Sucede con la Palabra lo mismo que con la lluvia, que empapa todo cuanto encuentra, a veces sin que el que predica sea muy consciente de este alcance. No es extraño, por tanto, que, en aquel adviento de 1511 en la isla de La Española, fray Antón de Montesinos ni pudiera imaginar el desenlace que sus proféticas palabras traerían. Es en el corazón de uno de aquellos oyentes, encomendero, sacerdote, sevillano, Bartolomé de las Casas, donde más profundamente arraiga la semilla que pronto crecerá y dará fruto.
Sevillano, hijo de un compañero de Cristóbal Colón en su segundo viaje a Las Indias, acompañó a su padre en la expedición de Ovando de 1502. Tuvo una encomienda de indios, que empleó en su labranza. Ordenado de sacerdote en Roma, vuelve a Las Indias, donde continúa en posesión de una encomienda. Él mismo confiesa que hizo trabajar duro a sus indios, siguiendo las condiciones de trabajo de su lugar y tiempo, aunque no los maltrató ni los castigó abusivamente. En 1512 interviene en la conquista de Cuba como capellán del conquistador Diego Velázquez, recibiendo también encomienda de indios.
Lo que él llama su “conversión” tuvo lugar el 15 de agosto del 1514. Se venía madurando desde las navidades de 1510, en que oyó predicar al dominico fray Pedro de Córdoba; el sermón del también dominico fray Antón Montesinos en el adviento del año siguiente fue el segundo aldabonazo en la conciencia del clérigo Bartolomé de Las Casas sobre la condición humana libre y sobre la vocación a la fe cristiana y a la santidad de los indios. La conversión de Las Casas con ese fondo luminoso de humanismo y cristianismo fue sincera y plena: ¡por el ideal hasta la muerte!
Testigo directo de los acontecimientos que describe, medita sus consecuencias y su trascendencia, bajo el punto de vista humano y evangélico; los hace suyos, y decide consagrar su vida por entero, hasta el heroísmo, a resolverlos, atacando los vicios desde su raíz, urgiendo los remedios oportunos a las más altas y responsables autoridades.
Se hizo dominico, consiguiendo una buena formación teológica y jurídica, que empleará en ese ideal de defensa de los indios. Obispo de Chiapas, utilizará esa dignidad para dar mayor eficacia al ideal de su vida.
Morirá en España, en Madrid, adonde vino para asediar a la corte con memoriales y propuestas de liberación de los indios de las manos de los encomenderos y conseguirles la categoría de ciudadanos libres, dependientes directamente como los españoles de la autoridad del Rey. Sus libros versan todos sobre esa misma cuestión.
Algunos títulos: De unico vocationis modo, Tratados de 1552, De thesauris, Historia de las Indias, De regia potestate, Diario del primero y segundo viaje de Colón, Apología contra Sepúlveda, Apologética Historia, Memoriales y Cartas.
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