Fray Luis de Granada
1. Ahora comencemos ya a examinar las consecuencias de lo que hemos dicho. Primeramente , si tal es la dignidad y majestad de este Oficio, que tiene por su Príncipe y Autor al mismo Hijo de Dios , y el Predicador es su enviado en la tierra: ¿cuál convendrá , que sea la pureza e integridad del que es destinado para tan alto empleo? Verdaderamente ni la naturaleza de las cosas sufre, que se obscurezca la vida del Orador en el esplendor de tan alta dignidad; sino que se requiere, que anden a porfía la limpieza a integridad de la vida con la dignidad del ministerio. Por lo que enviando el Señor al Profeta Jeremías a corregir las malas costumbres de su Pueblo, le santificó, estando aun escondido en el vientre de su Madre, y antes de salir a luz. Y así mismo purificó los labios de Isaías de toda mancha de impureza y de pecado, por medio de un Querubín , que fue volando hacia él, con el fuego celestial que este tomó del Altar de Dios , para que como idóneo ministro suyo reprehendiera los vicios de un pueblo malvado y rebelde. ¿Qué diré de los Apóstoles, a quienes en el día de Pentecostés llenó el Señor de tanta gracia del divino Espíritu, para formarlos buenos maestros de la doctrina evangélica? ¿Qué de Pablo, a quien no solo llenó del propio Espíritu, si que le levantó hasta el tercer Cielo, para que aprendiera entre los Ángeles lo que después había de enseñar entre los hombre?
2. Pero me parece, que todavía excede a todos estos ejemplos el no haber emprendido el mismo Hijo de Dios este oficio de enseñar, antes de prepararse con ayunos de 40 días , con oraciones, y con el retiro del desierto: no porque él hubiera menester tal disposición, siendo fuente de pureza y sabiduría, sino para que los Doctores de la Iglesia aprendieran con este ejemplo la pureza e inocencia de vida, con que deberían disponerse , para ejercer este celestial empleo. Porque sabía aquel Soberano Maestro, cuanto mas eficaces serían para conciliarse la fe, y ordenar la vida de los hombres, los ejemplos ilustres de virtudes, que las palabras cultas y limadas. Por lo que después de haber llamado el mismo Señor a los Predicadores, antorcha puesta sobre el candelero para alumbrar a cuantos viviesen en la casa de la Iglesia, añade inmediatamente: De tal modo resplandezca vuestra luz en presencia de los hombres, que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen á vuestro Padre, que está en los Cielos (Mt 5). Con cuyas palabras claramente manifestó, cuanto mas ilustrarían la gloria de Dios esclarecidas obras de virtudes, que palabras selectas y limadas. Lo que también declara aquella profecía de Isaías: Y serán llamados en ella los valientes de la justicia , plantel del Señor para glorificarle (Is 61). Y a la verdad, ¿qué cosa puede manifestar mas el esplendor de la divina gloria, que la hermosura y constancia de la vida de un varón justo, de un fiel Ministro de Dios, perfecto y ejemplar?
3. Finalmente, si traemos a la memoria los anales y aumentos de la Iglesia , hallaremos que se ha aumentado y enriquecido mucho mas con los ejemplos de los hombres santos que con las palabras de los sabios. ¿De cuantos Monjes , que vivían en la tierra como Ángeles, fue Padre el rudo Antonio? Por él se dicen aquellas palabras de San Agustín: Levántense los indoctos, y nos arrebatan el Cielo; y nosotros con nuestra ciencia nos estamos aquí revolcando en la carne y en la sangre (Lib. 8 Confesiones). ¿Qué diré también de Francisco, que sin letras puso en el Paraíso de la Iglesia tantos planteles de virtudes, mas con ejemplos de santidad, que con elegantes palabras? ¿Qué de aquel Simeón llamado el Estilita , cuya vida escribió su coetáneo y familiar amigo Theodoreto, quien destituido de todas letras y puesto sobre una columna, convirtió a innumerables de la idolatría a la Fe de Christo con los ejemplos de su admirable vida? También Santa Catalina de Sena, vecina a nuestros tiempos, con ser mujer y sin letras, convirtió a tantos de una vida desreglada a la piedad y justicia, que cuatro Confesores, que de continuo la asistían con permiso del Sumo Pontífice Gregorio XI, apenas tenían tiempo para reposar, oyendo estas confesiones de aquellos, que la Santa reducía al amor de la virtud y justicia , mas con el esplendor de su vida , que con su doctrina.
4. He dicho brevemente esto, no por deprimir en modo alguno el don de la doctrina; sino para que entienda el piadoso Predicador , cuanto le importa , que su vida sea inculpable y pura. Lo cual en pocas palabras comprendió Séneca cuando escribiendo a su Lucilo, dijo: Haz elección de tal Maestro, que mas te admires al verle, que al oírle. Por eso Lactancio Firmiano dice: «Quien da documentos de bien vivir, no debe dejar senda abierta a excusa alguna, imponiendo a los hombres la necesidad de obedecer, no con violencia, sino por vergüenza. Y ¿cómo podrá precaver las excusas de los discípulos, si quien enseña no hace lo que enseña, yendo delante y dando la mano al que le ha de seguir? Ciertamente no pueden tener duración las cosas que uno enseña, sino las practica primero: porque la naturaleza de los hombres, propensa a los vicios, quiere hacer ver que no solo tiene licencia sino también razón para pecar».
San Pablo (omitiendo los demás compañeros suyos en este ministerio) obró de suerte que mas de una vez se proponía a si mismo por ejemplo a la imitación de los Fieles a quienes enseñaba la palabra de la vida, pues dice en un lugar: Hermanos , mis imitadores, como yo también lo soy de Christo.
GRANADA, Fray Luis de; Los seis libros de la Rhetorica ecclesiatica o de la manera de predicar, escritos en latín por el V.P. Maestro Fr. Luis de Granada, vertidos en español […], Barcelona, Imprenta de Juan Solís y Bernardo Pla, 1778, Libro 1º, Cap. IV, pp.19-20.