Como introducción quiero comenzar con la interpretación de la famosa frase de San Cipriano, obispo de Cartago, en África, que en su sentido estricto representa el grado supremo de la intolerancia en la doctrina cristiana. Es la frase siguiente: “Extra Ecclesiam nulla salus” (fuera de la Iglesia no hay salvación)[1]. Muchos han sido los que a través de la Historia han interpretado esta sentencia en su máximo rigor. Hay un Capítulo en el Concilio Ecuménico IV de Letrán de 1215 que trata Sobre la fe católica y recoge así la frase de aquel santo del siglo III, San Cipriano: “Una sola es la Iglesia Universal de los fieles, fuera de la cual ninguno puede salvarse de ningún modo” (“Una vero est Universalis Ecclesia, extra quam nullus omnino salvatur”)[2].
En todos los tiempos, incluso en los nuestros, no han faltado quienes han interpretado estos textos en un sentido absoluto, exclusivista, y por lo mismo como engendradores de intolerancia. No obstante ya desde antiguo no han faltado autores más aperturistas, que han negado el valor absoluto de esas formulaciones. En la antigüedad contamos con la autoridad teológica de San Agustín, en la edad media la de Santo Tomás de Aquino y en la edad moderna la de Francisco de Vitoria, que recoge la herencia de los dos primeros y le da una proyección más universal, pues Vitoria prolonga su pensamiento hacia el Nuevo Mundo, América.
Recogemos, pues, algunos textos de Vitoria al respecto. Vamos a tomar este conjunto de frases de sus Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás, publicados por el P. Vicente Beltrán de Heredia en 1932[3]. Comenta Francisco de Vitoria la cuestión 10 de esa parte de la Suma de Teología de Santo Tomás de Aquino, que se titula Sobre la infidelidad en general. En las notas a pie de página pondré el lugar concreto de donde los tomo.
Al tratar el tema de si la infidelidad es pecado, anuncia una de sus próximas relecciones, la que se titulará Qué es lo que tiene que hacer el hombre cuando llega al uso de razón y qué es lo suficiente para conseguir la salvación. En éste y en otros lugares similares parece tener delante los inconvenientes del sentido estricto que preconiza la antigua sentencia “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, como también la necesidad absoluta de la gracia para salvarse, entendida la gracia, según se hace ordinariamente como un don o como una asistencia especial de Dios y no como la asistencia general de su providencia en el gobierno de los hombres. Inmediatamente después de anunciar la citada relección lanza en frases breves su doctrina sobre este particular:
“El hombre que nunca ha oído nada sobre Cristo y no tiene otro pecado (que el supuesto pecado de infidelidad), podrá salvarse”[4].
“El hombre puede conseguir la gracia sin tener conocimiento de Jesucristo”[5]. Y por consiguiente conseguir la salvación. Son frases que todavía a muchos no les resultan familiares o acordes con una sana teología. Lo advierte el propio Vitoria, pero no las retira.
“Parece extraño –dice- que un hombre esté en gracia y que no tenga conocimiento de Dios. La gracia en efecto es amistad. Y ¿qué amistad puede haber entre los extraños? Las dos cosas son probables, pero la afirmativa (que un hombre esté en gracia y no tenga conocimiento de Dios) tiene mayor evidencia”[6].
“Es más; es incluso probable que el hombre puede tener contrición de sus pecados sin la fe en Cristo, si es que hace lo que le es posible según la ley natural y se duele de sus fallos”[7].
Se inspira para estas afirmaciones en San Agustín y en Santo Tomás. De San Agustín cita equivocadamente el Libro Sobre Ochentaitrés Cuestiones, pero el texto es de los tratados de San Agustín Sobre el Evangelio de San Juan, tratado 89, donde afirma: si el hombre no tiene de dónde aprender (el Evangelio de Cristo) y no le ha llegado de ningún modo el rumor de la doctrina cristiana, entonces la ignorancia no es culpable, y está libre de toda condenación[8]. De Santo Tomás afirma Francisco de Vitoria que toma esa doctrina de otros santos. “Por consiguiente –concluye Vitoria- para aquéllos que nada oyeron de Cristo no es pecado la infidelidad, y sólo serán condenados por los otros pecados”. Es la aplicación del principio tan socorrido por Santo Tomás y sus discípulos: “al que hace lo que está de su parte, Dios no le niega su gracia” (“facienti quod in se est, Deus non denegat gratiam”).
Creo que estos textos son un gran avance hacia una tolerancia en el orden de la religión y de la moral, y nos revela que no sólo para Vitoria, sino para otros muchos antes de él, no tiene valor la frase “Extra Ecclesiam nulla salus”, o no le dan sentido de intolerancia.
Vitoria se opone aquí a “isti moderni”, como él dice, que son los nominalistas, aunque no todos. Para ellos la llamada infidelidad negativa, es decir, la infidelidad de los que nunca han oído nada de Dios o de Jesucristo, es pecado, como la positiva, o la de los que a sabiendas hacen oposición a recibir la fe. Defienden esos nominalistas que la ignorancia de Jesucristo es culpable, porque, “si hicieran la conveniente diligencia humana, serían iluminados”[9]. Como no lo hacen, y lo prueba el hecho de no haber recibido esa iluminación, su ignorancia es vencible y por ello condenable. Son autores que se inclinan por la intolerancia.
Vitoria concluye esta exposición con la siguiente frase: ”Es grave decir que en el pecador, o supuesto pecador, no puede haber ignorancia invencible. Debemos decir que, para que uno tenga una ignorancia invencible, que le excuse del pecado de infidelidad, le basta que no haya oído hablar del verdadero Dios o de Jesucristo”. Y vuelve a evocar el célebre catedrático de Salamanca las figuras de San Agustín y Santo Tomás, en que se inspira su doctrina[10].
