El ejemplo de los mártires es una inagotable fuente de inspiración y reflexión. San Juan de Colonia fue en ayuda de un grupo de creyentes perseguidos y, junto a ellos, dio testimonio de la fe en Jesucristo.
Síntesis biográfica
San Juan de Colonia nació a principios del siglo XVI. Conocedor de la persecución que sufrían los católicos en Holanda, pidió al Prior Provincial ir en su ayuda. La guerra entre independentistas y las tropas del rey español Felipe II desató un conflicto en el que los habitantes de Flandes comenzaron a ver con enemistad cualquier símbolo del catolicismo.
Las ciudades de Dordrecht y Gorcum cayeron en manos del capitán holandés Mariano Brandt el 25 de abril de 1572. Todos los sacerdotes y religiosos fueron encarcelados y permanecieron en las celdas del 26 de junio al 6 de julio de ese año. Presintiendo el final que les esperaba, se prepararon con el sacramento de la penitencia y fray Juan de Colonia les dio la eucaristía.
Los dieciséis encarcelados fueron llevados semidesnudos a Brielle, insultados por muchos pobladores durante el recorrido. Les prometieron poner fin a las vejaciones si renegaban del primado de Roma y la eucaristía, pero ante la negativa de los presos, Lumey, jefe de los independentistas, ordenó ahorcarlos. A pesar de la llegada de una carta de Guillermo de Orange, recomendando a las autoridades respetar a los sacerdotes y religiosos, san Juan y otros diecinueve eclesiásticos fueron martirizados en la madrugada del 9 de julio de 1572.
¿Qué nos dice hoy?
El martirio de san Juan de Colonia es un testimonio de las consecuencias que traen el odio y la incomprensión entre seres humanos. A pesar de los múltiples avances en el ejercicio y garantía de las libertades y derechos, es conveniente no olvidar estos episodios de la historia. La preservación de la memoria histórica previene la repetición de estos dolorosos acontecimientos.