Mié
8
Ago
2018

Homilía Santo Domingo de Guzmán

Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Sal de la tierra y luz del mundo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Los pies del mensajero

Este texto de Isaías, recogido en la última parte de su obra, es un elogio a los pies de aquel mensajero que viene trayendo noticias de paz, anuncio de victoria. Los destinatarios de este texto necesitaban esa buena noticia. Ya ha pasado el tiempo de la prueba, de la dificultad, del destierro, las ruinas de Jerusalén se estremecen. El Señor viene a consolar a su pueblo, a ser “su Rey”, a rescatarlo y a mostrar los portentos de su brazo, de su fuerza bondadosa a favor de su pueblo. Todos serán testigos de ese amor que lleva a la victoria.

Santo Domingo de Guzmán encarna la figura de este heraldo abriendo en su tiempo, con el anuncio vivo del Evangelio, caminos de esperanza, de salvación y de paz.

Contad las maravillas del Señor

El amor bondadoso del Señor, que obra maravillas en nosotros y en nuestra vida, hay que anunciarlo a todos. Contad, cantad, bendecid… Es la experiencia del salmista. Laudare, Benedicere, Praedicare es justo nuestro lema, el cual es, en definitiva, la vida y la experiencia de Domingo.

Proclama la Palabra, insiste, exhorta, instruye

Magistral la exhortación de Pablo a Timoteo. El ministerio apostólico es un ministerio profético: proclamar con insistencia, reprender, reprochar, exhortar…verbos que suenan a Jeremías, pero con una clave fundamental: “con toda paciencia y deseo de instruir”… con delicadeza, con amor. Predicar no es halagar oídos, es proclamar la Verdad: “doctrina sana”, contraria a fábulas y cuentos a la medida y gusto de cada uno. Es una tarea encomendada: “cumple tu tarea, desempeña tu ministerio”. Una tarea que empieza en el mismo predicador: “estate siempre alerta, soporta lo adverso, combátelo, corre hasta la meta, mantén la fe…” el ejemplo del mismo Pablo que tuvo muy presente N. P. Santo Domingo.

Sal y luz

Sal de la tierra y luz del mundo. Tarea e identidad del cristiano, tal como indica Jesús en este texto del evangelio según San Mateo. La sal da sabor, conserva y ayuda a curar las heridas con sus propiedades cicatrizantes. Pero la sal “sosa” no sirve para nada. La luz es vida, la oscuridad muerte. La luz sirve para iluminar, por eso escondida no sirve. Enraizados en el Evangelio somos sal y luz: portadores de una fuerza sazonadora, sanadora, luminosa, capaz de transformar el mundo. Santo Domingo, desde su amor al Evangelio, dio sabor y luz. Esa es nuestra tarea hoy. Renovemos nuestro compromiso.