«Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón » (Dt 6,4)
El silencio es para encontrarse con la propia verdad. En la vida, poco a poco, se ha ido cambiando la sabiduría por dogmas y ahora decimos: «Estoy de acuerdo». Pero no se trata de estarlo sino de sentirlo. Lo importante es verlo desde dentro. Las verdades nunca se han podido transmitir desde fuera. Si uno no se aproxima a ellas desde dentro...
El pasaje del Deuteronomio declara mucho del mundo interior. Sugiere que todo se desarrolla desde dentro. El exterior nunca nos mejora ni nos hace crecer. Es como la semilla. Todo está dentro. Todo el árbol va en la semilla. En esta semilla interior va todo: el amor, la energía... Esta energía se desarrolla venciendo resistencias. «Ama incluso a los enemigos». Sólo ejerciendo la fuerza del amor se desarrolla. No os importe vencer resistencias. Así, sí se crece
Cuando se tiene una escayola en una pierna y se quita, al principio duele. Hay que recuperar el músculo con ejercicio. Si no vences la resistencia, la pierna no se recupera. Nadie os va a desarrollar la capacidad de hacer silencio. La tarea del silencio es un ejercicio para el amor. Esa es nuestra delicia: amar. Si espero a que me amen... La recompensa del amor es la felicidad. Todo esto es una obra del interior porque la verdad de nuestra vida, el reino, la semilla..., está dentro. Buscar en la exterioridad es llevarse desengaños. Cuanto más conciencia del reino dentro, menos necesidad del exterior. Menos dependencia, más plenitud, equilibrio y armonía.
Todo esto del silencio no es fácil porque siempre surgen estorbos. Es la costumbre de vivir afuera dependiente de todo. Hay que observar la vida. ¿Qué situación hay en mí que me engancha? Verlo, tomar conciencia y ponerse a salvo. Vamos a tomar conciencia porque este es otro obstáculo que tenemos a la hora de hacer silencio. Sólo el silencio te devuelve la conciencia observando la vida sin hacerse cómplice de ella. Sin enganches. En el silencio sobran los manuales. Bastan ojos para mirar y atención para darse cuenta. Darse cuenta ya es alegría.
Jesús no da modelos de comportamiento: «Con todo tu corazón, con toda tu alma...». Aquí no hay formularios de conducta. Los modelos siempre están fuera de nosotros. Crear modelos es ser dictador. Para que los demás se adapten a ellos.
El modelo creado por Jesús es interior. Es una fuerza que engendra vida, sin adaptación previa. No hay imposiciones. Es más acertado descubrir el reino dentro. Y este reino nos dirá cómo atender, amar, querer, ser... Pero preferimos que se nos diga y dirija para nuestra comodidad y para no poner nada de nuestra parte; nada más que nuestro: amén. Y lo más curioso es que no existe la paz porque nos la expliquen. «Una cosa es pintar a la paloma y otra es abrirle el pico y darle de comer».
Repetir que la vida viene desde dentro nunca es demasiado. Si te acomodas al exterior te fatigas y te anquilosas y no te desarrollas. El evangelio me habla de vivir sin profanar a nadie. Siempre que se impone algo se puede violentar.