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Jesús nos pide a todos docilidad interior. Aceptar pasivamente que Él nos lleve a donde quiere. Es el camino místico. Un camino que nos introduce en una densa tiniebla, en un oscuro túnel. Por eso muchos deciden dar media vuelta y seguir donde estaban, seguros en su propio camino. Pero algunos valientes se abrazan a su cruz y, con ayuda de Dios, llegan hasta el final del túnel. Sólo éstos experimentan la unión con Dios. Sólo éstos experimentan la resurrección interior.
Dice san Pablo en su Primera Carta a los Corintios: «Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte» (1Cor 1,27).
Dijo Jesús a un grupo de fariseos y saduceos: «Al atardecer decís: “Va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego”, y a la mañana: “Hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío”. ¡Conque sabéis discernir el aspecto del cielo y no podéis discernir los signos de los tiempos!» (Mt 16,2-3)
Dijo Jesús: «Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompensará en la resurrección de los justos» (Lc 14,13-14).