En el 1510 Fray Vicente de Catanzaro, ciudad de la Calabria Ulterior, un dominico de vida piadosa y austera, bajo inspiración de Santo Domingo -según cuentan las antiguas crónicas- llegó a Soriano para fundar un convento, aunque se construyó con escasez de medios materiales con la ayuda especial de la Divina Providencia. La pequeña comunidad de frailes establecida en Soriano vivió casi ignorada hasta 1530.
Ese año, la noche del 15 de septiembre, la Virgen se apareció a Fray Lorenzo da Grotteria, hermano sacristán, y le entregó una tela con la representación de Santo Domingo. Desde entonces la imagen milagrosa de Santo Domingo en Soriano ha gozado de gran veneración y devoción:
“Fue Fray Lorenzo a encender las velas para maitines y al volver vio a tres señoras de sublime aspecto... Una le llamó y le preguntó por el titular de aquella iglesia y qué imágenes tenía. Y como él contestase que el titular era Santo Domingo y que no había más imagen que una, toscamente pintada en la pared sobre el altar, la Señora, sacando un gran rollo de tela, se lo entregó diciendo: “Lleva esta imagen al superior y que la ponga en vez de la otra”. Encontrándose el sacristán con los frailes que venían a maitines, les contó lo ocurrido pero no le creyeron hasta que, desenvolviendo el lienzo, vieron la efigie y conocieron su origen sobrenatural. Fueron en busca de las aparecidas sin que ninguno diera con ellas y entonces comprendieron el misterio...A mayor abundamiento, la noche siguiente, orando un fraile se le apareció Santa Catalina virgen y mártir, de quien era muy devoto y le reveló, cómo la donante había sido la Santísima Virgen acompañada de Santa María Magdalena y de ella misma, pues ambas eran protectoras de la Orden y debían intervenir en cuantos favores el cielo le dispensaba.
Su efigie tiene una expresión mezclada de majestad y de humildad... en su semblante se retrata madurez de hombre y de alegría infantil, y tiene suave palidez, indicio de mortificación corporal, y tranquilidad de alma. Pero sobre todo parece respirar bondad. Muchos artistas han querido copiarla sin acierto... La estatura de la efigie mide poco más de cinco palmos. En la mano derecha tiene un libro y en la izquierda una azucena. El rostro es algo afilado y la nariz aguileña; los cabellos son en gran parte canos y los restantes, así de la barba como de la cabeza, tiran a rubios; los ojos son serenos y, de doquier que se miren, corresponden al espectador, infundiendo temor santo. Los vestidos no cubren el talón, sino que aparece todo el pie, con calzado negro.
La devoción popular a Santo Domingo in Soriano creció notablemente y todos, desde los sencillos hasta nobles, reyes y papas, contribuyeron al engrandecimiento del Santuario. Apenas hay iglesia en la Orden en que no se vea algún cuadro representando la aparición y entrega del milagroso lienzo con el título de Santo Domingo de Soriano”
(Cfr. Raimundo Castaño OP, “Santo Domingo de Guzmán”, Ed. Juan Gili, Barcelona, 1909, pág 220 ss).
Entre las representaciones pictóricas de este milagro están las de Juan Bautista Maino (1578-1649), Francisco de Zurbarán (1598-1664) en la Iglesia de San Pablo de Sevilla.