José Pío Aza, además de ser un misionero valiente, destaca como lingüista, antropólogo y defensor de las culturas indígenas. Su vida es un testimonio de dedicación, humildad y servicio a la comunidad amazónica, dejando un legado que trasciende las barreras del tiempo.
¿Cuáles son sus orígenes?
José Pío Aza nace el 11 de julio de 1865, en la villa asturiana de Pola de Lena, dentro de una familia de profunda vida cristiana (tenía 3 hermanas monjas, de la Orden de Santa Clara).
Era el último hijo de los seis que tuvieron Rodrigo Aza y Bernarda Martínez de Vega. Fruto del ambiente religioso familiar fue su vocación dominicana, ingresando en 1883 a los 18 años en el Convento de Padrón (Galicia). Se ordenó sacerdote en Santander en 1890.
Valladolid fue su primer destino, donde desarrolló una intensa labor como predicador, director del Rosario Perpetuo y de la Academia de Santo Tomás. Con cuarenta años y en plena actividad apostólica en la ciudad vallisoletana, el P. José Pío abre su espíritu a nuevos horizontes apostólicos, incorporándose el año 1906 al nuevo Vicariato Misionero del Perú, recién abierto el año 1902.
¿Qué hizo en la selva amazónica peruana?
En el suroriente amazónico peruano se encontró con otro gran hombre y misionero, Monseñor Zubieta, bajo cuya responsabilidad había recaído la puesta en marcha del Vicariato y llevaba cuatro años recorriendo la inmensidad de su territorio misionero.
El P. José Pío Aza se encargó de explorar y cartografiar la región para luego poder estructurar y organizar los puestos misioneros del Vicariato, sobre todo en la cuenca del Madre de Dios, donde fundó la misión de S. Luis del Manu en 1908, y la de S. Jacinto de Maldonado en 1910, dos años antes de su designación como capital del nuevo Departamento. Allí empezó a simultanear su labor evangélica con la recogida de notas sobre las diferentes y complejas lenguas de las que iba teniendo noticia.
Con una familia machiguenga en Koribeni | Museo Dominico Amazónico
No era extraño que, en medio de este complicado mundo de la selva, donde reinaba la ley del más fuerte, la presencia de los misioneros para instruir y proteger a los más débiles fuera mal vista por aquellos que no querían tener testigos de sus desmanes, como sucedió en la misión del Manu.
Fray José Pío Aza se hizo notar por su defensa de los pueblos indígenas, por un lado, contra los caucheros que trataban de sacar a las tribus de la selva para explotar su riqueza, y por otro manifestando su oposición a que perdiesen su propia identidad, negándose al afán de otros misioneros por separar a los niños nativos de sus padres para educarlos en internados a la manera occidental.
“He hecho por las misiones todo lo que he podido”
En 1913 fue nombrado Vicario Provincial en Lima, aunque lo suyo era el trabajo de campo y por ello volvió a incorporarse dos años más tarde a otra misión más tranquila, la de Chirumbia, que había sido el primer establecimiento religioso en la cuenca del Urubamba. Allí ya tuvo el tiempo y los medios necesarios para ir poniendo en orden sus apuntes y empezó a trabajar sobre la vida de los indios amazónicos, la geografía de sus territorios y sobre todo sus lenguas.
En la cuenca del otro gran río del Vicariato, el Urubamba, fundó en 1918 la misión de S. José de Koribeni, de la que fue superior muchos años.
Su prestigio lo llevó a ser propuesto para obispo, pero prefirió continuar como misionero y vivió esta época alternando sus estancias entre Lima y Koribeni, que fue creciendo hasta transformarse en un poblado próspero donde actualmente la escuela municipal lleva su nombre. Allí estaba en 1932 cuando resultó afectado por una epidemia de paludismo que ocasionó una gran mortalidad en la zona. Desde entonces su salud quedó resentida y dos años más tarde tuvo que abandonar la selva.
¿Cuál fue la relevancia de sus estudios lingüísticos?
Junto a la apertura de puestos misioneros, hay que destacar la relevancia de los estudios que hizo de las lenguas minoritarias de los nativos de la selva amazónica. Fray José Pío Aza fue el pionero que abrió los complicados caminos del conocimiento de los distintos idiomas de los indígenas nativos del suroriente peruano.
El expresaba la importancia de dominar las lenguas indígenas para la evangelización y para ello realizó extensos estudios lingüísticos y publicó vocabularios y estudios etnológicos sobre diversas tribus, destacando su dedicación en el aprendizaje de la lengua machiguenga. El legado de sus estudios perdura y ha recibido el reconocimiento de diversas instituciones científicas y culturales. Él atribuye su éxito en esta tarea a san Martín de Porres, debido a su profunda conexión espiritual, al que se encomendó en esta tarea.
La mayor parte de sus obras se publicaron en vida, pero después de su muerte los dominicos llevaron otras que habían quedado pendientes a la imprenta. Entre todas destacan sus “Apuntes para la Historia del Madre de Dios”, de 1928, con un elaborado mapa del Vicariato Apostólico del Puerto de Maldonado y la “Doctrina cristiana Machiguenga y Español”, que incluye un diccionario y gramática de esta lengua, publicado en Lima, en 1932, elogiado por su rigor por maestros tan prestigiosos como Ramón Menéndez Pidal y Ramiro de Maeztu.
¿Cómo fueron sus últimos años?
El año 1934 asiste al Capítulo Provincial en España como delegado de Misiones y a pesar de que su salud acusaba el cansancio de la intensa actividad en las selvas amazónicas, no se resigna a quedarse en España y regresa a Perú. Pero antes de su regreso y aprovechando su estancia en España, tiene que someterse una pequeña intervención quirúrgica en Oviedo y pudo saludar a su familia y sus amigos de Asturias.
Fray José Pío Aza leyendo el periódico | Museo Dominico Amazónico
Lo suyos intentaron convencerlo para que pasase sus últimos años junto a ellos, pero él no quiso quedarse porque su vida ya estaba unida a la de los indígenas amazónicos, de modo que retornó definitivamente a Perú y falleció el 7 de octubre de 1938 en la Granja de Misiones de Quillabamba.
Los Misioneros Dominicos crean en el año 2003 el Centro Cultural Amazónico “José Pío Aza” en Lima, que lleva su nombre en reconocimiento de su gran labor. Y en 2009 se editaron sus obras completas que recogen sus investigaciones, desde 1910 hasta 1937, así como sus cartas personales.