Sor Lucía Caram, OP
Sus escritos
Catalina tiene un lugar privilegiado entre los más grandes escritores, la potencia de su poesía no envidia nada a la genialidad de los poetas de mayor renombre. Su producción literaria le sitúa “en un puesto de honor entre los escritores del Trecento italiano, o sea, el siglo que produjo los astros mayores de la literatura italiana”[1]; y esto, a pesar de que era lo que hoy llamaríamos analfabeta o iletrada.. El beato Raimundo, nos dirá, que su doctrina es, tal vez, lo más admirable de su vida, y el P. Royo Marín que [2]”Su doctrina mística representa uno de los hitos más importantes en la historia de la espiritualidad de todos los tiempos”.
Sus cartas atestiguan un conocimiento profundo de los Evangelios así como de las Cartas de San Pablo, con quien muchos autores la han comparado. Su lectura preferida era el breviario, pues éste la introducía en dulces coloquios con su esposo.
Todos sus historiadores coinciden en afirmar que no sabía leer ni escribir, pero que como mujer inteligente y práctica dictaba a dos o tres secretarios, que eran discípulos de su entera confianza, aquello que deseaba plasmar. Se ha dicho también, que a menudo dictaba estando en éxtasis, afirmación que ha dado lugar a muchas polémicas, que no es el caso analizar. Pero sea como sea, lo importante es que su obra ha llegado hasta nosotros, y que sus escritos son la base de que su nombre figure entre los doctores de la Iglesia.
Sus biógrafos de primera hora dirán que: “Una de sus hermanas[3], tal vez Alessia Saracini (perteneciente a una noble familia, y por tanto instruida), le procuró un alfabeto, y la joven de edad de veinte años, se dedicó a aprender las letras en la soledad de su celda.
Los progresos eran lentos, y después de varias semanas de esfuerzos, le pareció que nada adelantaba, entonces se dirigió a Jesús en su oración: “-Si te agrada, Señor, que pueda leer el oficio y cantar tus alabanzas en la Iglesia, ven en mi auxilio. Pero si no es esta tu voluntad, seguiré de buena gana en mi actual ignorancia”. Desde ese momento Catalina llegó a leer corrientemente. A veces, sin embargo, adivinaba más que leía, porque como afirma Raimundo, cuando se le rogaba que deletrease era incapaz de hacerlo porque apenas conocía las letras. Esta observación revela la naturaleza de la ciencia de Catalina, puramente intuitiva y de ningún modo razonada.”[4]
Ciertamente, a pesar de no haber recibido una formación académica, supo plasmar en sus escritos una teología de gran valor, elaborada, fundamentalmente en el diálogo interior que sostiene con el Maestro. Ella transmite también, sin duda, lo que ha asimilado en su ambiente familiar y social. El Padre Huerga, -estudioso de la santa- dijo que se trata de una cultura no masticada en los libros sino sorbida en el ambiente de formación de la espiritualidad de cuño dominicano, enriquecida más tarde en su cenáculo o familia cateriniana, al que pertenecían laicos, religiosos, hombres y mujeres de diversas condiciones, pero la mayoría eran personas muy cultas.
Y el Padre Morta, afirmará: “Creemos científicamente ortodoxa la opinión de los que creen que, además de sus experiencias místicas y comunicaciones extraordinarias de Dios, aportaron elementos al caudal de su doctrina la formación recibida de los PP.Dominicos, directores espirituales suyos; su propia reflexión sobre lo aprendido por uno u otro medio, y la iluminación interior que acompañó siempre su hábito de rumiar y asimilar cuanto recibía su espíritu en orden a la vida espiritual.”[5]
El Diálogo
No es un libro más en su vida: Es el libro de su vida. Allí queda plasmada ella tal como es; en sus páginas se da del todo, se desborda. Por amor a Dios, y por el deseo de comunicar lo que vive, se resiste a sepultar en el silencio de su tumba cuanto Dios, la Divina Providencia, le da a gustar y le hace comprender y por eso dicta.
Catalina, sumida en la amargura por los males que agobian a la Iglesia, se abisma en la contemplación de la Misericordia y de la Providencia y se desborda en las páginas de este libro incomparable, que la contiene y resume a toda ella, expresando tanto su angustia como su confianza.
Las páginas vivas, palpitantes, del Diálogo contienen el grito inenarrable que compendia toda su existencia y misión, dirigido a Dios: "Por tu gloria, Señor, salva al mundo". Escribió en él no lo que sabia, sino lo que vivía, lo que era, recogiendo una serie de experiencias místicas que se habrían perdido definitivamente para nosotros si, de modo providencial, no hubieran encontrado el eco cálido en las páginas del Diálogo. Con la misma fuerza captamos en ellas la respuesta divina en una promesa de misericordia sobre el hombre y la Santa Iglesia y en la enseñanza de los caminos por los que el hombre hallará su salvación.
