Había transcurrido poco más de un año desde la llegada de los dominicos a “La Española”, cuando durante la celebración del Cuarto Domingo de Adviento, Fray Antonio Montesino predicó su famoso sermón en defensa de los indios arguyendo a las conciencias de los encomenderos y repartidores con éste interrogatorio:
“¿Con qué derecho, con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansos y pacíficos, donde tan infinitos de ellos, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados sin dalles de comer y sin curallos de sus enfermedades? ¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico? Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis salvar más que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Cristo”.
Consta documentalmente que estuvieron como invitados al sermón el almirante Diego Colón, los oficiales reales, letrados y gran número de encomenderos, que sacudidos por la predica esperaban una retractación solemne. Con esta esperanza acudieron al siguiente sermón, pero en vano. Fray Antonio de Montesino, tomando como punto de partida la cita del Libro de Job “Sacaré de lejos mi saber y vindicaré la justicia de mi Hacedor. Cierto no son falaces mis razones, te habla un profundo conocedor” prosiguió:
“Tornaré a referir desde su principio mi conciencia y verdad que el domingo pasado os prediqué, y aquellas mis palabras, que así os amargaron, mostraré ser verdaderas”.
La autoridades enfurecidas fueron al convento de los dominicos a pedir responsabilidades, pero Fray Pedro de Córdoba, el Prior, les contestó:
“Que lo que había dicho aquel padre, había sido de parecer, voluntad y consentimiento suyo y de todos..., y con mucho consejo y madura deliberación se había determinado que se predicase como verdad evangélica y cosa necesaria a la salvación de todos los españoles y los indios de esta isla..., que eran predicadores de la verdad y que no creían deservir al Rey, sino que pensaban que les daría las gracias”.