Infancia y vocación
Francisco de Posadas nació el 25 de noviembre de 1644 en Córdoba, España, en el seno de una familia oriunda de Galicia. Su infancia estuvo marcada por la pobreza, y su madre, viuda en dos ocasiones, tuvo que dedicarse a la venta de frutas y especias en la plaza de San Salvador para subsistir. Desde joven mostró una inclinación por la vida religiosa, influenciado por la cercanía al convento de San Pablo de los dominicos, aunque su ingreso en la Orden de Predicadores no fue inmediato, ya que era cuestionado por su condición social.
A la edad de 24 años, el 23 de noviembre de 1668, ingresó en la Orden de Predicadores en el convento de Escalaceli, Córdoba, donde vistió el hábito dominico. Profesó en el convento de Santa Catalina de Jaén en 1663 y posteriormente, completó sus estudios en el convento de Sanlúcar de Barrameda. Durante su formación, se destacó por su profunda vida de oración, su dedicación al estudio y su capacidad oratoria, rasgos que marcarían toda su vida apostólica.
Tras completar sus estudios y recibir la ordenación sacerdotal en 1668, Francisco de Posadas se entregó completamente a la predicación y dirección espiritual, convirtiéndose en un referente en el ámbito religioso de su tiempo.
Su labor como predicador y misionero
Desde sus primeros años de ministerio, fray Francisco de Posadas se distinguió como un gran predicador, siguiendo la tradición de los grandes oradores de la Orden de Predicadores. Su estilo en el púlpito era vivaz, encendido y dialogante, reflejando el espíritu de un misionero incansable. Sus sermones estaban impregnados de referencias bíblicas, citas de Santo Tomás de Aquino y una rica simbología que hacía accesible la doctrina cristiana al pueblo.
Uno de los aspectos más destacados de su predicación fue su énfasis en la vida cristiana como un camino de conversión y reforma interior. Comparaba la existencia humana con la de un peregrino que avanza constantemente hacia su destino, y utilizaba la imagen de un reloj de arena para ilustrar el paso inexorable del tiempo y la necesidad de aprovechar cada instante para la salvación del alma.
Al igual que San Luis María Grignion de Montfort, Francisco de Posadas impulsó con gran fervor la devoción al Rosario. Inspirado por el sistema introducido en Sevilla por fray Pedro de Santa María Ulloa (†1690), promovió la práctica de las cofradías del Rosario de la Aurora, donde los fieles recorrían las calles al alba, cantando oraciones y meditando los misterios del Rosario.
Además de su actividad en Córdoba, realizó misiones populares en distintas localidades andaluzas, logrando gran éxito en la evangelización de las comunidades. Su trabajo pastoral estaba dirigido no solo a la enseñanza doctrinal, sino también a la reforma moral de la sociedad.
Lucha contra la corrupción moral y la defensa de la fe
Una de las campañas más notorias de Francisco de Posadas fue su lucha contra las representaciones teatrales que consideraba inmorales. En su época, muchas de estas obras de teatro contenían mensajes contrarios a la moral cristiana y promovían valores ajenos a la fe. Su predicación en contra de estas prácticas fue tan efectiva que el municipio de Córdoba ordenó la clausura del teatro como resultado de su presión.
Su acción no se limitó solo a la predicación. En su obra escrita dejó plasmadas numerosas exhortaciones a la conversión y a la práctica de la virtud, resaltando siempre la importancia de la vida de oración y la confianza en la Virgen María como guía en el camino espiritual.
Escritor y legado literario
Francisco de Posadas no solo destacó por su palabra hablada, sino también por su prolífica labor como escritor. Publicó numerosas obras espirituales, tanto biográficas como sermones, con el fin de fortalecer la fe del pueblo y proporcionar material de formación para los cristianos. Entre sus escritos más destacados se encuentran:
- Biografías religiosas:
Vida y virtudes del V.P. Cristóbal de Santa Catalina (1691)
Vida de la V.M. Sor Leonor María de Cristo (1699)
Vida de Santo Domingo (1701)
- Sermones y escritos espirituales:
Ladridos evangélicos (1699)
Sermón predicado en el convento de Jesús (1697)
Sermón en la rogativa que hizo convento de Jesús (1697)
Estos escritos reflejan su estilo enérgico, su celo apostólico y su profundo conocimiento de la teología. "Ladridos evangélicos", por ejemplo, es un compendio de sermones en los que arremete contra las faltas morales y exhorta a la conversión con un lenguaje vibrante y emotivo.
Renuncia a la dignidad episcopal
A pesar de su prestigio, Francisco de Posadas rechazó en varias ocasiones la dignidad episcopal. Su humildad y deseo de servir a Dios sin honores lo llevaron a declinar el nombramiento como obispo de una diócesis americana, prefiriendo continuar con su misión en Córdoba.
Últimos años y beatificación
Hacia el final de su vida, Francisco de Posadas se retiró a la Casa Hospedería, lugar que hoy en día sigue siendo conocido como "Hospitalico". Desde allí continuó ejerciendo su ministerio, atendiendo a los pobres y enfermos, y manteniendo su intensa vida de oración.
Falleció el 20 de septiembre de 1713 en Córdoba, dejando un legado de profunda espiritualidad y evangelización. Fue enterrado en la iglesia de San Pablo, donde aún se le recuerda con veneración.
La fama de santidad que adquirió en vida se consolidó tras su muerte, lo que llevó a su beatificación el 20 de septiembre de 1818 por el papa Pío VII. Su memoria litúrgica se celebra cada 22 de septiembre.
Conclusión: Un modelo de predicador y misionero
El Beato Francisco de Posadas es un ejemplo de entrega total a la predicación y a la vida espiritual. Su misión evangelizadora, su defensa de la moral cristiana y su devoción mariana dejaron una huella imborrable en la historia de la Iglesia en España.
Su vida nos recuerda la importancia de la coherencia entre la fe y la acción, la necesidad de la conversión constante y el poder de la palabra para transformar las almas. Su legado sigue vivo en las comunidades que se inspiran en su ejemplo y en sus escritos, que continúan siendo una fuente de enseñanza y edificación espiritual.