Según los últimos estudios, la obra fue compuesta entre diciembre de 1377 y los últimos meses de 1378, y no fue dictado de un tirón, sino mediante sucesivas reelaboraciones. En la nota preliminar del Diálogo vemos a un alma angustiada por el deseo vehemente de la gloria de Dios y la salvación de las almas.
El libro del Diálogo consta de un Proemio, ocho grande apartados y una conclusión:
- Proemio (1-2)
- La Doctrina de la Perfección (3-13)
- Un diálogo en torno a las tres preguntas de Catalina (14-25)
- La doctrina del Puente (26-87)
- La Doctrina de las lágrimas (88-97)
- La Doctrina de la Verdad (98-109)
- El Cuerpo Místico de la Iglesia (110-134)
- La Providencia Divina (135-153)
- La obediencia (154-165)
- Conclusión (166-167)
Las Cartas
Nos han llegado 381 cartas en 55 códices, sólo 7 de éstas se consideran originales, en el sentido de haber sido dictadas directamente por Catalina a sus discípulos. El resto pertenecen a la colección recopilada por sus amanuenses después de su muerte.
Los destinatarios de las mismas son muy variados: desde Papas y reyes, hasta gentes muy sencillas. En ellas aborda una amplia gama de temas que nos permiten conocer la riqueza de su fe y de su capacidad para aconsejar con palabras de sabiduría. El denominador común en su correspondencia es:
- Su Amor ardiente Jesucristo.
- Su pasión por la Iglesia.
- Su ardor incansable por atraer a los hombres a Dios.
- La denuncia de los fallos, con la exigencia tierna y firme de vivir según el designio de Dios y la dignidad de la vocación a la que se está llamado.
Al copiar las cartas se suprimieron algunos fragmentos personales, pero esas variaciones carecen de importancia, constituyendo todas ellas un documento de gran valor espiritual y de gran actualidad.
La imagen que de sus cartas emerge, es mucho más real que la que nos trasmitieron sus biógrafos, y es sin duda más simpática y viva. En ellas queda en evidencia su amor maternal, su psicología femenina y su capacidad de sufrimiento y de empatía con las personas.
Básicamente la estructura de las mismas es la siguiente:
a).Un saludo Cristiano: Invocación a Cristo crucificado y a la dulce María.
b).Un saludo social: Saludo más o menos afectuoso al destinatario.
c). Motivo o tema: Enunciado del contenido principal.
d). Aspecto o aspectos de la vida cristiana: Cuerpo doctrinal de la carta.
e). Motivo por el que escribe: La aplicación práctica.
f). Conclusión de la parte doctrinal: “No digo más...”
g). No siempre hay otro apartado para: Saludos, recomendaciones, recados.
- Algunas veces en esta parte aparece el motivo de su misiva-.
h). Despedida cristiana: “Permaneced en el santo y dulce amor de Dios”.
i). Posdata: No siempre las hay, pero algunas cartas tienen hasta tres.
Hay que reconocer la dificultad que ofrece para la mentalidad actual, la lectura de sus cartas; dificultad que queda superada una vez familiarizados con su estilo y lenguaje.
Oraciones
Nos han llegado 26 oraciones pronunciadas por Catalina en los dos últimos años de su vida. Todas ellas reflejan la agudeza de su vivencia interior y la solidez de su reflexión teológica y vida teologal.
Raimundo de Capua, discípulo y director de la Santa
Sin duda, Catalina de Siena, huiría de la biografía que le escribió su discípulo y director, Fr. Raimundo de Capua, cuyo objetivo era, dar una visión de conjunto de su santidad y contrarrestar las acusaciones que se siguieron a su figura en los años posteriores a su muerte (se la acusó de bruja, de charlatana, de prostituta, etc)
Sin duda, el primer biógrafo, como los hagiógrafos medievales, cae en el panegírico apologético de su amada “mamma”, intentando por todos los medios dejar en evidencia su ejemplaridad y santidad precoz. Estilo y datos que más bien repugnan a la mentalidad contemporánea, que buscan acercarse a la figura de los santos, deseosos de descubrir su proceso de maduración y santificación que les hace más cercanos e imitables.
A pesar “de la pesada y fastidiosa relación de milagros” –escribe el crítico Fawtier-, el testimonio de Raimundo, junto al de su otro discípulo y biógrafo, Caffarini, complementado por la Catalina que emerge de las Cartas y del libro del Diálogo, es ilustrativo y valioso. En su conjunto, los escritos propios de la santa, como los de sus entusiastas discípulos, han contribuido positivamente a la investigación crítica e histórica, hasta dar con la Catalina de Siena, que hoy se nos ofrece como mujer creyente, cercana e imitable.
[1] ÁLVARO HUERGA, Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, Teología Espiritual 14, Valencia (1970) p.366.
[2] Los grandes Maestros de la vida espiritual, Madrid, BAC 1973.
[3] Una de las Mantellata, del grupo al que Catalina pertenecía.
[4] JÖRGENSEN, Johannes, Santa Catalina de Siena, Fontis, Buenos Aires, pp.88-89.
[5] El Diálogo, edición preparada y comentada por Ángel Morta, BAC, Madrid 1955. p.90.