«La amada: ¡Desfallezco de amor! Ponme la mano izquierda sobre la cabeza y abrázame con la derecha. El Amado: ¡Muchachas de Jerusalén, por la ciervas y gacelas de los campos, os conjuro, que no vayáis a molestar, que no despertéis al amor, hasta que él quiera!» (Can 2,6-7)