerusalén” —su Iglesia—. Su misión como predicador consistirá en promover una renovación evangélica del régimen de Cristiandad decadente en el que encontraba la Iglesia de aquella época, mediante una vuelta más exigente y un compromiso más firme con las exigencias del Evangelio. Por eso: ¡Luz de la Iglesia, Doctor de la Verdad!

  • Ejemplo de paciencia, ideal de castidad

En 1216, santo Domingo recibe del Papa Honorio III la carta de confirmación de la primera comunidad de predicadores itinerantes que luego sería reconocida como “Orden de Frailes Predicadores”. No cabe duda que para afianzar los primeros pasos de esta nueva forma de vida religiosa en la Iglesia, nuestro Santo —como la mayoría de los Fundadores de las diferentes Familias Religiosas— necesitó, entre otras cosas:

a) Agua de la Sabiduría. Por una parte, necesitó una visión clara y precisa del presente y futuro de los elementos constitutivos de esa nueva Orden Religiosa, que sólo el don de Sabiduría puede transmitir a los que la suplican. Por eso la Familia Dominicana reconoce una y otra vez en su fundador: “el haberle dado a beber con largueza del agua de la Sabiduría”.
b) Ejemplo de paciencia. Por otra parte, quien se siente llamado por Dios a fundar una nueva forma de vida religiosa y apostólica en la Iglesia requiere estar dotado de una acendrada y probada paciencia —entendida ésta como equilibrio humano y dominio de sí mismo para escuchar, discernir, gobernar, enderezar y reprender cuando fuere necesario. Un claro exponente de este aspecto de la personalidad de Domingo de Guzmán lo tenemos en el hecho de que en las primeras Constituciones de la Orden de Predicadores, publicadas por él, se establece que el Superior o Prior de un convento preste una atención y cuidado especial a los enfermos, a los frailes atribulados y a quienes que se encuentran en alguna situación difícil o peligrosa, mostrándose especialmente comprensible y compasivo con ellos. Esto mismo declararon los testigos del proceso de canonización del Santo. Todos ellos coincidieron en retratarlo como hombre amable y padre bondadoso, abierto al diálogo y de fácil comunicación, sensible a los problemas de los demás, misericordioso con los que incurrían en alguna falta, sufridor con los enfermos y atribulados, que se alegraba y reía cuando lo requería la ocasión, y que, como San Pablo, se hacía todo para todos, para ganar por lo menos a algunos. Por esta razón la Familia Dominicana lo recordará diariamente en su liturgia como “ejemplo de paciencia”.
c) Ideal de castidad. Estrechamente ligada a esta humanidad que Domingo manifestaba en su vida se encuentra ese otro título consignado en la antífona litúrgica: “Ideal de castidad”. A esta virtud, entendida como equilibrio y desarrollo de la afectividad de la persona, acabamos de referirnos al citar los testimonios citados anteriormente. Pero además, es bueno recordar el dato de que en el lecho de su muerte fray Domingo confesó públicamente que había permanecido virgen durante toda su vida. De ahí que en la liturgia dominicana se le haya considerado siempre como “ideal de castidad”.

  • Predicador de la Gracia: luz del mundo y sal de la tierra

Cuando Jesús declaró a sus discípulos que la misión que les confiaba era ser “luz” que iluminara las mentes y los sentimientos de los hombres, despertando en ellos un corazón nuevo y un espíritu nuevo para ver el mundo, estaba pensando sin duda al mismo tiempo en que, como “predicadores”, el objetivo de su misión debería centrarse en continuar y desarrollar la obra iniciada por el Creador. Según el testimonio de las Escrituras, desde los albores de la creación, los primeros pobladores de nuestro planeta portaban consigo la imagen de Dios, una participación de su “ser” y, por consiguiente, estaban llamados a comportarse en el mundo como verdaderos “hijos de Dios”. Este fue el motivo principal por el que Dios envió a su Hijo al mundo, y ésta sería también la razón de ser de sus enviados como “predicadores” de su Palabra: enseñar a la humanidad a vivir como Dios la había concebido y programado desde el principio. Por eso ser “luz del mundo y sal de la tierra” en este contexto equivale a ser “predicador de la gracia”.
He aquí el significado del nuevo título con el que la liturgia define la personalidad de Domingo de Guzmán. El tema central de su predicación será siempre el anuncio de Jesucristo como Salvador y Redentor, es decir, como Hombre-Dios, bajado del cielo, para “salvar” y no “condenar”, como portador de “vida” y no de “muerte”, como oferta de “gracia” y no de “condenación”. Su esforzada acción apostólica repartida entre “predicación” durante el día y “oración” durante la noche, tuvo siempre como objetivo lograr la conversión de los pecadores. Que abandonaran el pecado y las herejías en las que hubieran podida incurrir y que conformaran de nuevo sus vidas de acuerdo a los criterios del Evangelio. Alguno de los contemporáneos de nuestro Santo afirma que su ocupación diaria era “hablar de Dios a los hombres y hablar de los hombres a Dios”. Y también: "De día nadie más comunicativo y alegre como él; y de noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación". Eso mismo rezamos al cantar: ¡Luz del mundo, sal de la tierra, predicador de la gracia!
Dentro del contexto de la predicación diaria a la que el Papa Francisco nos tiene habituados desde el comienzo de su pontificado podría decirse que Santo Domingo de Guzmán aparece en el panorama de la Iglesia actual como “predicador medieval, siempre actual y moderno” de la nueva evangelización. A un siglo de distancia de nuestro Santo, su egregia discípula Catalina de Siena decía: “Domingo predica aún y predicará siempre”.

NOTA: Sobre la vida y obra de nuestro santo puede consultarse en esta misma página web www.dominicos.org el apartado dedicado a Santo Domingo.