Sor Lucia Caram, OP
El mensaje de Catalina hoy, es de indudable actualidad. No sólo porque la sociedad y la Iglesia atraviesan una crisis de desmoronamiento y surgimiento de algo nuevo y diferente, sino porque el hombre de entonces y de ahora tiene, en sus manos y en su propia vida, la clave para hacer frente a las adversidades, para asumir su historia, y para llegar a la Felicidad a la que es convocado. De ahí que podamos enumerar, brevemente algunos ámbitos en los que la doctrina de Catalina recobra hoy actualidad práctica:
Ante una sociedad y un mundo en crisis
Catalina grita con su vida, que la transformación de las estructuras tiene su origen en lo profundo del corazón del hombre. Si las iniciativas no nacen de éste, y éste purificado del egoísmo, no es posible la armonía y la convivencia.
La vida de fe y la experiencia de Dios, exigen del creyente un compromiso por la justicia y la paz. No es posible ser creyente y permanecer indiferente ante la sociedad y el sufrimiento de los hombres y mujeres: El Dios del éxodo que oía los clamores de su pueblo y no podía soportarlos, sigue manifestándose en aquellos hombres y mujeres que descubren su presencia y se dejan enviar para decir a los que sufren, a los que oprimen, la humanidad: “Yo soy, me envía...”. Si no hay urgencia por redimir, por aliviar, por unir, no hay vida en Dios.
Es hora de vivir de lo esencial: si hay un viejo sistema que está cayendo, si las estructuras están agonizando, hay que dejar que caigan y mueran, si han de morir y desaparecer, con tal que todos nos comprometamos a construir algo nuevo pero desde dentro; desde la real experiencia de conocimiento de nosotros mismos y de Dios, donde el otro, la persona, no nos puede resultar indiferente.
Promotora de la Paz
Cuando los conflictos mundiales ya no nos sorprenden, porque la seguridad no existe y medio planeta está en guerra, la figura de Catalina emerge invitándonos a conjugar los movimientos de nuestra vida y corazón, sabiendo que la paz, nace de un compromiso insobornable por la justicia y la verdad. Es urgente combinar: Compasión y misericordia, de las que nace la auténtica denuncia de la inmoralidad y a partir de la cual es posible erradicar la violencia que nace del desamor y del egoísmo.
La paz auténtica, nace, para Catalina, del corazón reconciliado, que no se avergüenza de vivir, obrar e invocar el nombre de Dios, pero no para hacer la guerra, sino para llamar a la conversión, reconciliando primero al hombre consigo mismo y con Dios, y luego a Dios con la humanidad: De la vida en Dios, no es posible que surja ningún deseo de venganza, de violencia ni desamor.
La mujer en la Iglesia y en la sociedad
Estamos en un momento histórico en el que es indiscutible el rol de la mujer, y en el que ésta va recuperando una serie de derechos que históricamente le fueron arrebatados; aunque a lo largo de la historia hubo algunas, que, a pesar de los condicionamientos históricos, se abrieron camino y son para las mujeres y para la sociedad un referente, y ¿por qué no? un modelo a imitar.
Coincidiendo con el comienzo de este curso, la semana pasada tuvo lugar en Madrid un curso, organizado por la CONFER[1], en el que participaron más de un centenar de personas, sobre “La tarea insustituible de la mujer en la acción evangelizadora de la Iglesia”. Era abierto, pero los participantes fueron 134 mujeres... Y esto es un indicativo. El título no cuestiona, afirma. Pero, he aquí que las participantes y ponentes al finalizar dicho curso “reclaman un protagonismo mayor e insustituible”; hablan de una Iglesia patriarcal –hoy- y afirman que “las mujeres son evangelizadoras porque son portadoras de una antorcha, que pasó de mano en mano, porque ayudan a despertar, a tomar conciencia y a actuar promoviendo así el cambio social...”. Hablaron de la mujer evangelizadora y evangelizada como “servidora del Reino, no como sirvienta gratuita y no rentable, para las cuentas diocesanas; de las mujeres como comensales del banquete, y no cocineras”... Se habló de corresponsabilidad, y del papel del acompañamiento espiritual por parte de la mujer en los procesos de fe, y se indicó que estamos en una sociedad y en una Iglesia que carece de líderes y de maestros espirituales; y aquí se apunto un papel insustituible para la mujer, por su capacidad de escucha, por su visión global de la vida y por su tendencia maternal femenina”. Finalmente se reconoció que la voz de la mujer había sido silenciada.... ¿y hoy?.... La pregunta quedó abierta.
Es justa la reivindicación, y ésta es muy diferente de igualdad de funciones. Confundir los papeles de hombres y mujeres, podría ser nefasto, nos veríamos privados de la riqueza que aporta lo femenino y lo masculino a nuestra existencia. Valores igualmente dignos y nobles, pero diferentes entre sí, complementarios.
Viendo el influjo de Catalina, y pensando en nuestra la Iglesia, que es madre, llegamos a la conclusión que no puede verse privada de lo femenino, de la presencia de la mujer en los ámbitos de decisión, de consulta, de gobierno; en la cátedra, en las relaciones diplomáticas, etc. porque por naturaleza ella está llamada a llenar de ternura y de cercanía esos ámbitos, -que de por sí son frios y/o formales- que sirven para acercarse al corazón del hombre, para comprender, perdonar, acoger.
Es tiempo de devolver a la Iglesia su auténtico rostro de esposa y de madre, y de no dejar a la sociedad privada de los valores auténticamente femeninos: La intuición, la capacidad de escucha y de sufrimiento, la perseverancia, la comprensión......ayudarán a dar respuestas a los problemas concretos del hombre de hoy, y seguramente será un buen paso para suavizar actitudes de condena, de inflexibilidad, de excesiva dureza.
En esto también Catalina, fue una precursora, que puede arrojar mucha luz para ayudarnos a descubrir nuevos caminos de realización. Basta ver su actuación, para darnos cuenta que hay muchos ámbitos que, entonces como ahora, pueden ser enriquecidos con la presencia activa de la mujer. Reducir su influjo o gastar todas las cargas, por defender temas, como por ejemplo el sacerdocio de la mujer, sería, tal vez una minimización del auténtico papel de la mujer. Eso, a lo mejor llegue, tal vez lo veamos, tal vez no, pero no es lo único ni lo más importante. De momento han dicho que no, que lo estudien los teólogos y lo discutan los que tienen a su cargo la guía de la Iglesia. Nosotros, tratemos de “trabajar” por dar un paso “protagónico”, donde tiene que tenerlo la mujer, y no hay leyes -aunque sí costumbres- que se lo puedan impedir: ¿Serían los cardenales y los papas; los políticos y religiosos, los clérigos y laicos de entonces más dóciles que los de ahora?.... Catalina hizo oír ante ellos su voz enérgica y grave, y fue escucha, y también ignorada, pero no por eso dejó de: negociar, exponer, congregar en torno suyo una “familia”, orar, viajar, etc....
[1] Conferencia española de Religiosos.