La querencia de la soledad

El mismo provincial que impidió el viaje misionero de fray Luis a Nueva España, le destinó a Córdoba para una difícil tarea: restaurar Escalaceli como Centro de espiritualidad dominicana y de irradiación apostólica. Su estancia en el retiro de la Sierra Cordobesa será larga y fecunda. Fértil en frutos espirituales cosechados en una frecuente y ejemplar predicación en toda la campiña cordobesa, y no menos abundante y sazonada cosecha la conseguida para el huerto de su alma. En Escalaceli se forjará fray Luis como maduro y experimentado predicador y consejero, sublime escritor místico y maestro de la vida espiritual.

Tras su largo y fecundo retiro de Escalaceli, fray Luis emprenderá una larga andadura por tierras extremeñas y sobre todo por Portugal -pasará aquí más de un tercio de su vida-, labrando nuevos campos misioneros, abriendo surcos fecundos en el pueblo y en la corte por la sencillez de su vida, la fuerza y bondad de su predicación evangélica, la lucidez y prudencia de sus consejos, y la brillantez y fecunda obra espiritual.

El Padre Granada, como contemplativo, es el hombre de los hombres, en comunión con el mundo, sin dejar a Dios. Sólo el contemplativo es capaz de saborear las riquezas de la soledad en comunión espiritual. «No hay paraíso ninguno que sea igual con el mío». Decía fray Luis, refiriéndose a esta soledad de que disfrutaba. «El contentamiento que tengo es tan grande que en esta vida no se puede tener mayor, y algunas veces tengo escrúpulo de ver cómo me da Dios el paraíso en esta vida».

La querencia de la soledad, como encuentro consigo mismo y como apertura a Dios, acompañará a fray Luis toda su vida. En el apostolado más intenso, en la corte de los reyes o en la quietud de su convento, fray Luis será un alma de soledades y de presencias espirituales. El invita a evitar el vagabundeo, a buscar el remanso interior para la contemplación gozosa, el regusto de la paz en el espíritu y el solaz de la presencia de Dios.

Refiriéndose fray Luis a los que no sabiendo estar consigo mismo y por temor a este encuentro íntimo, andan fuera de sí y no buscan el remanso de la intimidad personal, les dice: «Porque como (éstos) traen derramado el corazón y los sentidos por las cosas exteriores tanto menos carecen de dentro cuanto más se derraman por fuera […]. Estos son los que... procuran ver cosas hermosas y oír cosas nuevas, y así vuelven a sus casas con el corazón lleno de viento y vacío de devoción».

Fray Luis cuando ausculta el corazón humano, llega a sus verdaderas profundidades. Recomienda la soledad y el silencio interior como ambiente adecuado para encontrar la paz del espíritu: «Huélguese siempre de estar sólo y morar consigo y hacer vida consigo, y así la hará con Dios, que es amador de la soledad». «El varón devoto busque y ame la soledad, no solamente la exterior, sino también la interior, pues está claro que la una ayuda a la otra».

Urbano Alonso del Campo, O.P.
Granada