Alguna vez se vio orar al santo padre Domingo, según yo mismo escuché con mis oídos de quien lo presenció, con las manos y los brazos abiertos y extendidos con fuerza a semejanza de cruz, cuanto le era posible manteniéndose en pie. De este modo rezó cuando Dios por su oración reanimó al joven Napoleón, en la sacristía de San Sixto de Roma, y se elevó del suelo en la iglesia mientras celebraba la misa, según nos contó la piadosa y santa sor Cecilia, que estaba presente y lo vio con una multitud de gente. Como Elías cuando reanimó al hijo de la viuda (1 R 17, 21), se tendió y se echó sobre el niño. También rezó de igual manera cuando libró junto a Tolosa a unos peregrinos ingleses del peligro de ahogarse en el río, como antes se contó. Así oró también el Señor pendiente de la cruz (Lc 23, 46) con las manos y los brazos extendidos, y su clamor y sus lágrimas fueron escuchadas por su actitud reverente (Hb 5, 7).
Esta forma no era frecuente en el santo varón de Dios Domingo, salvo cuando inspirado por Dios comprendía que algo grandioso y sorprendente iba a ocurrir en virtud de la oración. No prohibía a los frailes que rezasen así, pero tampoco lo aconsejaba.
No sabemos lo que dijo cuando reanimó al joven, y rezó de pie con los brazos y las manos extendidas en cruz. Pero, puesto que imitó la forma de orar de Elías, tal vez repitió sus mismas palabras: Señor, Dios mío, devuelve el alma de este niño a sus entrañas (1R 17, 21). Mas los frailes, las hermanas, los señores cardenales y los demás presentes, sorprendidos por un modo de orar desacostumbrado y prodigioso, no prestaron atención a lo que dijo. Y después no se atrevieron a preguntar a este respecto al santo y admirado Domingo, porque en esta ocasión todos ellos se sintieron sobrecogidos por el respeto y la reverencia que inspiraba.
No obstante, debió de recitar lentamente y de manera sosegada, solemne y atenta las palabras que en el salterio hacen referencia a este modo de orar: Señor, Dios de mi salvación, de día te llamo y de noche grito ante ti, hasta el verso: A Ti, Señor, clamé todo el día, extiendo mis manos hacia Ti (Sal 88, 2, 10). Y así hasta el final. Y también: Señor, escucha mi oración, presta oídos a mi súplica, escúchame en tu verdad y en tu justicia, hasta: Extiendo mis manos hacia Ti, mi alma te anhela como tierra sin agua, escúchame en seguida (Sal 143, 1, 6-7). Con esto podrá cualquier orante piadoso entrever la doctrina del padre sobre esta forma de orar, si desea moverse a Dios por la fuerza de la oración de manera singular o, mejor, cuando por una inspiración secreta se sienta movido por Dios de manera inequívoca para alguna gracia peculiar en favor suyo o de los otros, apoyado en la doctrina de David, en el modelo de Elías, en la caridad de Cristo, y en la devoción de Domingo, como se muestra en esta figura.
Versión Castellana del siglo XIV
La sesta manera de orar
Algunas vezes fue visto estar orando padre santo Domingo según que oy a aquel que lo vio con las mis oreias, que estando el bendito padre santo Domingo los braços tendidos e las palmas a semeiança de cruz mucho intenso, estando enfiesto sobre los sus pies cuanto él podía.
En esta manera oraba quando susçitó Dios por su oración el moço de Neapol en Roma, en Santo Sixto, en la sacristanía; e en la yglesia en la çelebración de la missa, quando fue levantado de la tierra en el ayre. Assy nos lo contó aquella devota e santa soror Çeçilia, que estaba present e lo vio con otra mucha gente. Assy commo Helías quando susçitó el fijo de la viuda, extendiose e púsose sobre el moço (1 R 17, 21). En esta manera oraba quando açerca de Tholossa libró los peregrinos de inglesa terra del peligro, quando hovieran de morir en el río, según que en otra manera es escripto. En esta manera oraba el muy noble dulce Iesú estando en la cruz, silicet tendidos los brazos e las manos e las palmas e con valiente clamor e con lágrimas fue oydo por su reverençia (Hb 5, 7).
Este modo non lo frequentaba muchas vezes el varón siervo de Dios santo Domingo, salvo cuando conosçía por virtud de la oración e con spíritu divino que se fazía alguna cosa grande e maravillosa. E no dexaba a los frayres assy orar nin gelo conseiaba.
E quando susçitó aquel moço orando e stando levantado tendidos los braços e las manos en manera de cruz, non sabemos qué cosas dixo. Por ventura dixo aquellas palabras del propheta Helías: “O Sennor Dios mío, torne yo -te ruego- el ánima de este moço en las sus entranas” (1 R 17, 21), assy commo guardó su manera en orar. Mas los frayres e las sorores e los sennores cardenales e los otros que vieron el modo de oración non acostumbrado a ellos e maravilloso, non pararon mientes nin aprendieron las palabras que dixo. Después conveníales preguntar de ellas a santo Domingo, ca en este fecho mucho se demostró a ellos todos temeroso e reverendo, onroso.
Mas aquellas palabras que en el psalterio fazen mençión de este modo de orar pesadamente e gravemente e maduramente las deçía e con discreçión, e son éstas: Domine Deus salutis mee, in die clamavi ad te et nocte coram te, “Sennor, Dios de la mi salud, llamé a ty en el día e en la noche delante ty”. Fasta en este logar: Clamavi ad te Domine tota die, expandi ad te manus meas, “llamé a ti, Sennor, todo el día, tendí a ti las mis manos” (Sal 88, 2, 10). Item: Domine, exaudi orationem meam, auribus perçipe obsecrationem [“Señor, escucha mi oración, presta oídos a mi súplica”] etc., fasta do dize: Expandi manus meas ad te, anima mea sicut terra sine aqua tibi [“extendí mis manos hacia ti, mi alma te anhela como tierra sin agua”] (Sal 143, 1, 6-7).
Por estas palabras podiera qualquier devoto orador entender la doctrina de este padre en orando con este modo, quando se quisiesse mover a Dios maravillosamente por virtud de la oración, o mayormente quando sintiesse, con alguna spiración occulta de Dios, movimiento en sy a alguna singular graçia o por sy or por otro alguno, ensennado de la doctrina de David, del fuego de Helías, de la caridad de Iesu Cristo, de la devoción de santo Domingo, según que pareçe en esta figura seguiente.
Texto tomado del libro: Fueyo Suárez, Fernando, En casa, fuera de casa, en el camino... Los modos de orar de Santo Domingo de San Esteban Editorial.