Id por el mundo universo y predicad el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15)
Estamos celebrando el Año Jubilar del Apóstol San Pablo y puede resultar de interés estudiar alguna de las posibles relaciones del dominico san Vicente Ferrer y el Apóstol de los Gentiles.
El Maestro Vicente Ferrer (1350-1419) fundamentalmente consagró los veinte últimos años de su vida a la predicación itinerante por buena parte de la Europa occidental. Y los que presenciaron dichas predicaciones, que testificaron en su Proceso de Canonización en 1451, afirmaron que era «óptimo predicador, de tal manera que después de san Pablo no había habido mayor Doctor». Y otro de la zona de Toulouse, que había oído treinta y cinco sermones seguidos del Maestro, testifica que muchos notables varones y clérigos «decían: “Este vino a salvarnos o a condenarnos. A salvarnos si hacíamos lo que decía; a condenarnos si hacíamos lo contrario, porque hasta entonces teníamos motivo para ignorar, pues no teníamos instructores, pero ahora no es así, cuando se nos ha enviado un tan gran predicador, que a nadie semejante se vio después de San Pablo”». Y otro de la misma zona reitera que «no cree –y eso mismo oyó decir a muchos hombres de ciencia y a otros– que desde la predicación de san Pablo haya habido alguien semejante en la predicación, pues aquello que al hombre de estudio antes de su venida le parecía oscuro, después de su predicación estaba manifiesto y claro».
En el sermón que predicó en Nambroca (Toledo) el 30 de junio de 1411 señala que se celebran «todos los años dos grandes solemnidades de san Pablo: una es la de su conversión, cómo se convirtió de la mala vida a la buena, y por ello entonces toca hacer el sermón sobre su vida virtuosa […] La segunda solemnidad es la de su pasión, que padeció por Cristo y por la predicación del Evangelio». El día anterior en la villa de Orgaz advirtió que «esta fiesta y solemnidad se llama fiesta de san Pedro y san Pablo, porque en el mismo día murieron mártires, pero la santa madre Iglesia sólo celebra hoy el oficio de san Pedro y mañana el de san Pablo, y así de igual forma yo predicaré hoy sólo de san Pedro y mañana de san Pablo siguiendo el orden de la Iglesia»; lo que no ocurre en la actualidad en que el día 30 de junio se celebra la memoria libre de los Santos Protomártires de la Santa Iglesia Romana.
En la primera de las señaladas solemnidades, celebrada el 25 de enero, como Epístola se leída Hechos 9, 3-19, evidentemente según la Vulgata, y como Evangelio san Vicente parecería utilizar Mateo 20, 1-16. En la segunda festividad, que se celebraba el 30 de junio, como Epístola se leía Gálatas 1, 11-20 y como Evangelio Mateo 10, 16-22. Y así, han llegado hasta nosotros varios sermones referidos a estas celebraciones que parten de los mencionados pasajes bíblicos. Aquí nos vamos a centrar en las glosas que aparecen en algunos de ellos del versículo evangélico: Id por el mundo universo y predicad el Evangelio a toda criatura (Mc 16, 15).
Efectivamente en sus enseñanzas sobre san Pablo –que daré traducidas– aprovecha para hacer sobre este mandato que Cristo dio a los Apóstoles poco antes de subir a los cielos, uno de sus bastante habituales comentarios moraliter o actualizaciones, pues tiene tres «secreta», o aspectos a tener en cuenta. Y así señala que ellos muestran a los predicadores de la Palabra de Dios lo que deben hacer[1].
Primero, en relación con Id por el mundo universo, «no dice que estemos en una ciudad o villa, sino en el mundo universo. Pues si el sol estuviera quieto en una parte, no calentaría al mundo: entonces una parte se quemaría, otra estaría fría y otra fructífera; pero el sol recorre todo el mundo, iluminando, calentando y haciendo fructificar. Del mismo modo, los buenos religiosos de Vida Apostólica deben ir por el mundo. Tengan cuidado no se lo impida el afán de comodidad, sino vayan por el mundo iluminando en la fe católica, calentando en la caridad y amor de Dios, y haciendo fructificar en obras de misericordia pías y meritorias. Así como [la comida] cuanto más delicada y excelente tanto más ha de ser removida en la olla para que no se adhiera a sus paredes, como ocurre con las calabazas, así también si alguien es delicado en la devoción y excelente en la ciencia y estimable por su predicación, es necesario que se traslade de un lugar a otro y así no se adherirá, porque si recibe familiaridad de alguna hija espiritual o de otras personas, perderá la devoción y pensará: “Ya que he de permanecer aquí necesito un almacén para guardar el vino, el grano, etc.”[2]; y de este modo adquirirá familiaridades, como que se adherirá a la olla y se quemará, porque el amor que debería tener a Dios lo ha puesto en las criaturas. Pero cuando está obligado a moverse predicando, no recoge dinero ni ninguna otra cosa porque llevaría consigo la muerte [ya que los salteadores caerían sobre él], ni adquiere familiaridades ni se preocupa de almacenes»[3].
Después aduce Oseas (7, 8b-9): Efraín es una torta de pan a la que no se dio vuelta. Extraños devoran su fuerza sin que se dé cuenta; ya las canas están en él sin que se entere. «Dice: Efrain, es decir, persona alta o crecida, persona que crece en ciencia, devoción o excelente predicación. Dice que está hecha como torta de pan entre cenizas, a la que no se dio vuelta: por una parte está quemada y por la otra está cruda. Así es la persona que no cambia de lugar y tiene una vida placentera: se calienta en el amor del mundo y se enfría del de Dios. ¿Qué sigue?: Extraños devoran su fuerza. Tenía un puesto en la mesa y comenzó a abandonar a Dios, la devoción, las lágrimas de compunción y poco a poco fue hundiéndose en tierra. Por eso dice David (Sal 55, 20): No hay en ellos cambio, enmienda. Y ahora respondo a una pregunta: ¿por qué los religiosos se cambian cada año de convento en convento? Porque es necesario removerlos con el báculo del prelado y moverlos como calabazas u otros delicados alimentos, para que no se adhieran adquiriendo familiaridades»[4].
Según el texto conservado en el archivo de la Catedral de Valencia este Id por el mundo universo es como si Cristo dijera «no queráis permanecer mucho en las ciudades, villas o castillos, sino debéis ir de lugar en lugar, de villa en villa». «¿Sabéis por qué? Yo os lo diré: aquellos que han de predicar –como por ejemplo yo– si permanecen mucho en una ciudad, tienen necesidad de celda, necesidades y alguna familiaridad, y eso los turba; y para huir de eso: “marchad, id para utilidad del mundo”, pues si aquellos que predican sólo permanecen en un villa, las otras ¿qué harán?: no serán iluminadas. ¿Sería buena cosa que el sol, cuando sale de mañana, no subiese más alto?: no, porque no podría iluminar todo el mundo. “Enseñadles la fe que deben creer”, después, encendedlos en devoción; luego, en frutos de penitencia»[5].
En cuanto a predicad el Evangelio, señala que no dice predicad a Ovidio, a Virgilio o a Horacio, sino Predicad el Evangelio. «¿Sabéis por qué mandó predicar el Evangelio?: porque las otras doctrinas no tienen el fin, o término, unido con su principio. Así como el agua de una fuente no puede subir naturalmente por un canal más alto que dicha fuente porque no tiene fuerza para más, así ocurre con la doctrina de los poetas. Veamos de dónde nace: ¿no sale del entendimiento del hombre?, por tanto no puede hacer que alguien suba al Cielo. Tú que predicas solamente esa doctrina de los poetas siempre serás terreno. Pero la doctrina evangélica, que viene del Cielo, hace subir a aquel lugar del que sale a la persona que la predica y practica. Por eso dice Cristo (Jn 4, 14): El agua que yo le daré se hará en él una fuente que salte hasta la vida eterna. Por tanto, predicad el Evangelio, porque predicar la palabra de los condenados es condenación. Dice san Jerónimo que Aristóteles y Platón están en el Infierno[6]. Toma, pues, la doctrina de Cristo que conduce a la vida; toma la Biblia, que se llama libro de la vida pues los libros de los poetas se llaman libros de muerte»[7].
El texto conservado en el ya citado archivo catedralicio al respecto explicita algo más algunas de las expresiones anteriores. «No dice ni Virgilio ni Ovidio sino Evangelio, pues las doctrinas de los poetas no salvan las almas. Dicen los cosmógrafos que una fuente de agua que brota en una montaña, naturalmente sólo puede subir tan alta como brota, sólo podrá ir más alta si es por fuerza. Así es la doctrina de los filósofos, que es formulada por el entendimiento natural; entonces ¿cómo podemos pensar el subir al Cielo?, ¿y el Purgatorio que es? Ellos por su doctrina están de cabeza en el Infierno y allí están los mezquinos y estarán perpetuamente. Aristóteles ¿dónde piensas que está?: en el Infierno, pues él enseñaba en las escuelas que era un dios, iba a la iglesia y adoraba a los ídolos, y murió de mala muerte ya que en un lugar había un agua a orillas de un olmo, que de repente salía suave y de repente tan fuerte que explotaba como un trueno del cielo y le hicieron venir para que investigase cómo era eso; él hizo hacer allí una casa, y miró y pasó un día, y pasó otro, y no podía entrar, y finalmente dijo al agua: “O tú me dirás, o tú me matarás”; y allí se ahogó. También Platón un día iba por la orilla del mar y unos pescadores estaban seleccionando y les dijo: “¿Tenéis mucho?” y ellos respondieron: “Cuando cogemos no tenemos y cuando no cogemos tenemos”. Él lo escuchó y estuvo pensando: “¿Cómo es eso que han dicho? No puede ser, yo nunca comeré hasta que lo haya resuelto. ¿Cómo es eso?”. Así se ahorcó. Él lo decía por un pez, que tenían que ser muchos, y aquellos lo entendieron de todos los que habían pescado: muchos que no los tenían porque los habían arrojado al mar y los que quedaban en las redes que todavía los tenían. Y así de los otros filósofos. Pero la doctrina de Jesucristo nace de lo alto de la montaña de la gloria del Paraíso, del Maestro y del Doctor, del cual dice el sabio (Si 1, 5): La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios que está en las alturas. Y de esa palabra dice san Juan (Jn 1, 1.14): Al principio era el Verbo […] y el Verbo se hizo carne. Y eso alza a las personas a lo alto del cielo, y por eso dice san Pablo (Rm 1, 16): No me avergüenzo del Evangelio que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree»[8].
En el conservado en el Colegio de El Patriarca señala que «no dice a Ovidio, a Virgilio o a Dante, que sólo resultan bien a los oídos y no reportan ningún fruto sino la cadencia tan, taran, etc. Esto va contra muchos que no se preocupan de estudiar en la Biblia y predicar sobre ella porque es rústica, etc., lo que es una imbecilidad porque la Biblia descendió del Cielo, etc., como se contiene en Eclesiástico (1, 5): La fuente de la sabiduría es la palabra de Dios en el Cielo[9]. Es más, hay muchos que se avergüenzan de predicar elEvangelio y no a Ovidio, etc.; pero san Pablo no se avergonzaba, como se contiene en Romanos (1, 16): Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree»[10].
Finalmente en relación con a toda criatura, indica que «no dice sólo en una ciudad ni dice a los grandes señores, sino también a los labradores; no sólo a los ricos sino también a los pobres y otros porque es a toda criatura». A continuación –¿quizá una interpolación?[11]– se lamenta de haber encontrado en Lombardía nueve valles de herejes por faltarles predicadores y que en uno de ellos le dijeron: «Hermano, hace treinta años que no ha venido aquí ningún fraile ni clérigo para instruirnos en la fe; vienen los herejes de lejanas tierras y nos predican sus errores, a los que nos resistiríamos si tuviésemos la doctrina evangélica»[12]. «Jeremías, viendo en espíritu esta escasez (Lam 4, 4), dice: Los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo reparta. Los pequeñuelos, esto es, los sencillos rústicos, los pobres, los ignorantes, los herejes, pidieron la doctrina evangélica y nadie se la dio. Pero san Pablo extendió universalmente la doctrina evangélica»[13].
El conservado en el Colegio de El Patriarca comenta que es «como diciendo que debemos predicar no sólo a los importantes sino también a los humildes: primero a los prelados; segundo a los señores temporales para que no agoten y humillen a los vasallos y, al contrario, que los vasallos paguen fielmente la renta debida a su señor; y así sobre las demás clases de personas a fin de que todos seamos salvados. Y por eso dice el mismo Pablo lo que se contiene en la Primera a los Corintios (9, 19): Siendo del todo libre, me hago siervo de todos para ganarlos a todos»[14].
Como ha podido observarse es un auténtico programa de vida que el primero que lo cumplió fue san Pablo pero también el mismo Maestro Vicente Ferrer.
FRAY ALFONSO ESPONERA CERDÁN, O.P.
Valencia
[1] En la versión conservada en el Colegio de El Patriarca dice que se dirige «a nosotros los predicadores» (Sermón 87, publicado en Sermonario de San Vicente Ferrer del Real Colegio-Seminario de Corques Christi de Valencia, Valencia 2002, 356).
[2] Tiene algunas reminiscencias de la parábola del rico necio (cf. Lc 12, 16-21).
[3] SANCTI VINCENTII FERRARII, Opera Omnia, t. III (J.T. Rocabertí, ed., Valencia 1695, 321). Es muy similar el Sermón 87 (en Patriarca, 357), donde curiosamente se dice: «menare las carabaças me detinenatur et se socarren… menando las carabaças non socarrabuntur». Que por otra parte concluye diciendo: «Por eso dice contra éstos David en los Salmos [55, 20]: Que Dios me escuche y los humille, él, que reina desde siempre, pues no tienen enmienda ni temen a Dios».
[4] Opera Omnia, 321-322.
[5] SANT VICENT FERRER, Sermons, vol. II, Barcelona 1934, 55-56.
[6] Aparte de tener las características de recurso retórico y ser un lugar común de la oratoria cristiana bajomedieval, no debe entenderse como un rechazo de la filosofía griega, pues él mismo era un excelente filósofo aristotélico tomista, sino que hace esta referencia –que pertenece a una línea de la Patrística al respecto– como rechazo a aquellos cuyas predicaciones eran meras doctrinas filosóficas y no evangélicas.
[7] Opera Omnia, 322.
[8] Sermons, 56-57.
[9] Este versículo pertenece al texto bíblico griego y no al latino de la Vulgata.
[10] Sermón 87, en Patriarca, 357.
[11] Los editores lo niegan y lo justifican diciendo que tanto en la Biblia como Aristóteles o san Alberto Magno en algunas de sus obras se mencionan a sí mismos (cf. Opera Omnia, 327 A).
[12] Se ha referido a sus predicaciones en Suiza en 1401, relatadas en la hermosa carta que con fecha del 17 de diciembre de 1403 dirigió al Maestro de la Orden de la obediencia aviñonense (traducida en A. ESPONERA CERDÁN, ed., San Vicente Ferrer. Vida y escritos, Madrid 2005, 623-626).
[13] Opera Omnia, 322.
[14] Sermón 87, en Patriarca, 357.