Las dominicas de Santo Domingo el Real conservaron durante siglos una carta que Santo Domingo de Guzmán había enviado a la primera comunidad de hermanas de Madrid. La carta se perdió en una de las numerosas desgracias qeu asolaron el Monasterio que, pero se conservan algunas copias, una de ellas en la Biblioteca Nacional de Francia en París.
Reproducimos el texto a continuación:
COPIA DE LA CARTA QUE N. P. Santo Domingo ESCRIBIO A SUS HIJAS LAS MONJAS DEL CONVENTO DE SANTO DOMINGO EL REAL, DE MADRID FRAY DOMINGO, Maestro de los Predicadores, a la amada Priora y a toda la Comunidad de monjas de Madrid, salud y perfeccionamiento de día en día.
Mucho nos gozamos y damos gracias a Dios, por el beneficio de vuestra santa vida, y porque Dios os libró de la corrupción de este mundo. Combatid, hijas, con el antiguo adversario redoblando los ayunos, porque no será coronado sino quien luchare dignamente. Y si hasta ahora no tuvisteis lugar en que cumplir vuestra Regla, ya no podéis excusaros de no tener, por la gracia de Dios, aposentos bien acomodados para 9bservar la regla, por lo cual QUIERO que, en adelante, se guarde el silencio en los lugares prohibidos, a saber, en el coro, dormitorio y refectorio, y que en todas las demás cosas se cumpla vuestra ley.
Ninguna salga a la puerta ni que nadie entre dentro, al no ser el Obispo, o algún prelado para predicar, o hacer la visita. No os dispenséis de las disciplinas ni vigilias. Sed obedientes a vuestra Priora. No andéis en coloquios unas con otras, ni perdáis el tiempo en pláticas excusadas. Y como no podemos ayudaros con bienes temporales, no queremos imponeros que alguno de los frailes tengan potestad de admitir o introducir algunas mujeres, sino solamente la Priora con el consejo de su comunidad. Además, mandamos a nuestro amado hermano Fray Manes, que tanto trabajó y os incorporó a este santísimo estado, que disponga de vosotras y os gobierne en todo según lo creyere conveniente, para que os conduzcáis religiosa y santísimamente. También le damos autorización para visitaros, o reprenderos, y para quitar la Priora si fuera necesario con el consentimiento de la mayoría de las monjas, y le otorgamos licencia para que, si lo juzga conveniente, os pueda dispensar de algunas cosas.
Os bendigo en Cristo. Fr. Domingo