Domingo y los suyos

Introducción.

Obediencia y comunidad es lo que Santo Domingo pedía a los frailes. La vida común fue algo esencial en el proyecto de Domingo. Nunca que sepamos tuvo la tentación de ser ermitaño. No entendió así la vida y la misión.

1. Vida común de los predicadores

1.1. Ciertamente Domingo tenía, en las diferentes vidas monásticas que se desarrollaban en la Iglesia, donde beber para organizar la vida común. Pero la vida común de los frailes predicadores, debería conciliarse con el ministerio itinerante de la predicación. El santo siempre apostó por la exigencia de una vida comunitaria que derivara en una predicación comunitaria. Incluso cuando dispersó a sus frailes, antes de existir conventos, quería que, al menos, fueran de dos en dos.

1.2. Cuando se establece el elemental código penal en el libro citado, lo que atenta a las buenas relaciones entre los frailes es siempre considerado falta grave.

1.3. Las observancias regulares estaban en función de la predicación. No tenía la estabilidad que tienen en un monasterio. Por el contrario, el santo introdujo, como aspecto esencial de la convivencia, la dispensa de esas observancias: por enfermedad, por exigencias del estudio o de la predicación, por la misma itinerancia del fraile, etc. No hay, pues, un valor absoluto de las observancias regulares, sino un valor relativo en orden a la predicación. Pero también y, sobre todo,  en orden a la fraternidad, a la amistad que debe existir entre frailes y monjas de la misma comunidad.

2. Un solo corazón y una sola alma

La obediencia conseguiría la uniformidad de la observancia, de las manifestaciones exteriores de la vida conventual. Ahora bien, el mismo santo dice en el prólogo a su "Libro de costumbres" esa uniformidad en las observancias debe manifestar y favorecer "la unidad interior que ha de haber entre los corazones". Para ello, como no podía ser menos, acude a lo que dice la regla de San Agustín, que adoptó para la Orden: "Lo primero por lo que estáis en el convento es para tener un solo corazón y una sola alma en Dios". Y es que Domingo quería para sus frailes una vida apostólica, es decir, al estilo de los primeros apóstoles, de las primeras comunidades  cristianas, en las que "la comunidad de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma".

3. Amistad

3.1. Santo Domingo es ciertamente heredero de la tradición agustiniana. Sabemos que Agustín ha sido el gran buscador de la amistad, el que gozó profundamente de ella, de modo que es la amistad la que define su relación con Dios y lo que entiende debe ser la relación entre los hombres. De ahí el comienzo de su regla, en el que establece cuál es el objetivo fundamental que se persigue en la vida en común. Con ello santo Domingo no hacía más que trasladar a sus hijos lo que él vivía en profundidad.

3.2. Fray Esteban de España, en su declaración como testigo del proceso de canonización, dice que tuvo con Santo Domingo gran amistad. La amistad debería ser la derivación de una vida en común vivida desde el interior. La comunidad no tiene por fin dar una estabilidad a la predicación, que ciertamente lo consigue, sino dar opción a que se desarrolle la vida afectiva en los frailes. Esto favorecerá, entre otras cosas, que haya estabilidad emocional en los predicadores.

3.3. Cuando se leen los primeros testimonios sobre el santo, pronto se es consciente de la capacidad de Domingo para generar amigos en torno a él. "La suavidad de su santidad" era el factor que permitía que se confiaran a él. Es mucho más fácil encontrar esta relación de amistad de Domingo con su frailes, que la del superior con sus súbditos. "A todos amaba y de todos era amado". Fue un gran generador de comunidad en torno a él, porque generó relaciones de sincera amistad.

3.4. Domingo busca la intimidad cada día. Hay una familiaridad con los suyos que avanza sin esfuerzo hacia la amistad, dice el P. Vicaire. "La amistad aparece en su vida como una aurora progresiva. Después de Osma, no podrá ya estar solo. Desde Prulla, tendrá su familia. En Tolosa, tendrá ya sus frailes. Se siente rodeado de un halo de cordialidad. Un testigo de canonización declara que Domingo "era muy amigo de los frailes" Hay amigos especiales: Fray Esteban, Fray Bertrand, Fray Guillermo, Fray Reginaldo. Con ellos forma lo que el P. Vicaire llama comunidad ideal, porque se comunica el esfuerzo común de la predicación, la amistad común "hasta la ternura" -apunta el mismo biógrafo.

4. Su familia

4.1. Domingo tiende de siempre a construir grupo, sea de frailes sea de monjas; es decir, comunidad; más aún, lo que ahora se llama Familia Dominicana. Así, si la mañana, dice sor Cecilia, la dedica a la predicación fuera del convento, en la tarde su predicación sería a las monjas, en presencia de los frailes, mostrándoles cómo era la Orden "porque ellas no tendrán otro maestro que les forme en la vida de la Orden".

4.2. Le tocó organizar comunitariamente a las monjas de Roma. Él había antes iniciado la vida comunitaria de las jóvenes cercadas por la herejía en Prulla. El estilo de vida de estas mujeres era ya una predicación: "Santa Predicación" se llamaba su casa. No le fue fácil organizar la de Roma. Eran monjas acostumbradas a vivir a su aire, dispersas en diversos lugares con una arraigada vida individual. El distanciamiento entre ellas, distanciamiento en el conocimiento y, por lo tanto, también en las relaciones afectivas era la gran dificultad que había que superar, junto a lo más externo que exigía la organización de una vida en común. Para organizar la vida común, fue necesario que hiciera venir a algunas monjas de Prulla, que llevaban tiempo viviéndola.

4.3. La capacidad de Domingo para unir a las personas en el afecto lo señalan sus cronistas: "tan pronto como le miraban se insinuaba en ellos espontáneamente una tendencia afectuosa". Son estudiosos de la figura de Domingo, como el P. Vicaire, los que ponen de manifiesto cómo el tópico de que a  Domingo, como héroe de la penitencia y la lucha contra la herejía le corresponde un carácter implacable de guerrero, que le llevaría a imponer un estilo de vida regular a las monjas y a los frailes en el que lo realmente importante fuera la austera vida regular; no corresponde, en modo alguno con lo que cuentan los que le conocieron. Y según iba avanzando en años y experiencia ha ido buscando entre los frailes y entre las monjas el "atractivo de la vida fraterna".

Conclusión. La herencia

En el tiempo de su presencia entre ellos, su persona era el motivo de construir esa auténtica comunidad interior, esa cordialidad fraterna o amistosa. Es una herencia que frailes y monjas han heredado de su fundador. Su recuerdo, la fidelidad a la intención fundacional del fundador, al que hay que volver siempre, como dice el Vaticano II, y también su intercesión, han de colaborar a que las comunidades dominicas de monjas y de frailes, sean auténticas comunidades. Lo sean porque tienen la vida en común: se ora en común, se comparten los bienes, hay una preocupación esencial por los intereses comunitarios; pero, sobre todo, se busca una comunión en el afecto: la amistad, más que una fraternidad que puede entenderse como un a relación más formal, impuesta por venir del mismo "padre fundador", ha de encontrar ambiente apropiado para desarrollarse.

Dicho sea esto pensando en frailes y monjas. Pero haciendo ver que no se trata de ser buenos frailes o buenas monjas, sino de ser verdaderos hombres y mujeres. Y ello es imposible sin cultivar esa vida afectiva, que tiene como máxima realización la amistad. Domingo no es sólo modelo de quienes abrazaron la vida por él fundada, sino de todos lo que  buscan su propia realización personal, de todos los que saben que vivir es convivir.

Juan José de León Lastra, OP