Luis de Sarria nace en Granada en 1504. Su padre, Francisco Sarriá oriundo de la Villa gallega del mismo nombre, perteneciente la provincia de Lugo, ha llegado a Granada tras la reconquista. De la madre de Fray Luis desconocemos incluso su nombre, aunque no su acendrada virtud.
Infancia
La infancia de Fray no fue muy halagüeña, sin embargo Luis de Sarria, como escribe fray Desiderio Diéz de Triana en su semblanza biográfica, heredó de su padre la temprana orfandad a los cinco años. Y de su madre, la ejemplaridad de una vida laboriosa, que a duras penas le va sacando adelante con el esfuerzo de un trabajo humilde en el duro trabajo de lavandera según una adornada tradición legendaria, en el convento dominicano de Santa Cruz.
Fray Luis recordará su humilde cuna años más tarde, de lo que nunca se sonrojará y será para él un timbre de gloria cuando la vida le brinde los mas altos honores. En la cima de su popularidad y prestigio no olvidaba su humilde origen: «Siendo yo hijo de una mujer tan pobre que vivía de la limosna que le daban a la puerta de un monasterio», escribe a San Carlos Borromeo cuando se exalta en elogios sobre su vida y escritos.
Noviciado
A los veinte años de edad, en sazonada primavera de religiosidad y saberes, Luis Sarria llama a las puertas de Santa Cruz la Real para ingresar como novicio. Cómo ha llegado a la decisión de ser fraile dominico, podemos barruntarla por lo que él mismo nos dirá en una enjundiosa y sosegada meditación sobre la elección de estado. Sus palabras rezuman paz espiritual y luz esclarecedora. Prolongados silencios, atención y reflexión de mente, diálogos consigo mismo y con Dios a la luz de la fe han constituido el clima de la inquieta búsqueda del joven Luis sobre la decisión de su vida.
Si en su niñez pidió limosna, acompañado de su madre, a las puertas de un monasterio, «por amor de Dios», en mocedad, resuelto y decidido, pide «misericordia de Dios» al prior del convento de Santa Cruz la Real para ingresar como fraile predicador. La misma llaneza de vida, idéntica sencillez de corazón van jalonando su espíritu iluminando las sendas de su vida religiosa.
Luis de Sarria recibe el hábito blanco y negro de los dominicos el 15 de junio de 1524. Un año pasará Fray Luis de novicio, dedicado al ejercicio ascético y al cultivo de la vida interior del espíritu. La oración, el estudio, el aprecio y ejercicio de la caridad y del servicio en la vida fraterna van a fundamento y densidad a esta etapa su vida. Al cumplirse el año de noviciado, hace profesión religiosa y promete fidelidad en el seguimiento de Cristo según la Regla de la Orden de los Hermanos Predicadores. En manos de fray Cristóbal de Guzmán, prior del convento, pronuncia decididamente sus votos. Era un luminoso y sazonado 1 de junio de 1525.
Estudiantado
Fray Luis inicia en Santa Cruz -elevado ya al rango de Estudio General- una vida nueva que se prolongará durante varios años de observancia regular en los que alternará la disciplina monástica, con la salmodia y el estudio. El convento de Santa Cruz, de reciente fundación, florecía, como planta bien cultivada, en «idóneos y doctísimos religiosos»; era centro de estudio y oración, y en esta comunidad conviven con ejemplar estímulo y admirable armonía predicadores y profesores, compartiendo la reflexión teológica, filosófica y humanista, la predicación y el apostolado misionero.
Espiritualidad
La primera impresión que uno tiene tras conocer la vida de fray Luis de Granada es de que se trata de un fraile comprometido, coherente y verdadero. Su vida le condujo por experiencias muy fuertes que supo afrontar con entereza: su pobre niñez, los estudios en el exigente Colegio de San Gregorio, el rechazo para ir a las Indias, los diez años en el apartado convento de Escalaceli, su oficio como asesor de los monarcas portugueses y como Provincial de la Provincia de Portugal, la desagradable y humillante experiencia con el Santo Oficio, su no deseada participación en el conflicto sucesorio al erigirse Felipe II como rey de Portugal y los falsos fenómenos místicos de sor Visitación, por los que tuvo que retractarse nuestro autor poco antes de morir.
Como fraile, Granada fue un dominico modélico: hombre de oración, humilde y estudioso, dedicó su vida a predicar el evangelio y a intentar mejorar la calamitosa situación religiosa de su época. Y, ciertamente, sus predicaciones y sobre todo sus exitosos escritos, hicieron mucho al respecto.
Fray Luis de Granada supo recoger y condensar ideas tomadas de numerosísimos autores compaginando todas sus fuentes sin que se notasen las “junturas”, es decir, dándole unicidad y coherencia a su doctrina espiritual. Fray Luis consigue evitar el eclecticismo a la vez que combina la teología tomista –de corte ascético–con la espiritualidad místico-afectiva de los espirituales renovadores españoles. Esto hace que le situemos dentro del sector de los dominicos moderados, a distancia del grupo de fray Melchor Cano, y sea considerado como el portavoz de la espiritualidad del concilio de Trento y el gran creador del humanismo devoto que propagará y perfeccionará san Francisco de Sales.
Ofrecemos un estudio que trata de rescatar la valiosa espiritualidad de fray Luis de Granada y mostrar su gran vigencia en el mundo actual.
Estos son los artículos existentes sobre Fray Luis de Granada: