La vida religiosa en el Románico

Ermitaños, monjes, órdenes militares y hospitalarias y canónigos moldearon la vida espiritual del Románico con diverso grado de influencia en la sociedad.


En el Románico, la espiritualidad floreció gracias a los ermitaños, los monjes camaldulenses y a diversas órdenes religiosas. Desde la austeridad eremítica hasta la reforma de los cistercienses, se produjeron importantes desarrollos que tuvieron un fuerte impacto en la Iglesia y la sociedad de la época.

Ermitaños, reclusas y monjes camaldulenses

En los siglos XI y XII hubo muchos hombres que dejaron todo para buscar a Dios por su cuenta, como ermitaños, buscando así una radical pobreza y un abandono ascético que no encontraban en las Órdenes monásticas.

Había varios tipos de ermitaños:

  • unos formaban colonias de un modo muy semejante a los eremitas del desierto egipcio, otros vivían totalmente en solitario;
  • algunos eran cultos, aunque la gran mayoría eran analfabetos;
  • también había clérigos, otros eran monjes que habían dejado su abadía, pero la mayor parte eran laicos;
  • también había un grupo especial de ermitaños que no se quedaban en un lugar fijo, sino que preferían deambular de pueblo en pueblo;
  • y algunos, además, predicaban la penitencia y la conversión.

Los ermitaños eran la principal referencia espiritual para la gente

Cuando en una comarca no había presencia de clero secular ni de monjes o monjas, los ermitaños eran la principal referencia espiritual para la gente. Por eso, cuando moría un ermitaño que había sido muy significativo para el pueblo, se conservaba su cabaña como una especie de «lugar sagrado». Y ya que no podían rendirle culto a él, porque oficialmente no era santo, en la cabaña ponían una imagen de la Virgen o de un santo y así convertían la cabaña en una ermita. Y a ella acudían los lugareños a orar o en romería.

Un poco más adelante veremos que las principales reformas emprendidas en la vida monástica tuvieron como referencia la ascesis y la pobreza de los ermitaños. Pero la influencia de éstos no quedaba ahí. Los historiadores han visto en este auge de la vida eremítica de los siglos XI y XII un anticipo de las Órdenes mendicantes del siglo XIII.

Veremos en el próximo capítulo que san Francisco (ca. 1181-1226) hizo vida eremítica a las afueras de Asís antes de fundar su Orden. Santo Domingo (ca. 1172-1221), si bien era canónigo regular, pasó varios años predicando en solitario y de forma itinerante –lo cual, en cierto modo, es una forma de eremitismo– antes de fundar la Orden de Predicadores. Y los carmelitas y agustinos fueron en su origen colonias de ermitaños.

La vocación eremítica femenina: las reclusas o emparedadas

También hubo mujeres con vocación eremítica. Pero, como no podían vivir en soledad en medio de la naturaleza por el peligro y el rechazo social que ello suponía para ellas, se recluían generalmente dentro de una casa pegada a una iglesia, de tal forma que podían seguir la Eucaristía y el Oficio divino, si lo había, a través de una ventana interior que daba al altar. Se les llamada reclusas o emparedadas.

Existía un minucioso rito de «emparedamiento solemne»

Algunas vivían en pequeños alojamientos pegados a las murallas de la ciudad y hubo monjas que vivieron emparedadas dentro de sus monasterios. Todas ellas debían vivir solas o junto a alguien que se ocupase de su alimentación y cuidado cuando eran muy mayores o estaban enfermas. Dado que esta forma de vida contaba con el apoyo de los obispos, se reglamentó eclesiásticamente y se extendió bastante. Existía un minucioso rito de «emparedamiento solemne». También hubo reclusos, aunque mucho menos.

Probablemente, algunas reclusas fueron las primeras personas que dedicaron su vida a rendir un asiduo culto a la Eucaristía fuera de la Misa, pues en ciertas iglesias en las que había adosada la vivienda de una reclusa, la reserva eucarística se conservaba en el altar para que la reclusa pudiera adorarlo devotamente.

Monjes camaldulenses

Junto a los ermitaños y las reclusas hay que hacer mención a los monjes camaldulenses. Hacia 1025 san Romualdo (ca. 951-ca. 1027) creó en la Toscana la comunidad monástica de la Camáldula, que seguía la espiritualidad de la Regla de san Benito, pero con un sesgo fuertemente eremítico.

Este monasterio y los otros que ha ido fundando la Orden Camaldulense tienen una estructura de laura, es decir, dentro de un terreno rodeado por un muro, cada monje vive solo en una cabaña. En el interior del recinto hay una iglesia y otros edificios comunes. Asimismo, al estilo de los eremitas, los camaldulenses dan mucha importancia al rigor ascético. Si bien esta Orden no tuvo una gran difusión, aún existe en nuestros días.

Monjes cistercienses

La Orden del Císter –en francés: Cîteaux– es la gran reforma monástica de esta época, ya que tuvo una rápida expansión. Surgió a consecuencia de la decadencia que vivía la Orden Cluniacense, cuyos monasterios eran excesivamente ricos y estaban demasiado centrados en el culto divino. Esos son los dos problemas que trató de resolver la Orden Cisterciense, que pretendía volver a los orígenes de la espiritualidad benedictina en la que son muy importantes la pobreza y el equilibrio del ora et labora.

Esta Orden fue fundada en 1098 en Cîteaux, a donde llegaron tres monjes, conocidos como los «tres monjes rebeldes», pues, saltándose el voto de estabilidad, salieron de la abadía cluniacense de Molesme con el fin de fundar una nueva comunidad que fuese fiel al carisma originario de san Benito. Ellos fueron los tres primeros abades de Cîteaux.

  • El primero, san Roberto (1028-1111), fue obligado a regresar a Molesme porque era el legítimo abad de aquella comunidad.
  • Con el segundo abad, san Alberico (+1108), la comunidad de Cîteaux pasó por un momento difícil.
  • Pero gracias al tercer abad, el inglés san Esteban Harding (+1133), la abadía tomó fuerza y comenzaron a entrar novicios en el año 1111.
  • Un año más tarde llegó un gran grupo procedente de París, en el que se encontraba el joven san Bernardo de Claraval (1090-1153), que fue el gran difusor de la Orden del Císter.

En 1119 van a introducir una importante innovación dentro de la vida religiosa: el Capítulo general que, formado por todos los abades de la Orden, se reúne periódicamente con el fin de tratar sobre asuntos de observancia común, respetando la autonomía de las abadías. Posteriormente, las otras Órdenes fueron tomando esta institución, incluida Cluny (en 1259).

¿Qué caracteriza a los cistercienses?

En el carisma cisterciense la Virgen María ocupa un lugar muy especial, de tal forma que estos monjes desarrollaron aún más la bella espiritualidad mariana que se vivía en la Orden Cluniacense. De hecho, todos los monasterios cistercienses están bajo una advocación mariana –salvo aquellos que tenían otra advocación antes de ser asumidos por esta Orden–. Asimismo, los cistercienses promovieron mucho el rezo del Rosario, es decir, el por entonces conocido como «Salterio de la Virgen».

Querían retomar la espiritualidad benedictina original

También destacan por el silencio y el reposo espiritual que se siente en el interior de sus abadías, y por la austeridad de su arquitectura, que pretende reflejar la austeridad de sus vidas. Pero, si bien los monjes, a nivel individual, vivían muy austeramente, las abadías tenían un sistema económico similar al cluniacense, por lo que pronto se convirtieron en grandes emporios, pues, además, en la espiritualidad cisterciense se le da mucha importancia al trabajo, en detrimento de los excesivos rezos comunitarios cluniacenses.

De hecho, como ya antes pasaba con los monjes cluniacenses, los reyes les pedían que se instalasen en tierras recién conquistadas o deshabitadas para que las convirtiesen en terrenos prósperos y productivos. Su éxito económico, desgraciadamente, les condujo a la decadencia. Pero para siempre ha quedado en la memoria de la Iglesia aquella primigenia espiritualidad cisterciense que ahora, sus sucesores, tratan de vivir en las actuales abadías de la Orden.

El origen de los monjes cartujos

monje catujo

La fundación de la Orden de la Cartuja –en francés: La Chartreuse– se produjo al mismo tiempo y en un lugar relativamente cercano a Cîteaux. Por eso hubo bastante relación entre los primeros monjes cartujos y cistercienses. Pero los cartujos crearon un monacato de carácter semieremítico –parecido a los camaldulenses– con una legislación propia, aunque basada en la benedictina.

¿Quién fundó la Cartuja?

El fundador de la Cartuja fue san Bruno (ca. 1032-1101). Nacido en Colonia, destacó como profesor de teología en Reims. Pero cuando tenía 50 años decidió tomar una vida retirada. Dos años después se instaló en La Chartreuse (cerca de la actual Suiza) y en 1084 fundó allí una comunidad de monjes eremitas. Pasados cinco años, el Papa Urbano II (1042-1099) le pidió a san Bruno que se instalase en Roma para trabajar en la Curia, dejándole vivir con algunos discípulos en un terreno solitario de los alrededores de Roma.

Y allí murió, con 69 años, sin haber pretendido fundar ninguna Orden ni dejar ninguna Regla escrita. Lo único que dejó fueron unas tradiciones y usos que, pasados unos decenios, sirvieron de base para escribir la Regla de la Orden de la Cartuja, a la que llaman Estatutos. Esta Orden se propagó lentamente, aunque en el siglo XIV tuvo una gran difusión.

¿Cómo viven los cartujos?

Los cartujos se han mantenido siempre muy fieles a sus Estatutos. Cuando un novicio o novicia no es capaz de soportar física o psicológicamente la austeridad de la Cartuja, en vez de rebajar las exigencias monásticas para acomodarlas a dicha persona, se le pide que abandone el monasterio. Por ello, los cartujos no han necesitado nunca reformarse.

A los novicios o novicias que no son capaces de soportar física o psicológicamente la austeridad de la Cartuja se les pide que abandonen el monasterio

La vida de una Cartuja combina lo cenobítico con lo eremítico, pues tienen algunas actividades y rezos comunitarios, pero cada monje –o monja– vive muy austeramente en su propia celda, donde ora, estudia, hace algún trabajo manual, come, cuida su huerta privada, etc.

Cuando una persona entra en la Orden de la Cartuja ha de dejarlo todo, incluida su propia identidad pública, por ello muchos cartujos firman con un simple: «un cartujo», sin indicar su nombre. Cuando mueren son enterrados en el jardín del claustro sin ataúd y no se indica su identidad en la lápida. La presencia del cementerio en medio del claustro ayuda a los monjes a estar espiritualmente vigilantes ante la inesperada hora de la muerte.

El silencio es también muy importante. Y no tienen hospedería, para que los huéspedes no les distraigan. Ello les ayuda a vivir sumidos en la contemplación de Dios, que es el objetivo principal de su vida. Su trabajo –y apostolado– tradicional ha consistido en copiar e imprimir libros.

Caballeros cruzados, Órdenes militares y el comienzo de la vida religiosa activa

Hemos hablado anteriormente de los caballeros cruzados que defendían el Evangelio. Los musulmanes eran en aquella época el mal a combatir, por ello los cruzados eran vistos como santos. Sabemos que de ellos y de los legendarios caballeros andantes hablaban mucho las vidas de santos que escuchaba el pueblo fiel para su edificación y entretenimiento.

Los caballeros cruzados fueron el origen de las Órdenes militares, ya que la Iglesia necesitaba hospedar, cuidar y proteger a los peregrinos en su camino hacia Jerusalén. En un principio, se ocupaban de ello algunos caballeros cruzados de forma altruista, pero poco a poco se fueron agrupando y organizando hasta que se constituyeron en Órdenes religiosas con la colaboración de algunos monjes cistercienses que les ayudaron a hacer sus Reglas de vida.

Las Órdenes militares fueron los «cuerpos de élite» del ejército cruzado contra los musulmanes

Las Órdenes militares acabaron siendo los «cuerpos de élite» del ejército cruzado en las contiendas contra los musulmanes. De hecho, en España se fundaron con este fin para ayudar en la guerra de la Reconquista. Puede considerarse la creación de las Órdenes militares el punto de inicio de la vida religiosa activa. Pues, hasta entonces las Órdenes religiosas masculinas, aunque permitían –o pedían– a algunos hermanos salir a evangelizar al pueblo fiel, centraban su actividad en el trabajo manual y el culto divino dentro de la clausura del monasterio.

Con las Órdenes militares ya no pasaba eso, pues su Regla y Costumbres de vida les indicaban que el centro de su actividad estaba fuera del convento: protegiendo a los peregrinos o luchando contra los musulmanes, y ante eso quedaba supeditada la vida conventual y el culto divino. En el siglo XIII nacieron las Órdenes mendicantes tomando, en cierto modo, como referencia el modelo de vida activa de las Órdenes militares. Pero en vez de salir del convento para luchar, lo hacen para predicar.

¿Cómo surgen y desaparecen los templarios?

La Orden militar más significativa fue la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, más conocidos como Orden del Temple o templarios. Fue fundada hacia 1119 por varios caballeros cruzados que se unen para proteger a los peregrinos en Tierra Santa. En 1129 fue aprobada por la Santa Sede. San Bernardo de Claraval le dio su Regla de vida –la Regla de los Caballeros del Temple– que después fue modificada por el patriarca de Jerusalén.

En el siglo XIV algunas Órdenes militares pasaron a ser un problema

Durante casi dos siglos los Templarios desarrollaron una dura labor por la Cristiandad. Pero también destacaron como hábiles banqueros. Y eso marcó su trágico final, pues tras la expulsión de los cristianos de Tierra Santa, fue abolida en 1312 por el Papa Clemente V (1264-1314) bajo la presión del rey de Francia Felipe IV el Hermoso (1285-1314), que necesitaba imperiosamente hacerse con las grandes sumas de dinero que los templarios habían atesorado.