Pensaba dejar ya este apartado de frases vitorianas que apuntan hacia la tolerancia moral y religiosa. Pero con brevedad voy recoger algunos pensamientos sobre otro tema muy afín. Me refiero a lo que nos dice sobre el problema: “si todos los actos de los infieles son pecados”. Subyace aquí la doctrina de los protestantes, mantenida claramente por Martín Lutero, de que al estar la naturaleza humana esencialmente viciada por el pecado original, todos sus actos son pecado.
Lo estudia Vitoria en el comentario al artículo cuarto de la cuestión décima de la Secunda Secundae de Santo Tomás. Comienza advirtiendo que se trata de un tema muy discutido en las aulas. Asegura ya desde el principio que “no todo acto de los infieles es malo; no sólo no pecan en todas sus acciones, sino que muchas de ellas pueden ser buenas”. No es verdad que la naturaleza haya sido esencialmente corrompida por el pecado original, como lo defienden en general los protestantes, sino solamente debilitada[11].
Se opone a la tesis del nominalista Gregorio de Rímini: que los gentiles y los idólatras no pueden tener actos moralmente buenos; todos sus actos son pecados o mortales o veniales[12].
Vitoria se pone del lado de Santo Tomás en el texto qué él comenta y advierte que “Santo Tomás sostiene que el hombre puede realizar obras moralmente buenas sin ningún concurso especial de Dios”[13], esto es, bastando el concurso general de su providencia en el gobierno del mundo o de toda la humanidad.
Y concluyo esta fraseología con esta afirmación de Vitoria: son muchos los doctores que he leído que afirman esta doctrina: que los infieles que no conocen al verdadero Dios hacen obras moralmente buenas. Esta doctrina muestra cómo Vitoria mantiene un camino abierto, al menos a la tolerancia, y que la doctrina estricta del adagio “fuera de la Iglesia no hay salvación” (“Extra Ecclesiam nulla salus) ha sido mantenida por muchos en la historia de la la Iglesia y de la Teología, pero que él con muchos autores antiguos, medievales y modernos no la sigue.
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[1] CIPRIANO, SAN, Epistola ad Jubaianum, cap. 21, en Patrologiae Cursus Completus… Accurante J.-P. MIGNE… Patrologiae Latinae Tomus 3, Turnholti (Belgium), Typographi Brepols, Editores Pontificii [reimpres.], 1970, columna 1123a: “haeretico nec baptisma publicae confessionis et sanguinis proficere ad salutem potest, quia salus extra Ecclesiam non est”.
[2] DENZINGER, HENRICUS-SCHÖNMETZER, ADOLFUS, S. J., Enchiridion Symbolorum, Definitionum et Declarationum de rebus fidei et morum…, Barcinone-Friburgi Brisgoviae-Romae-Neoevoraci, 1963, nº 802 (430), pág. 260. Sigue el texto: “En Ella (en la Iglesia ) uno mismo es el sacerdote y el sacrifio, esto es, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre están verdaderamente presentes en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, habiéndose transubstanciado por el divino poder el pan en el cuerpo y el vino en la sangre…
[3] VITORIA, FRANCISCO DE, O. P., Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás. Edición preparada por el R. P. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA, O. P… Tomo I: De Fide et Spe (qq. 1-22)…, Salamanca, Biblioteca de Teólogos Españoles, 2, Apartado 17, 1932.
[4] Ib., pág. 162.
[5] Ib., pág. 163.
[6] Ib., pág. 163.
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[7] Ib.
[8] AGUSTÍN, SAN, In Joannis Evangelium Tractatus,Tractatus 89, nº 2, en Patroligiae Cursus Completus… Accurante J.-P. MIGNE… Patrologiae Latinae Tomus 35, Turnholti (Belgium), Typographi Brepols, Editores Pontificii [reimpres.], 1981, columna 1857: ”Sed quod adjunxit, atque ait, Nunc autem excusationem non habent de peccato suo, potest movere quaerentes, utrum hi ad quos non venit Christus, nec locutus est eis, habeant excusationem de peccato suo. Si enim non habent, cur hic dictum est propterea istos non habere, quia venit venit et locutus est eis. Si autem habent, utrum ad hoc habeant ut poenis alienentur, an ut minus puniantur? Ad haec inquisita pro meo captu, Domino donante, respondeo, habere illos excusationem, non de omni peccato suo, sed de hoc peccato quo in Christum non crediderunt, ad quos non venit, et quibus non est locutus”. En la relección correspondiente, citada en el texto, Qué es lo que tiene que hacer el hombre cuando llega al uso de razón y qué es lo suficiente para conseguir la salvación, cita también Libro sobre ochentaitrés cuestiones en vez de Tratados de S. Agustín sobre S. Juan, Tratado 89.
[9] VITORIA, FRANCISCO DE, O. P., Comentarios a la Secunda Secundae de Santo Tomás. Edición preparada por el R. P. VICENTE BELTRÁN DE HEREDIA, O. P… Tomo I: De Fide et Spe (qq. 1-22)…, Salamanca, Biblioteca de Teólogos Españoles, 2, Apartado 17, 1932, pag. 163.
[10] Ib., pág. 163.
[11] Ib., pág. 169.
[12] Ib., pág. 170. GREGORIUS ARIMINENSIS, Commentaria in II Sententiarum, distinctione 41.
[13] Ib. págs. 169-170. THOMAS AQUINAS, SANCTUS, Summa Theologiae… III. Secunda Secundae. Editio altera, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), 1956, cuest. 10, art. 4, pág. 73b.