“Levanta tus ojos al cielo...” (Meditación para el segundo domingo Cuaresma)
14 de marzo de 2019
Imagen: C. D. Friedrich, “Mañana en el Riesengebirge (1810-1811). Schloss Charlottenburg, Berlín. - Al amanecer, cuando la oscuridad deja paso a la luz, y las nieblas se elevan hasta despejar el horizonte, el sol deja caer sus primeros rayos en la roca… Es el tiempo de lo nuevo que empieza. Un paisaje diario y habitual se convierte en lugar donde Dios ha dejado su huella. Somos invitados a buscar su sello en la belleza de lo cotidiano. - El horizonte evoca un espacio que no termina. ¿Dónde está el límite entre el cielo y la tierra cuando ambos son una sola cosa? Todo se convierte en eterno e ilimitado. En la misma escena Dios y las personas conviven, confunden sus espacios, como si lo eterno formase parte de lo humano, rodeándolo… - El silencio se torna comunicación, palabra, diálogo. Es un espacio de soledad provocadora, que invita a decir, a decirse. A la alabanza y la admiración. Lo de arriba y lo de abajo pueden entenderse, son un mismo lenguaje… - Y en medio la Cruz, haciendo sagrado todo el horizonte. En lo más alto… “atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). El amado de Dios, señor de los espacios infinitos, se convierte en nexo entre lo de lejos y lo de cerca, escalera que une y facilita el encuentro. Él es la Palabra, el diálogo… frente a Él solo cabe la escucha, el silencio… - Y al pie de la cruz, pequeños, los humanos frágiles que sacan fuerzas de la solidaridad. La escalada a lo eterno se hace con otros, en Iglesia. En el pico, agarrada a la cruz, la mujer (¿la fe?) tira del hombre para que alcance la cima, para que llegue a Cristo. Contemplar el cuadro es realizar ese mismo movimiento: dejarse subir hasta Cristo, el lugar de la Belleza, de la mano de otro. Y allí, callar, contemplar, dejarse empapar por su gloria. https://www.dominicos.org/espiritualidad/meditacion/levanta-tus-ojos-al-cielo/