“Haced esto en memoria mía...” (Meditación Jueves y Viernes Santo)
17 de abril de 2019
Imagen: C.D. Friedrich, Paisaje iluminado por la luna (Detalle. Antes de 1808). Colección Thaw, Morgan Library & Museum, Nueva York. -Se nos impone un paisaje en la noche. Todo está en su sitio. El silencio se adueña de la escena. Se respira paz, serenidad, calma. La vegetación apenas da una pista del equilibrio aparente de todo lo creado. Las noches de luna llena son así, permiten experimentar, y hasta ver físicamente, que todo es hermoso. El espectador se siente invitado a dejarse llevar por la imagen y su serenidad, a entrar en ella, como si esa fuera la meta definitiva a la que todos aspiramos llegar. -En el centro, la luz. No es el sol que sale o que se esconde. Es la luna que alumbra tímidamente. Esa que se atreve a burlar el dominio de la oscuridad sobre la noche, anunciando la llegada del día. No brilla por sí misma, solo refleja la luz que a ella se le regala. Pero eso no lo sabe nadie. Hace lo que tiene que hacer: compartir lo que se le da, dejar sus frágiles rayos en la noche de primavera; por si acaso, a alguien o en algún lugar, su luz sencilla resultase necesaria. “De noche iremos, de noche…”. - Y en la imagen, empequeñecido, una persona. Como si estuviera acorralada tras las vallas de lo humano, o de sus problemas, quizá de su oscuridad más profunda… Su presencia no estropea la escena. ¿Admira la luz? ¿Respira la paz y se empapa de ella? ¿O llora su amargura, grita a la noche pidiendo luz, lamentándose de su angustia? Solo podemos acercarnos con respeto y sin juicio… Si es Jesús en su Getsemaní, nos deja su confianza tras las lágrimas de angustia… Y si es el ser humano, cualquier hermano nuestro, nos pide solidaridad y compañía… Puedo repasar rostros cercanos en esa situación, y experimentar empatía y compasión. O puedo ser yo mismo, en tantas noches sin luz que he conocido. Las revivo, las contemplo, las dejo sin juzgar… Quizás Dios, todo un Dios, está escondido detrás de la escena acogiendo y solidarizándose con todo lo humano. También en silencio, porque así se le entiende mejor… -Los grandes árboles hacen de puente entre la tierra y el lugar de lo eterno. Elevan la soledad de lo humano y la extienden hacia lo alto, como si fueran altavoces potentes. Hasta arriba llegan los gritos de dolor o de gozo que no se pronuncian. Y allí se pierden… O no. Porque quizás Alguien lo acoge todo, lo deja entrar en su Corazón, para que encuentre sentido y descanso. Y ese Alguien también transmite su palabra que llega, consoladora, para dar sentido, para acallar y equilibrar lo humano. Contemplar la imagen es recrear una noche larga de silencio que apunta a un amanecer que está a punto de llegar…