Efectivamente, en el siglo XIV, una vez que la Iglesia dio por perdida Tierra Santa, algunas Órdenes militares dejaron de tener sentido, y pasaron a ser un problema, dado el poder militar y económico que tenían. Con el paso del tiempo las Órdenes militares han ido desapareciendo o adaptándose a las nuevas circunstancias.

Las órdenes hospitalarias del románico

Hemos visto que las monjas y los monjes se ocupaban de atender a todo aquel que necesitase de hospedaje o atención médica, pues lo normal era que los monasterios tuviesen una hospedería. Asimismo, las Órdenes militares atendían en sus conventos a los peregrinos y viajeros. Pero en los siglos XI y XII se fundaron algunas Órdenes que se especializaron en esta labor: se trata de las Órdenes hospitalarias, que generalmente se emplazaban en los caminos de peregrinación y en las ciudades, pues es ahí donde más se las necesitaba.

Varios siglos más tarde, en 1572, san Juan de Dios (1495-1550) fundó la Orden hospitalaria que lleva su nombre, la cual ha llegado hasta nuestros días realizando una loable labor de pastoral sanitaria. Asimismo, podemos considerar como herederas de esta forma de vida religiosa a las muchas Congregaciones –la mayoría femeninas– que a partir del siglo XVI se van a dedicar a la labor de cuidar a niños, pobres, ancianos y enfermos.

Canónigos regulares y la expansión de la Regla de san Agustín

Los canónigos son sacerdotes que viven en comunidad. A lo largo de la historia han existido bastantes comunidades de este tipo. Generalmente eran sacerdotes diocesanos que vivían junto a la catedral sin pronunciar votos religiosos, poseyendo bienes propios y disponiendo de una habitación privada. A éstos se les llama canónigos seculares. También abundaron las canonesas seculares.

Recordemos que el Imperio Carolingio (siglos VIII-IX) pretendió que todos los sacerdotes diocesanos vivieran bajo la Regla de san Crodegando, constituyéndoles así en canónigos regulares. Aunque sabemos que no tuvo el éxito esperado, pues muchos clérigos no quisieron tomar esta forma de vida, sí se fundaron numerosas comunidades de canónigos regulares.

Tres siglos más tarde, la reforma gregoriana va a intervenir obligando a todas las comunidades de canónigos regulares a tomar la Regla de san Agustín, naciendo así los canónigos regulares de san Agustín, que eran propiamente religiosos. Generalmente cada comunidad dependía del obispo diocesano, y su legislación consistía en añadir a la Regla de san Agustín unas Costumbres adaptadas a sus circunstancias particulares.

Muchas de las comunidades de canónigos regulares de san Agustín en España, Italia y Francia se dedicaron fundamentalmente a la vida contemplativa y apenas salían a predicar. Tampoco trabajaban manualmente porque vivían de rentas, diezmos y otros ingresos económicos. Es decir, centraban su vida en el culto divino, la oración particular y, en cierta medida, el estudio.

El éxito de la Regla de san Agustín es su conjunto de normas evangélicas, equilibradas, humanas y comprensivas

En Alemania y otras regiones del norte, en cambio, su vida era menos contemplativa y salían a predicar. Asimismo, surgieron Congregaciones de canónigos regulares de san Agustín que agrupaban varias comunidades que eran regidas por un Capítulo general, a ejemplo de los cistercienses. Destacan también los canónigos premonstratenses –o norbertianos–, que son una Orden religiosa dedicada al culto divino y a la predicación del Evangelio. Fue fundada en 1120 por san Norberto de Xanten (1080-1134).

La clave del éxito de la Regla de san Agustín está en que se trata de un conjunto de normas muy evangélicas, equilibradas, humanas y comprensivas, que no concretan los horarios de rezos, ni la pastoral, ni las comidas, etc., que sí existía en la Regla original de los monjes agustinianos del norte de África, y que fue eliminado al ser retomada dicha Regla en Europa.

Por ello, puede aplicarse a cualquier tipo de vida religiosa, pues no hay más que añadirle unas Costumbres en las que se indiquen con detalle las actividades y forma de vida de los religiosos. Esto ha propiciado que hayan tomado esta Regla, además de los canónigos, algunas Órdenes mendicantes, hospitalarias, redentoras y monásticas y otros muchos Institutos religiosos.

Antes de acabar con este apartado, es preciso decir que, como ha solido pasar con otras familias religiosas anteriores, los camaldulenses, cistercienses, cartujos y premonstratenses fundaron también su rama femenina. Asimismo, surgieron las canonesas regulares de san Agustín y algunas Órdenes militares fundaron una rama monástica femenina.